El Beato Giovanni Battista Piamarta, nacido en Brescia en 1841 de una familia pobre artesana, se sentirá impulsado a abrazar la causa de los huérfanos y de los jóvenes no sólo por la indigencia infantil, sino también por la filantropía evangélica y por el espíritu de León XIII, el Papa dé los obreros y de la "Rerum 1vIovarum" (1891).
Debía poseer una excepcional sutileza selectiva .aquel Don Pancracio Pezzana, párroco de Vallio, que apreció los requisitos vocacionales de aquel muchacho, que emprendería la cartea eclesiástica sin ningún propósito calculador, sino con la única pasión de hallar la felicidad en el servicio gratuito a los últimos. El nunca querría elevarse al rol de protagonista en la compleja realidad eclesiástica bresciana.
La Divina Providencia lo había designado "manager" de la caridad y de la sociabilidad, tras de los turineses Don Bosco y Murialdo y del bresciano Pavoni, de quien, bajo cierto aspecto, recogerá la herencia. Los hombres lo hubiesen querido como un artesano perfecto, ojalá peluquero como lo fuera el padre, o colchonero refinado al estilo de Zanolini.
Otras voces evangélicas, otras instancias desde lo alto y desde abajo lo llamaron a su auténtica vocación humanitaria.
Puesto a prueba por la indigencia familiar y por la muerte prematura de la extraordinaria madre, se templó sin lloriqueos en el brioso ambiente del Oratorio bresciano, donde un innato anticonformismo y una espontánea religiosidad fueron canalizados por el camino de una sólida formación católica.
A imagen y semejanza de Don Bosco, él se inserta en el contexto de su tiempo y percibe las exigencias de la clase obrera y campesina en el período final del siglo XIX. En el andar de este hombre, falto de títulos académicos, pero doctorado en amor, hallamos un ejército de personas, de las cuales no podemos prescindir: Mons. Bonomelli, obispo de Cremona, había sido su profesor de teología y lo había ayudado a romper el pequeño "guetto" de sacristía para mirar "en grande" los problemas del hombre; Mons. Pietro Capretti, el "leader" del movimiento católico bresciano, que le inspiró varios proyectos y no le regaló sólo buenos consejos, sino también conspicuas ayudas económicas; y luego el grupo de laicos comprometidos como Giuseppe Tovini, Giorgio Montini, padre de Paulo VI, y Luigi Bazoli, a los cuales probablemente el P. Piamarta debe no sólo el apoyo económico, sino también una equilibrada selección de fidelidad creativa a las reglas de la Santa Sede (piénsese en la feliz fórmula "preparación en la abstención"). Vicepárroco de S. Alessandro y párroco de Pavone Mella, renunció a los cargos porque el ámbito parroquial era demasiado modesto y angosto para un corazón sintonizado plenamente en la onda de Cristo.
Siguiendo la huella del venerable Pavoni, cuya obra providencial para los aprendices se había derretido bajo el calor candente del anticlericalismo del "Risorgimento", el P. Piamarta creó hace cien años el Instituto Artigianelli (3 de diciembre de 1886).
La iniciativa no bastó para su fervor de sociabilidad evangélica. La caridad cristiana es como el fuego, que salta de una rama a otra e incendia el bosque. En 1895, junto con Bonsignori, fundó la Colonia Agrícola de Remedello Sopra, que transformó una tierra casi árida como un desierto, en edén de fecundidad y bienestar.
En mayo de 1902 el Padre de los "Artigianelli" (Pequeños Artesanos) es el fundador de la Sagrada Familia de Nazaret, la Congregación masculina destinada a recoger su herencia moral. Algunos años después, en pía solidaridad con Elisa Baldo, da inicio a las Humildes Siervas del Señor. Estas dos ramas religiosas, que se adecuaron a continuación con las normas del derecho canónico y se pusieron al día con la urgencia de los tiempos, mantienen viva la llama del P. Piamarta, que se dirige hacia los altares.
Después de la proclamada heroicidad de las virtudes, la próxima etapa es la Beatificación, cuyo alcance está condicionado al cumplimiento de un milagro científicamente comprobado.
Algunas memorias, aún todas por verificar, sostienen que en su curso de estudios no brillase por un alto coeficiente intelectual.
Sin embargo, este cura de Ars bresciano fue un creador de cultura y emprendió afortunadas iniciativas en el campo tipográfico editorial, imprimiendo en su imprenta artesanal diarios y periódicos, monografías apologéticas y libros de formación de vasta resonancia, apoyando la propaganda de las sociedades obreras (¡la buena sangre no miente!).
Su proporcionalidad creativa ni siquiera rozó el rumor del dinero. Su obra se desarrolló bajo la insignia de la alegre pobreza franciscana.
Afligido por una salud enfermiza se le pronosticó una corta vida.
Llegó a los ?2 años y bajó a la tumba el 25 de abril de 1913, al cabo de un ritmo tan intenso de vida, que habría abatido constituciones más robustas. Tenía mente de padre y corazón de madre, fuerza de caudillo y dulzura digna de S. Francisco de Sales y alegría como la de S. Filippo Neri, el buen "Pippo" de los chistes y de las burlas.
He aquí la biografía de un personaje extraordinario de Brescia (Italia): el Padre Giovanni Piamarta, recientemente promovido por el S. Padre, después de los complejos y escrupulosos exámenes de los varios Consultores de la Congregación para las Causas de los Santos, al título de Beato.
Ha sido escrita con la acostumbrada autoridad, pero sobre todo con amor, por el renombrado Prof. Franco Molinari, que con su estilo agradable y ágil hace simpática y aceptable aun a quien no tiene mucha familiaridad o atracción hacia ciertos argumentos, la figura de los santos, personajes un poco fuera de moda para la gente distraída de nuestros tiempos.
El autor sabe narrar de manera excelente (insertando también interesantes síntesis de historia bresciana), más sabe sobre todo entender, gustar, reflexionar, con toques de ingenio, anécdotas, sentencias macizas, definiciones curiosas e incisivas.
Sirvan de ejemplo algunas definiciones del Padre Piamarta: "doctorado en amor"; "impregnado de Evangelio"; "construye edificios a costa de derrumbes"; "es un hombre distraído que amando a los demás, se olvida de sí mismo",. . . Con una frase lo sintetiza eficazmente: "el Santo actual de la evangelización y de la promoción humana".
Las numerosas sentencias se convierten en juicios claros y argumentaciones estimulantes: "no hay bancarrota más triste para la caridad que la desocupación (es decir, no poder hacer el bien)"; "Son tan numerosos los profesores cuán raros los maestros";. . .
Dejemos al lector descubrir y gustar tantísimas otras pequeñas y preciosas joyas.
En conclusión, es una lectura sumamente interesante y agradable, pero sobre todo útil para conocer el Padre Piamarta como un hombre excepcional, educador, benefactor y al día de hoy, un ejemplo, propuesto por la Iglesia para la veneración y la imitación.
Para muchos es un momento favorable para el conocimiento de este fuerte y emprendedor educador.
Debía poseer una excepcional sutileza selectiva .aquel Don Pancracio Pezzana, párroco de Vallio, que apreció los requisitos vocacionales de aquel muchacho, que emprendería la cartea eclesiástica sin ningún propósito calculador, sino con la única pasión de hallar la felicidad en el servicio gratuito a los últimos. El nunca querría elevarse al rol de protagonista en la compleja realidad eclesiástica bresciana.
La Divina Providencia lo había designado "manager" de la caridad y de la sociabilidad, tras de los turineses Don Bosco y Murialdo y del bresciano Pavoni, de quien, bajo cierto aspecto, recogerá la herencia. Los hombres lo hubiesen querido como un artesano perfecto, ojalá peluquero como lo fuera el padre, o colchonero refinado al estilo de Zanolini.
Otras voces evangélicas, otras instancias desde lo alto y desde abajo lo llamaron a su auténtica vocación humanitaria.
Puesto a prueba por la indigencia familiar y por la muerte prematura de la extraordinaria madre, se templó sin lloriqueos en el brioso ambiente del Oratorio bresciano, donde un innato anticonformismo y una espontánea religiosidad fueron canalizados por el camino de una sólida formación católica.
A imagen y semejanza de Don Bosco, él se inserta en el contexto de su tiempo y percibe las exigencias de la clase obrera y campesina en el período final del siglo XIX. En el andar de este hombre, falto de títulos académicos, pero doctorado en amor, hallamos un ejército de personas, de las cuales no podemos prescindir: Mons. Bonomelli, obispo de Cremona, había sido su profesor de teología y lo había ayudado a romper el pequeño "guetto" de sacristía para mirar "en grande" los problemas del hombre; Mons. Pietro Capretti, el "leader" del movimiento católico bresciano, que le inspiró varios proyectos y no le regaló sólo buenos consejos, sino también conspicuas ayudas económicas; y luego el grupo de laicos comprometidos como Giuseppe Tovini, Giorgio Montini, padre de Paulo VI, y Luigi Bazoli, a los cuales probablemente el P. Piamarta debe no sólo el apoyo económico, sino también una equilibrada selección de fidelidad creativa a las reglas de la Santa Sede (piénsese en la feliz fórmula "preparación en la abstención"). Vicepárroco de S. Alessandro y párroco de Pavone Mella, renunció a los cargos porque el ámbito parroquial era demasiado modesto y angosto para un corazón sintonizado plenamente en la onda de Cristo.
Siguiendo la huella del venerable Pavoni, cuya obra providencial para los aprendices se había derretido bajo el calor candente del anticlericalismo del "Risorgimento", el P. Piamarta creó hace cien años el Instituto Artigianelli (3 de diciembre de 1886).
La iniciativa no bastó para su fervor de sociabilidad evangélica. La caridad cristiana es como el fuego, que salta de una rama a otra e incendia el bosque. En 1895, junto con Bonsignori, fundó la Colonia Agrícola de Remedello Sopra, que transformó una tierra casi árida como un desierto, en edén de fecundidad y bienestar.
En mayo de 1902 el Padre de los "Artigianelli" (Pequeños Artesanos) es el fundador de la Sagrada Familia de Nazaret, la Congregación masculina destinada a recoger su herencia moral. Algunos años después, en pía solidaridad con Elisa Baldo, da inicio a las Humildes Siervas del Señor. Estas dos ramas religiosas, que se adecuaron a continuación con las normas del derecho canónico y se pusieron al día con la urgencia de los tiempos, mantienen viva la llama del P. Piamarta, que se dirige hacia los altares.
Después de la proclamada heroicidad de las virtudes, la próxima etapa es la Beatificación, cuyo alcance está condicionado al cumplimiento de un milagro científicamente comprobado.
Algunas memorias, aún todas por verificar, sostienen que en su curso de estudios no brillase por un alto coeficiente intelectual.
Sin embargo, este cura de Ars bresciano fue un creador de cultura y emprendió afortunadas iniciativas en el campo tipográfico editorial, imprimiendo en su imprenta artesanal diarios y periódicos, monografías apologéticas y libros de formación de vasta resonancia, apoyando la propaganda de las sociedades obreras (¡la buena sangre no miente!).
Su proporcionalidad creativa ni siquiera rozó el rumor del dinero. Su obra se desarrolló bajo la insignia de la alegre pobreza franciscana.
Afligido por una salud enfermiza se le pronosticó una corta vida.
Llegó a los ?2 años y bajó a la tumba el 25 de abril de 1913, al cabo de un ritmo tan intenso de vida, que habría abatido constituciones más robustas. Tenía mente de padre y corazón de madre, fuerza de caudillo y dulzura digna de S. Francisco de Sales y alegría como la de S. Filippo Neri, el buen "Pippo" de los chistes y de las burlas.
He aquí la biografía de un personaje extraordinario de Brescia (Italia): el Padre Giovanni Piamarta, recientemente promovido por el S. Padre, después de los complejos y escrupulosos exámenes de los varios Consultores de la Congregación para las Causas de los Santos, al título de Beato.
Ha sido escrita con la acostumbrada autoridad, pero sobre todo con amor, por el renombrado Prof. Franco Molinari, que con su estilo agradable y ágil hace simpática y aceptable aun a quien no tiene mucha familiaridad o atracción hacia ciertos argumentos, la figura de los santos, personajes un poco fuera de moda para la gente distraída de nuestros tiempos.
El autor sabe narrar de manera excelente (insertando también interesantes síntesis de historia bresciana), más sabe sobre todo entender, gustar, reflexionar, con toques de ingenio, anécdotas, sentencias macizas, definiciones curiosas e incisivas.
Sirvan de ejemplo algunas definiciones del Padre Piamarta: "doctorado en amor"; "impregnado de Evangelio"; "construye edificios a costa de derrumbes"; "es un hombre distraído que amando a los demás, se olvida de sí mismo",. . . Con una frase lo sintetiza eficazmente: "el Santo actual de la evangelización y de la promoción humana".
Las numerosas sentencias se convierten en juicios claros y argumentaciones estimulantes: "no hay bancarrota más triste para la caridad que la desocupación (es decir, no poder hacer el bien)"; "Son tan numerosos los profesores cuán raros los maestros";. . .
Dejemos al lector descubrir y gustar tantísimas otras pequeñas y preciosas joyas.
En conclusión, es una lectura sumamente interesante y agradable, pero sobre todo útil para conocer el Padre Piamarta como un hombre excepcional, educador, benefactor y al día de hoy, un ejemplo, propuesto por la Iglesia para la veneración y la imitación.
Para muchos es un momento favorable para el conocimiento de este fuerte y emprendedor educador.
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