En aquellos días, Saray maltrató a Agar, y ella se escapó.
El ángel del Señor la encontró junto a la fuente del desierto, la fuente del camino de Sur, y le dijo:
-«Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y adónde vas?»
Ella respondió:
-«Vengo huyendo de mi señora.»
El ángel del Señor le dijo:
-«Vuelve a tu señora y sométete a ella.»
Y el ángel del Señor añadió:
-«Haré tan numerosa tu descendencia que no se podrá contar.»
Y el ángel del Señor concluyó:
-«Mira, estás encinta y darás a luz un hijo y lo llamarás Ismael, porque el Señor te ha escuchado en la aflicción.
Será un potro salvaje: él contra todos y todos contra él; vivirá separado de sus hermanos.»
Agar dio un hijo a Abraham, y Abraham llamó Ismael al hijo que le había dado Agar.
Abraham tenía ochenta y seis años cuando Agar dio a luz a Ismael.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi
Padre que está en el cielo.
Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”
Yo entonces les declararé: ‘Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.”
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente. »
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.
Palabra del Señor.
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