miércoles, 31 de julio de 2019

Beata Sidonia Schelingová


En la ciudad de Trnava, en Eslovaquia, beata Sidonia (Cecilia) Schelingová, virgen de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz y mártir, que en tiempos difíciles para la Iglesia de su país, con motivo de proteger a un sacerdote, sufrió mucho de cuerpo y alma, y, contraida una enfermedad, se mostró testigo alegre y constante de Cristo.

Nació en Krivá, en Orava (Eslovaquia), en el seno de una familia de campesinos. En 1929 comenzó una colaboración con las Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz, en la que ingresó como religiosa, para entregarse más y mejor a Dios y al prójimo. En Podujajské Biskupice realizó estudios de enfermería y luego un curso de especialización en radiología. En 1937 emitió su profesión perpetua, escogiendo el nombre de Zdenka (Cecilia).

Se destacó por su entrega y amabilidad a los demás. La amistad espiritual con Cristo marcó su vida religiosa y su trabajo de enfermera. Trabajó como enfermera en Humenné. En 1942, invitada por la dirección del hospital del Estado, fue a trabajar a Bratislava, en la sección de radiología, como ayudante de laboratorio. Se dedicó a los enfermos siempre con una sonrisa y profesionalidad. Para sus compañeros de trabajo era “modelo de religiosa y de enfermera profesional”.

En 1948, el partido comunista tomó el poder e inició la persecución contra la Iglesia católica, las comunidades religiosas fueron disueltas y sus miembros condenados a trabajos forzados. En 1952 ayudó a huir a un sacerdote detenido que se encontraba en el hospital para ser curado después de una sesión de torturas. Zdenka ofreció su vida por la suya: “Jesús, te ofrezco mi vida por la tuya. ¡Sálvalo!”. Fue detenida en 1952. Sufrió crueles interrogatorios, con grandes humillaciones y torturas, y fue condenada a 12 años de cárcel por alta traición y diez años de pérdida de los derechos civiles.

En 1952 fue trasladada a la cárcel de Rimavská Sobota y luego, un año después, como castigo por no colaborar con los guardias, a la cárcel de Pardubice, mucho más dura. Su vía crucis prosiguió por varias prisiones y hospitales de cárceles, pues a causa de las torturas se le produjo un tumor maligno en el pecho y se agudizó la tuberculosis. Hasta los últimos momentos de su vida terrena soportó los sufrimientos con paciencia heroica, dispuesta a morir por su fe y el bien de la Iglesia, y sin ningún rencor hacía los que le habían causado tanto sufrimiento. Mientras era golpeada casi hasta la muerte, susurró: “El perdón es lo más grande de la vida”. En 1955, las autoridades comunistas previendo su próxima muerte le concedieron la amnistía y fue puesta en libertad, pocas semanas antes de su muerte, por sus sufrimientos se la considera mártir. Murió en Trnava. Fue beatificada por SS. Juan Pablo II en Eslovaquia, el 14 de septiembre de 2003.

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