En Salsette en India, beatos mártires Rodolfo Acquaviva, Alfonso Pacheco, Pedro Berno, Antonio Francisco, sacerdotes y Francisco Aranha, religioso, de la Compañía de Jesús, ejecutados por los infieles por haber exaltado la cruz.
Rodolfo nació en Atri (Italia); era hijo de Girólamo Acquaviva, duque de Atri (Téramo); su familia estaba emparentada con las más nobles familias de Italia, entre las que estaban los Gonzaga de Mántua. Dos de sus hermanos: Julio y Octavio fueron cardenales de la Iglesia y era sobrino de Claudio Acquaviva, quinto Prepósito general de los jesuitas.
Después de vencer la resistencia de su padre ingresó en la Compañía de Jesús en 1568, en el célebre noviciado romano de los jesuitas. En Roma tuvo como compañero de estudios a san Estanislao de Kostka.
En 1576 fue enviado a las misiones de la India; frecuentó el curso de preparación en Lisboa, donde, en 1578, recibió la ordenación sacerdotal y partió para la India en marzo de aquel año.
Tenía sólo 28 años, pero sus superiores le tenían gran estima y confianza, tanta que le pusieron a la cabeza de la pequeña expedición, encargada de llegar a la corte del Gran Mogol, Akbar, el cual había pedido insistentemente el envío de algunos misioneros. Fue recibido por el soberano en 1580 y supo conquistarse la simpatía y confianza de Akbar, hombre deseoso de formarse una cultura.
Pero a pesar de todos sus esfuerzos, el soberano musulmán, de temperamento ecléctico, no se convenció de cambiar el tenor de su disoluta vida y las esperanzas de una gradual conversión se desvanecieron; así el padre Acquaviva fue llamado a Goa y nombrado superior de las misiones de la península de Salsette.
Allí los misioneros sufrieron los insultos de algunos paganos y brahamanes, que consideraban la península como un territorio casi sagrado, y sus ataques habían producido la intervención armada de los portugueses y esto aumentó la intolerancia y un creciente peligro para los misioneros. Los jesuitas, reunidos con su superior Rodolfo Acquaviva, decidieron emprender un trabajo de persuasión a partir de Coculin, centro del paganismo intolerante; allí colocaron una cruz, cuando la población sublevada por el brujo Pondú, les agredió y fueron bárbaramente martirizados. Eran los misioneros: Alfonso Pacheco, Antonio Francisco, Francisco Aranha y Pedro Berno.Junto con los misioneros, murieron Gonzalo Rodríguez y catorce cristianos indígenas, entre los que se contaban dos niños. No sabemos por qué razón Mons. Menezes, arzobispo de Goa, omitió los nombres de estos mártires en la lista de causas de beatificación que presentó en 1600. Su martirio dio un gran fruto apostólico en conversiones. Sus cuerpos fueron recuperados por los portugueses y se les trasladó a Goa.
La causa de los cinco jesuitas se dilató más de lo normal, pues el promotor de la fe arguyó que la destrucción de las pagodas hindúes había provocado un estado de guerra, de suerte que la causa del asesinato había sido la cólera de los nativos y no la fe de los misioneros. En 1741, el Papa Benedicto XIV declaró que se trataba de un martirio auténtico, pero la beatificación formal no tuvo lugar sino hasta 1893.
Rodolfo nació en Atri (Italia); era hijo de Girólamo Acquaviva, duque de Atri (Téramo); su familia estaba emparentada con las más nobles familias de Italia, entre las que estaban los Gonzaga de Mántua. Dos de sus hermanos: Julio y Octavio fueron cardenales de la Iglesia y era sobrino de Claudio Acquaviva, quinto Prepósito general de los jesuitas.
Después de vencer la resistencia de su padre ingresó en la Compañía de Jesús en 1568, en el célebre noviciado romano de los jesuitas. En Roma tuvo como compañero de estudios a san Estanislao de Kostka.
En 1576 fue enviado a las misiones de la India; frecuentó el curso de preparación en Lisboa, donde, en 1578, recibió la ordenación sacerdotal y partió para la India en marzo de aquel año.
Tenía sólo 28 años, pero sus superiores le tenían gran estima y confianza, tanta que le pusieron a la cabeza de la pequeña expedición, encargada de llegar a la corte del Gran Mogol, Akbar, el cual había pedido insistentemente el envío de algunos misioneros. Fue recibido por el soberano en 1580 y supo conquistarse la simpatía y confianza de Akbar, hombre deseoso de formarse una cultura.
Pero a pesar de todos sus esfuerzos, el soberano musulmán, de temperamento ecléctico, no se convenció de cambiar el tenor de su disoluta vida y las esperanzas de una gradual conversión se desvanecieron; así el padre Acquaviva fue llamado a Goa y nombrado superior de las misiones de la península de Salsette.
Allí los misioneros sufrieron los insultos de algunos paganos y brahamanes, que consideraban la península como un territorio casi sagrado, y sus ataques habían producido la intervención armada de los portugueses y esto aumentó la intolerancia y un creciente peligro para los misioneros. Los jesuitas, reunidos con su superior Rodolfo Acquaviva, decidieron emprender un trabajo de persuasión a partir de Coculin, centro del paganismo intolerante; allí colocaron una cruz, cuando la población sublevada por el brujo Pondú, les agredió y fueron bárbaramente martirizados. Eran los misioneros: Alfonso Pacheco, Antonio Francisco, Francisco Aranha y Pedro Berno.Junto con los misioneros, murieron Gonzalo Rodríguez y catorce cristianos indígenas, entre los que se contaban dos niños. No sabemos por qué razón Mons. Menezes, arzobispo de Goa, omitió los nombres de estos mártires en la lista de causas de beatificación que presentó en 1600. Su martirio dio un gran fruto apostólico en conversiones. Sus cuerpos fueron recuperados por los portugueses y se les trasladó a Goa.
La causa de los cinco jesuitas se dilató más de lo normal, pues el promotor de la fe arguyó que la destrucción de las pagodas hindúes había provocado un estado de guerra, de suerte que la causa del asesinato había sido la cólera de los nativos y no la fe de los misioneros. En 1741, el Papa Benedicto XIV declaró que se trataba de un martirio auténtico, pero la beatificación formal no tuvo lugar sino hasta 1893.
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