San Expedito fue un santo y mártir que habría vivido entre los siglos III y IV, siendo comandante de la Legión XII Fulminata del ejército romano, bajo el gobierno del emperador Diocleciano.
San Expedito fue beatificado en 1629 por el papa Urbano VIII, y fue canonizado por el papa Clemente X en 1671.
San Expedito era comandante de la Legión XII Fulminata; ello significa que era un tribuno militar, es decir un oficial militar dentro de la organización estatal del imperio, con mando sobre un cuerpo de tropas que le dependía directamente. La legión de san Expedito estaba desplegada en Armenia y alternaba su misión principal de luchar contra los pueblos que el Imperio romano consideraba bárbaros y custodiar los confines del imperio, con otras tareas que realizaban las tropas de ocupación romanas.
Cuenta la tradición que la legión XII venía luchando desde hacía tiempo bajo las órdenes de su comandante, y que se encontraba ya sin alimentos, agua, ni provisiones, en un territorio bajo control del enemigo. Fue así como tuvieron que dar batalla sin tener las energías para hacerlo. Expedito intentó levantar la moral de sus legionarios hablándoles, pero nada logró esta vez. Sin fuerzas, ni provisiones, ni alimentos y con el enemigo en las proximidades ya nada podía hacerse. Sin embargo, en ese momento, los soldados romanos que habían visto muchas veces como procedían los cristianos cuando debían enfrentar la muerte que ellos mismos les causaban, obraron de forma similar. Para sorpresa de su comandante, los soldados comenzaron a elevar sus brazos hacia el cielo, pidiendo ayuda a ese Dios único de los cristianos del que habían escuchado hablar y que sabían que realizaba milagros. Pero más sorprendidos resultaron sus enemigos, que jamás habían visto una legión completa realizando aquel gesto y rogándole a Dios en pleno campo de batalla. Mientras el enemigo atónito y sin entender lo que estaba sucediendo se detenía, todo el cielo se oscureció y descendió sobre el campo de batalla un tremendo vendaval de viento y agua que cubrió tanto a los combatientes como a sus animales de carga y de lucha. Fue en estas circunstancias que la legión entera logró recomponerse y aprovechando la situación pudo salir victoriosa de esa contienda.]
Luego de la batalla, muchos soldados se convirtieron a la fe cristiana; sin embargo Expedito seguía sin comprender lo que ocurría, aunque su corazón sabía que Dios lo estaba llamando, y que se había acordado de él y de sus hombres en las críticas circunstancias descritas. Su puesto en el ejército no era compatible con la conversión al cristianismo, ya que esto significaba un abierto desafío a la autoridad del emperador. Al enterarse el emperador Diocleciano de estos hechos envió órdenes para que se pusiera fin de inmediato a lo que consideraba una revuelta militar. Aunque muchos de sus soldados y amigos se habían convertido, Expedito continuaba con dudas: no se decidía entre su carrera militar y el llamado que indudablemente estaba recibiendo desde los cielos. Finalmente, un día Expedito decidió cambiar de vida y convertirse. En ese momento, es cuando se le aparece el Espíritu del mal en forma de cuervo y le grita en latín « ¡Cras, cras, cras!» (mañana, mañana, mañana’), con la intención de prolongar su indecisión y evitar su conversión. Pero Expedito reaccionó enérgicamente aplastando al cuervo con un pie, gritando: « ¡Hodie, hodie, hodie!» (‘hoy, hoy, hoy’).
Es entonces cuando Expedito decidió ser cristiano. Luego de su conversión, comenzó a proteger a los cristianos que eran llevados a los circos romanos para ser devorados por leones. Una vez convertido, predicó a toda su tropa y los acercó al cristianismo. Eso provocó la ira del emperador Diocleciano. La importancia de su puesto hacía de él un blanco especial del odio del emperador. El emperador no podía tolerar que un comandante de legión desafiara sus leyes y que se hubiera convertido al cristianismo. Por esta razón fue detenido e interrogado, junto con otros compañeros de armas que también se habían convertido a la fe. El 19 de abril del año 303, Expedito fue sacrificado por orden del emperador en Melitene, junto con Cajo, Gálatos, Hermágoras, Aristónico y Rufo. Se impuso la pena de flagelación, fue flagelado hasta sangrar, pero se les dio a los reos la oportunidad de arrepentirse y, posteriormente, como se rehusaron fueron decapitados.
Debido a su nombre (que en español significa ‘rápido’), la devoción popular que lo considera patrono de las causas urgentes; abogado de las causas imposibles (un título que comparte con santa Rita y san Judas Tadeo); protector de los militares, los estudiantes, los jóvenes y los viajeros; patrono de las causas legales demasiado prolongadas.
En 1781, llegó una caja con reliquias no identificadas a un convento de monjas en París.6 Las reliquias se habían desenterrado de las catacumbas de la plaza Denfert-Rochereau. El remitente de la caja (desde la misma ciudad) había escrito sobre la caja «Spedito» (‘correo expreso’), probablemente para acelerar su envío. Las monjas supusieron que las reliquias pertenecían a un tal «san Spedito».
El Martirologio romano nombra efectivamente a un mártir desconocido llamado Expeditus (cuya declinación es Expediti)
Las monjas supusieron que este «santo Spedito» habría sido el mártir que aparecía en el Martirologio, oraron por su intercesión, y cuando sus oraciones se vieron rápidamente respondidas, la veneración de estos restos se expandió por toda Francia.
San Expedito fue beatificado en 1629 por el papa Urbano VIII, y fue canonizado por el papa Clemente X en 1671.
San Expedito era comandante de la Legión XII Fulminata; ello significa que era un tribuno militar, es decir un oficial militar dentro de la organización estatal del imperio, con mando sobre un cuerpo de tropas que le dependía directamente. La legión de san Expedito estaba desplegada en Armenia y alternaba su misión principal de luchar contra los pueblos que el Imperio romano consideraba bárbaros y custodiar los confines del imperio, con otras tareas que realizaban las tropas de ocupación romanas.
Cuenta la tradición que la legión XII venía luchando desde hacía tiempo bajo las órdenes de su comandante, y que se encontraba ya sin alimentos, agua, ni provisiones, en un territorio bajo control del enemigo. Fue así como tuvieron que dar batalla sin tener las energías para hacerlo. Expedito intentó levantar la moral de sus legionarios hablándoles, pero nada logró esta vez. Sin fuerzas, ni provisiones, ni alimentos y con el enemigo en las proximidades ya nada podía hacerse. Sin embargo, en ese momento, los soldados romanos que habían visto muchas veces como procedían los cristianos cuando debían enfrentar la muerte que ellos mismos les causaban, obraron de forma similar. Para sorpresa de su comandante, los soldados comenzaron a elevar sus brazos hacia el cielo, pidiendo ayuda a ese Dios único de los cristianos del que habían escuchado hablar y que sabían que realizaba milagros. Pero más sorprendidos resultaron sus enemigos, que jamás habían visto una legión completa realizando aquel gesto y rogándole a Dios en pleno campo de batalla. Mientras el enemigo atónito y sin entender lo que estaba sucediendo se detenía, todo el cielo se oscureció y descendió sobre el campo de batalla un tremendo vendaval de viento y agua que cubrió tanto a los combatientes como a sus animales de carga y de lucha. Fue en estas circunstancias que la legión entera logró recomponerse y aprovechando la situación pudo salir victoriosa de esa contienda.]
Luego de la batalla, muchos soldados se convirtieron a la fe cristiana; sin embargo Expedito seguía sin comprender lo que ocurría, aunque su corazón sabía que Dios lo estaba llamando, y que se había acordado de él y de sus hombres en las críticas circunstancias descritas. Su puesto en el ejército no era compatible con la conversión al cristianismo, ya que esto significaba un abierto desafío a la autoridad del emperador. Al enterarse el emperador Diocleciano de estos hechos envió órdenes para que se pusiera fin de inmediato a lo que consideraba una revuelta militar. Aunque muchos de sus soldados y amigos se habían convertido, Expedito continuaba con dudas: no se decidía entre su carrera militar y el llamado que indudablemente estaba recibiendo desde los cielos. Finalmente, un día Expedito decidió cambiar de vida y convertirse. En ese momento, es cuando se le aparece el Espíritu del mal en forma de cuervo y le grita en latín « ¡Cras, cras, cras!» (mañana, mañana, mañana’), con la intención de prolongar su indecisión y evitar su conversión. Pero Expedito reaccionó enérgicamente aplastando al cuervo con un pie, gritando: « ¡Hodie, hodie, hodie!» (‘hoy, hoy, hoy’).
Es entonces cuando Expedito decidió ser cristiano. Luego de su conversión, comenzó a proteger a los cristianos que eran llevados a los circos romanos para ser devorados por leones. Una vez convertido, predicó a toda su tropa y los acercó al cristianismo. Eso provocó la ira del emperador Diocleciano. La importancia de su puesto hacía de él un blanco especial del odio del emperador. El emperador no podía tolerar que un comandante de legión desafiara sus leyes y que se hubiera convertido al cristianismo. Por esta razón fue detenido e interrogado, junto con otros compañeros de armas que también se habían convertido a la fe. El 19 de abril del año 303, Expedito fue sacrificado por orden del emperador en Melitene, junto con Cajo, Gálatos, Hermágoras, Aristónico y Rufo. Se impuso la pena de flagelación, fue flagelado hasta sangrar, pero se les dio a los reos la oportunidad de arrepentirse y, posteriormente, como se rehusaron fueron decapitados.
Debido a su nombre (que en español significa ‘rápido’), la devoción popular que lo considera patrono de las causas urgentes; abogado de las causas imposibles (un título que comparte con santa Rita y san Judas Tadeo); protector de los militares, los estudiantes, los jóvenes y los viajeros; patrono de las causas legales demasiado prolongadas.
En 1781, llegó una caja con reliquias no identificadas a un convento de monjas en París.6 Las reliquias se habían desenterrado de las catacumbas de la plaza Denfert-Rochereau. El remitente de la caja (desde la misma ciudad) había escrito sobre la caja «Spedito» (‘correo expreso’), probablemente para acelerar su envío. Las monjas supusieron que las reliquias pertenecían a un tal «san Spedito».
El Martirologio romano nombra efectivamente a un mártir desconocido llamado Expeditus (cuya declinación es Expediti)
Las monjas supusieron que este «santo Spedito» habría sido el mártir que aparecía en el Martirologio, oraron por su intercesión, y cuando sus oraciones se vieron rápidamente respondidas, la veneración de estos restos se expandió por toda Francia.
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