sábado, 22 de agosto de 2020

Beato Bernardo Peroni de Ofida


En Offida, en el Piceno, de Italia, beato Bernardo (Domingo) Peroni, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, célebre por su sencillez de corazón, inocencia de vida y su admirable caridad para con los pobres.

Nació en Offida en la Marca de Ancona (Italia); se llamaba Domingo Peroni y era hijo de padres labradores. Nace en el mismo año en que muere su coterráneo san Serafín de Montegranaro, lego capuchino, cuya vida será para Bernardo un modelo que tratará de copiar con absoluta exactitud.

Ingresó como fraile capuchino lego, en el convento de Fermo a los 22 años de edad. Y empezó a trabajar con tal ahínco y con tales deseos de perfección, que por espacio de sesenta y ocho años no se detuvo un momento en el camino comenzado. En el monasterio ejerció al mismo tiempo los oficios de cocinero y enfermero. Sin descuidar la oración, la meditación, las penitencias y mortificaciones, se dedicó siempre con paciencia y con amor al trabajo que se le había encomendado; procurando hacerlo siempre todo del mejor modo posible. Después de la profesión, el alma de fray Bernardo no hizo otra cosa que cumplir al pie de la letra el programa del noviciado. Vivió en los conventos de Camerino, Áscoli, Fermo, Offida y otros; conoció y practicó todos los oficios de su estado; y siempre sus pensamientos eran rectos, sin doblez, anhelando la santidad como la conquista de un tesoro, alegre en los trabajos, riguroso en las penitencias, afable en las conversaciones, efusivo en la oración y caritativo hasta el heroísmo con grandes y pequeños.

Fray Bernardo fue adquiriendo, muy a su pesar, una fama extraordinaria de taumaturgo y de profeta. Sólo él podía decir con certidumbre dónde se encontraría un animal extraviado, cuándo sanaría o moriría un enfermo, cuándo se arrepentiría un pecador; sólo él podía dar consejos a los recalcitrantes, resolver las dudas de los doctos, hacer que prosperase un negocio difícil. El señor obispo de la diócesis viene con frecuencia hasta la celda del lego capuchino y se sienta en las tablas desnudas de la cama, porque fray Bernardo no tiene una mala silla que ofrecerle. Allí el sabio prelado habla con el lego, que le escucha de rodillas; se discuten los asuntos de la curia y se toman resoluciones disciplinarias para el buen gobierno del clero, se proponen altas cuestiones de teología dogmática y moral; y fray Bernardo, siempre inspirado por Dios, dice tales cosas y con tan prodigiosa sabiduría, que el señor obispo no puede prescindir de sus luces y de sus consejos.

Cuando alcanzo los 70 años regresó a Offida, donde fue portero del convento; siempre estaba dispuesto a hacer el bien. Cuando una fuerte carestía arrasó la región, él estaba allí para solucionar los problemas de los más necesitados. Un golpe repentino y gravísimo vino a aumentar los temores de todos: el santo anciano cayó en cama, abatido por la parálisis. Aun pudo levantarse algunos días y bajar a la iglesia; y fue maravilla ver al perfecto religioso, sin querer eximirse de ninguna obligación de la vida común, obedeciendo prontamente como en sus días de novicio.

El cadáver fue custodiado por hombres armados durante tres días y tres noches, para evitar que los ciudadanos de Áscoli, entusiastas admiradores del siervo de Dios, robaran los sagrados despojos. Su sepulcro, en la iglesia de los capuchinos de Offida, ha sido hasta el día de hoy un lugar de peregrinaciones continuas y de milagros incesantes.

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