En Fano, Italia, beato Carlos Liviero, obispo de Città di Castello y fundador de la congregación de las Pequeñas Esclavas del Sagrado Corazón.
Nació en Vicenza (Italia). Tras estudiar en el seminario de Padua. Fue ordenado sacerdote en 1888. Desde 1889 desempeñó su ministerio en Gallio, provincia de Vicenza y diócesis de Padua. Allí manifestó desde el inicio el celo pastoral que lo caracterizaría durante toda su vida. Veía las necesidades espirituales y materiales de sus fieles y se dedicó sin descanso a la evangelización y a la promoción humana. Se entregó con pasión a la predicación, a la catequesis y a la administración de los sacramentos.
En Gallio (Vicenza), donde no existían asociaciones católicas, don Carlos trabajó por mejorar las condiciones de vida de la población mediante diversas instituciones: establecimientos para niños pobres, asilos de ancianos, cajas rurales, almacenes de cooperativas, obras parroquiales, sociedades católicas obreras y agrícolas... Formó un grupo de muchachas para animar las diversas obras, alimentando el proyecto de iniciar con ellas una nueva congregación religiosa, pero no consiguió la aprobación del obispo de la diócesis.
En 1899 fue nombrado arcipreste de Agna, una zona de Padua en la que vivía gente muy pobre y explotada por latifundistas sin escrúpulos. Allí puso a disposición de los pobres todo lo que tenía. Promovió también las numerosas obras que había puesto en marcha en Gallio, así como otras obras de carácter formativo: círculo de jóvenes, asociación de madres cristianas, Tercera Orden de San Francisco, Pía sociedad de San José, Congregación del Santísimo Sacramento, Hijas de María... Así, en diez años de trabajo en Agna, obtuvo excelentes resultados en la renovación de la vida cristiana de la población.
En 1910 fue nombrado obispo de Città di Castello. Prestó atención al clero; convocó inmediatamente dos tandas de ejercicios espirituales. Contaba mucho con la colaboración de sus sacerdotes. Los impulsaba continuamente a ser hombres de oración y celosos en el anuncio del Evangelio. Prestó atención especial a la juventud, en la que veía la esperanza de una renovación de la vida cristiana. Entre los jóvenes que siguió personalmente surgieron numerosas vocaciones al sacerdocio. Sostuvo y promovió la Acción católica. Realizó cinco visitas pastorales, recorriendo incluso las parroquias más lejanas, situadas en colinas o en los montes Apeninos. Se preocupaba mucho de que se promoviera la participación en los sacramentos, en el catecismo y en las asociaciones católicas. También cuidaba las condiciones de los templos y la dignidad del culto. Su contacto continuo con el pueblo le permitía conocer bien los peligros para la fe y las costumbres, especialmente de la juventud.
Se opuso con dignidad a los ataques anticlericales y realizó una intensa labor social. Puso en marcha; un boletín interdiocesano, una librería católica, la Escuela tipográfica del Sagrado Corazón, una escuela primaria masculina, una pensión para estudiantes, una sala de cine, el hospicio del Sagrado Corazón, y la fundación la Congregación de la Pequeñas Esclavas del Sagrado Corazón (1917).
Dos momentos destacados de su episcopado fueron: el congreso eucarístico diocesano de 1927, con ocasión del II centenario de la muerte de santa Verónica Giuliani; y el Sínodo diocesano de 1928, celebrado para renovar la legislación diocesana dándole un sentido más pastoral. Murió en el hospital de Fano, a consecuencia de un accidente de carretera.
Fue beatificado por SS Benedicto XVI el 27 de mayo de 2007. Su Memoria Litúrgica se celebra el 30 de mayo (día de su bautismo en 1866), como dispuso el papa Benedicto XVI en el decreto de beatificación. La liturgia tiene el grado de Memoria Facultativa en la diócesis de Città di Castello y el grado de Fiesta en las casas casa de la Congregación de las Pequeñas Esclavas del Sagrado Corazón.
Nació en Vicenza (Italia). Tras estudiar en el seminario de Padua. Fue ordenado sacerdote en 1888. Desde 1889 desempeñó su ministerio en Gallio, provincia de Vicenza y diócesis de Padua. Allí manifestó desde el inicio el celo pastoral que lo caracterizaría durante toda su vida. Veía las necesidades espirituales y materiales de sus fieles y se dedicó sin descanso a la evangelización y a la promoción humana. Se entregó con pasión a la predicación, a la catequesis y a la administración de los sacramentos.
En Gallio (Vicenza), donde no existían asociaciones católicas, don Carlos trabajó por mejorar las condiciones de vida de la población mediante diversas instituciones: establecimientos para niños pobres, asilos de ancianos, cajas rurales, almacenes de cooperativas, obras parroquiales, sociedades católicas obreras y agrícolas... Formó un grupo de muchachas para animar las diversas obras, alimentando el proyecto de iniciar con ellas una nueva congregación religiosa, pero no consiguió la aprobación del obispo de la diócesis.
En 1899 fue nombrado arcipreste de Agna, una zona de Padua en la que vivía gente muy pobre y explotada por latifundistas sin escrúpulos. Allí puso a disposición de los pobres todo lo que tenía. Promovió también las numerosas obras que había puesto en marcha en Gallio, así como otras obras de carácter formativo: círculo de jóvenes, asociación de madres cristianas, Tercera Orden de San Francisco, Pía sociedad de San José, Congregación del Santísimo Sacramento, Hijas de María... Así, en diez años de trabajo en Agna, obtuvo excelentes resultados en la renovación de la vida cristiana de la población.
En 1910 fue nombrado obispo de Città di Castello. Prestó atención al clero; convocó inmediatamente dos tandas de ejercicios espirituales. Contaba mucho con la colaboración de sus sacerdotes. Los impulsaba continuamente a ser hombres de oración y celosos en el anuncio del Evangelio. Prestó atención especial a la juventud, en la que veía la esperanza de una renovación de la vida cristiana. Entre los jóvenes que siguió personalmente surgieron numerosas vocaciones al sacerdocio. Sostuvo y promovió la Acción católica. Realizó cinco visitas pastorales, recorriendo incluso las parroquias más lejanas, situadas en colinas o en los montes Apeninos. Se preocupaba mucho de que se promoviera la participación en los sacramentos, en el catecismo y en las asociaciones católicas. También cuidaba las condiciones de los templos y la dignidad del culto. Su contacto continuo con el pueblo le permitía conocer bien los peligros para la fe y las costumbres, especialmente de la juventud.
Se opuso con dignidad a los ataques anticlericales y realizó una intensa labor social. Puso en marcha; un boletín interdiocesano, una librería católica, la Escuela tipográfica del Sagrado Corazón, una escuela primaria masculina, una pensión para estudiantes, una sala de cine, el hospicio del Sagrado Corazón, y la fundación la Congregación de la Pequeñas Esclavas del Sagrado Corazón (1917).
Dos momentos destacados de su episcopado fueron: el congreso eucarístico diocesano de 1927, con ocasión del II centenario de la muerte de santa Verónica Giuliani; y el Sínodo diocesano de 1928, celebrado para renovar la legislación diocesana dándole un sentido más pastoral. Murió en el hospital de Fano, a consecuencia de un accidente de carretera.
Fue beatificado por SS Benedicto XVI el 27 de mayo de 2007. Su Memoria Litúrgica se celebra el 30 de mayo (día de su bautismo en 1866), como dispuso el papa Benedicto XVI en el decreto de beatificación. La liturgia tiene el grado de Memoria Facultativa en la diócesis de Città di Castello y el grado de Fiesta en las casas casa de la Congregación de las Pequeñas Esclavas del Sagrado Corazón.
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