jueves, 20 de agosto de 2020

Beato George Hafner


En el campo de concentración de Dachau, cerca de Munich, en Alemania, beato Jorge Häfner, presbítero y mártir, que testimonió la fe con su vida frente a un régimen contrario a la dignidad humana y cristiana.

Georg Hafner nació en Würzburgo (Alemania). Al finalizar la I Guerra Mundial, después de haber prestado el servicio militar como ayudante por un año, ingresó a estudiar teología y a formar parte de la asociación católica estudiantil “Unitas”. Luego se adhirió a la tercera orden del monte Carmelo. 

En 1924 fue ordenado sacerdote. Durante los cuatro primeros años como sacerdote (1924-1928) fue capellán en Motten, Goldbach, Mürsbach y Altglashütten. En 1934 se lo designó párroco en Oberschwarzach (Baviera).

El Padre Hafner vivió modestamente, centrado en la oración y el sacrificio. Ante la pretendida obligatoriedad del saludo nazi, dada su condición de sacerdote, él se opuso a realizar tal saludo y entró en conflicto con el régimen nacional socialista. Su escuela fue cerrada, pero Hafner continuó enseñando usando para ello la torre superior de la iglesia. En 1941 esta alternativa también fue prohibida. La situación del sacerdote era cada día más arriesgada, sus iniciativas molestaban al régimen nazi. 

El 31 de octubre de 1941 Hafner fue detenido. La Policía Secreta del Estado lo acusaba de haber incitado a la población contra los abusos cometidos por esa oficina causando un debilitamiento en el “frente interno”. El Vicario General Franz Miltenberger inmediatamente pidió la libertad del detenido, pero apenas seis semanas después ya estaba llegando a Dachau. 

Cuando el Padre Hafner llegó a Dachau, dos guardias le cayeron encima y lo golpearon en la cara, hasta hacerlo sangrar. Hafner nunca se quejó. Los sobrevivientes de Dachau lo evocan como un hombre sensible y profundamente religioso. En el campamento Hafner se sentía constantemente atacado por el hambre durante el invierno de 1941-42. Todo lo soportó hasta que a las 7:20 de la mañana del 20 de agosto de 1942, víctima del maltrato, la desnutrición, los flemones y otras múltiples enfermedades posiblemente causadas por la calidad del agua, en la más absoluta soledad entregó su alma al creador quien para los nazis era tan solo el prisionero 28876. 

Apenas seis meses antes había escrito: "la comodidad, la fuerza y todo lo que necesitamos lo encontramos en la oración y en la devoción a Dios… No queremos ni condenar un ser humano, ni sembrar el rencor contra quien quiera que sea. Más bien queremos ser buenos con todos"

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