El papa Fabián, posiblemente romano de origen, ocupa el lugar vigesimoprimero en la lista de los papas. Fue el sucesor del papa Antero, que murió el 3 de enero del año 236, desterrado en Cerdeña a sólo cuarenta días de su pontificado. Según la Legenda Aurea, ante la muerte inesperada de Antero, se reunió el pueblo romano para elegir sucesor, cuando observaron que una paloma blanca se posaba sobre la cabeza de Fabián. Lo tomaron como un signo del cielo y fue elegido papa por aclamación.
El pontificado de Fabián fue largo para aquellos tiempos: catorce intensos años de labor pastoral. Dividió la diócesis de Roma en siete vicarías, al frente de las cuales puso a siete diáconos, que administraban el bautismo, predicaban al pueblo, organizaban las obras asistenciales. No pasarían muchos años sin que destacara entre aquellos diáconos la figura de San Lorenzo (-10 de agosto), uno de los más populares mártires romanos. Cada uno de los siete diáconos tenía un subdiácono como ayudante, y un notario o historiador regional, encargado de redactar las Actas de los Mártires, que tan buen servicio ha-rían para la posteridad.
Fabián aprovechó algunos años de relativa calma y aparente libertad religiosa, para ampliar y acondicionar las catacumbas. Bajo su pontificado fueron construidas las catacumbas de San Calixto. A las dotes organizativas unía Fabián una sabiduría poco común, como atestiguan San Cipriano y San Jerónimo. El emperador Decio detectó en el intrépido obispo de Roma un serio competidor, hasta el punto de afirmar que hubiera preferido un competidor en los círculos imperiales antes que la competencia de aquel obispo de Roma. Y, como en tantos casos, ordenó una sangrienta persecución el año 250. Una de las víctimas de Decio fue precisamente el papa Fabián, según informó el obispo de Cartago, San Cipriano, a las comunidades cristianas.
El pontificado de Fabián fue largo para aquellos tiempos: catorce intensos años de labor pastoral. Dividió la diócesis de Roma en siete vicarías, al frente de las cuales puso a siete diáconos, que administraban el bautismo, predicaban al pueblo, organizaban las obras asistenciales. No pasarían muchos años sin que destacara entre aquellos diáconos la figura de San Lorenzo (-10 de agosto), uno de los más populares mártires romanos. Cada uno de los siete diáconos tenía un subdiácono como ayudante, y un notario o historiador regional, encargado de redactar las Actas de los Mártires, que tan buen servicio ha-rían para la posteridad.
Fabián aprovechó algunos años de relativa calma y aparente libertad religiosa, para ampliar y acondicionar las catacumbas. Bajo su pontificado fueron construidas las catacumbas de San Calixto. A las dotes organizativas unía Fabián una sabiduría poco común, como atestiguan San Cipriano y San Jerónimo. El emperador Decio detectó en el intrépido obispo de Roma un serio competidor, hasta el punto de afirmar que hubiera preferido un competidor en los círculos imperiales antes que la competencia de aquel obispo de Roma. Y, como en tantos casos, ordenó una sangrienta persecución el año 250. Una de las víctimas de Decio fue precisamente el papa Fabián, según informó el obispo de Cartago, San Cipriano, a las comunidades cristianas.
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