martes, 11 de agosto de 2020

San Equicio


En la provincia de Valeria, en Italia, san Equicio, abad, que, como escribe el papa san Gregorio I Magno, fue padre de muchos monasterios a causa de su santidad y, donde quiera que iba, daba a beber a los demás de la fuente de las Sagradas Escrituras.

En su juventud fue acosado, con extremada violencia, por las tentaciones de los sentidos, por lo que realizó, con gran afán, ejercicios de penitencia y oración. Según la leyenda, una noche tuvo un sueño, en el que Dios le envió un ángel que lo castró. A partir de entonces se encontró tan libre de cualquier tentación corporal, que parecía que no tenía sexo. Coetáneo de san Benito de Nursia, fundó varios monasterios en la provincia de Valeria (Roma) de los que fue abad y, en todos los lugares que visitó, siempre enseñó la verdad de la Escritura; sus monjes, a semejanza de los benedictinos, se dedicaron a las labores del campo y eran verdaderos solitarios. Todo lo que sabemos de él se encuentra en los “Diálogos” de san Gregorio Magno. 

Alonso de Villegas, en su “Flos Sanctorum” (1594), en el capítulo “Discurso de Compañía provechosa para buenos y dañosa para malos”, pone la siguiente anécdota: “Basilio, hechicero y mago, por librarse de la muerte que se daba en Roma a los de su trato, con fingimiento e hipocresía se vistió hábito de monje y llegóse al obispo de Amirtina. Éste le llevó a Equicio, abad en un monasterio de la provincia de Valeria y varón santo y rogó le tuviese consigo. Puso en él Equicio los ojos atentamente, y dijo al obispo: “¿Este hombre, señor, me encomiendas? Sabe que no es monje, sino demonio". El obispo replicó: "Dices eso para no hacer lo que te ruego". A lo que el abad respondió: "Digo lo que él es, y para que no parezca que niego tu petición, lo recibiré".

Pasaron algunos días, y estando ausente del monasterio Equicio, sucedió que en otro monasterio de monjas sujetas a él cayó enferma una de ellas muy joven y de gran hermosura. Parecía que se iba a morir, pedía a voces que le llevaran allí Basilio Monje, que él sólo podía curarla. Avisaron de esto al abad Equicio, el cual dándose cuenta del engaño, y de que el fingido monje Basilio era causa de la enfermedad de aquélla monja y que pretendía su deshonra, mostrando en su rostro dijo: -Ya había dicho yo que en los hechos, éste era más demonio que hombre; id y echadle del monasterio. Y de la monja no os preocupéis, que luego quedará sana. Echaron al hipócrita de la congregación y sanó la religiosa. Al tiempo que salió Basilio del monasterio, dijo, oyéndolo muchos monjes: -muchas veces he levantado con arte mágica este edificio y casa en el aire, y nunca he podido hacer daño alguno, porque la santidad de Equicio me lo impide”.

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