Escasas son las fuentes históricas que hallamos sobre Florentina. Las que tenemos corresponden a lo que su hermano Leandro afirma en el capítulo 31 del De la instrucción de las vírgenes y del desprecio del mundo, y una breve alusión de San Isidoro cuando afirma que ha escrito su obra De fide catholica contra Iudaeos a petición de su hermana, lo cual indicaría que Florentina era una persona cultural y cristianamente bien formada, como sus hermanos.
Florentina nació en la provincia cartaginense o en la misma Cartagena hacia el año 5503; el nombre de su padre se conoce por lo que dice su hermano Isidoro al hablar de Leandro, el hermano mayor de la familia: «Leandro, hijo de un padre llamado Severiano de la provincia hispana cartaginense».
Su hermano Leandro, refiriéndose a su tierra, salió de Cartagena a una edad muy temprana: «fuiste sacada de aquella tierra a una edad en la que, aun cuando en ella habías nacido...». Algunos han pretendido que Severiano era un duque (dux) de esta provincia e hijo de Teodorico y padre de Teodora, esposa de Leovigildo y madre de Hermenegildo y Recaredo. Pero está comprobado que esta teoría no tiene ningún fundamento, por no estar basada en datos históricos ciertos; todo se reduciría a fábulas o cosas parecidas6. Católico sí era y posiblemente hispanorromano7.
Sin embargo, el nombre de su madre no se conoce. Los consejos que Leandro da a su hermana Florentina, sobre el respeto y el cariño a Túrtura, la superiora del monasterio, motivaron que algunos confundieran este nombre y afirmaran, sin fundamento suficientemente serio, que el nombre de la madre de Florentina era Túrtura. No comprendemos cómo especialistas como J. Fontaine y otros han podido pasar por alto datos del capítulo 31 del De institutione virginum, donde se alude claramente a la muerte ya acaecida de los padres de estos cuatro hermanos: «Por último, queridísima hermana, te ruego..., no te olvides de nuestro hermano menor Isidoro, que nos fue encomendado por nuestros padres a los tres hermanos restantes, tras ponerlo bajo la protección divina, cuando, gozosos y libres de toda preocupación por su niñez, pasaron a la compañía del Señor" 10. Si los padres habían fallecido ya, Túrtura no podía ser la madre natural de Florentina.
En realidad, lo que Leandro dice es lo siguiente: «Tú, que naciste de Túrtura, eres hija de la sencillez. En esa sola persona hallarás compendiados los oficios de muchos de tus seres queridos. Mira a Túrtura como a una madre, considera a Túrtura tu maestra; y puesto que ella te engendra todos los días para Cristo con su afecto, estímala como madre más querida que la que te dio el ser». Está claro que Túrtura no era su madre, sino su superiora: «toma por madre» y «toma por maestra», son dos expresiones que no equivalen a «es tu madre», «es tu maestra», sino dos maneras de hablar aconsejando cómo tenía que conducirse con Túrtura.
Sus padres, como se ha dicho, habían muerto según afirma el propio Leandro al recomendarle a su hermano pequeño Isidoro («y no te olvides de nuestro hermano menor Isidoro, que nos fue encomendado por nuestros padres a los tres hermanos restantes» y al mencionar a su madre ya fallecida alude a los recuerdos que de ella mantenía. Leandro prosigue refiriendo palabras y recuerdos de su madre: «Con frecuencia, hablando con nuestra madre, al desear saber yo si le gustaría regresar a la patria, ella, que comprendía que había salido de allí por voluntad divina y para conseguir salvarse, solía responderme..., que no quería ver su tierra y que jamás la volvería a ver, y, bañada en lágrimas, añadía: el destierro me hizo conocer a Dios; desterrada moriré, y deseo recibir sepultura donde adquirí conocimiento de Dios. Pongo a Jesús por testigo de que esto es lo que recuerdo haberle oído decir de sus deseos y aspiraciones: que, por larga que fuese su vida, no volvería a ver su patria».
Si del nombre de la madre no tenemos datos fiables ni tampoco tenemos ninguno de su origen godo, sin embargo sabemos, por los datos que ofrece Leandro, que era posiblemente arriana, al referir sus propias palabras: «... y bañada en lágrimas, añadía: "El destierro me hizo conocer a Dios; desterrada moriré, y deseo recibir sepultura donde adquirí conocimiento de Dios"». Muchos investigadores han entendido esto como un abandono del arrianismo para convertirse al catolicismo, aunque hay discrepancias entre ellos.
Según Leandro, Florentina nació en Cartagena y salió cuando aún era muy pequeña. En efecto, en el año 554 Florentina salía hacia el destierro, con sus padres y hermanos, siendo muy niña según se deduce de lo que afirma su hermano Leandro: «Fuiste sacada de aquella tierra a una edad en la que, aun cuando en ella habías nacido, no puedes ahora recordarla. No guardas recuerdo alguno que permita a tu ánimo sentir nostalgia; dichosa de ti, que ignoras lo que, sin duda, te causaría dolor. En consecuencia, Leandro alude a una edad en la que Florentina carecería aún del uso de razón. Si aceptamos como año de nacimiento el 550, Florentina tendría unos cuatro años cuando sus padres y hermanos salieron de Cartagena. Hay, sin embargo, algunos datos ciertos: Leandro era su hermano mayor, e Isidoro, su hermano menor. Si tenemos en cuenta lo que Leandro dice, se puede conjeturar, en primer lugar, que Fulgencio (-16 de enero) sería mayor que ella, dado que sería algo difícil que coincidieran en la familia dos niños tan pequeños. Y, en segundo lugar, si hacemos caso a lo que afirman J. Velázquez y E. Romero Pose, Leandro había enviado a su hermano Fulgencio a Cartagena para hacerse cargo de los bienes de su padre. El hecho de haberlo mandado allí con alguna responsabilidad, implicaría que éste tendría un mínimo de conocimientos del lugar y de la situación familiar y patrimonial, conocimiento que no sólo habría recibido de su propio hermano Leandro, sino de su propia estancia consciente en aquella tierra. En ese sentido sería el segundo de los hermanos. No obstante, lo único cierto es que Florentina y él ocupaban los lugares intermedios entre Leandro e Isidoro.
A la muerte de sus padres en tierras andaluzas, se hizo cargo de los hermanos Leandro, que era el hermano mayor. Era lógico que éste continuara velando por la formación cultural y religiosa de sus hermanos. Según se deduce del libro que ella pidió a su hermano Isidoro sobre las pruebas de la fe cristiana en el Antiguo Testamento, parece que Leandro puso gran empeño en la formación religiosa y profana de su hermana, aprovechándose ésta de esas enseñanzas, entre las que tuvo un lugar preferente, para ella, la Sagrada Escritura. Esta intensa formación y el ejemplo y experiencia que Leandro tenía de la vida monástica se dejó sentir en Florentina, que adoptó este género de vida en un monasterio de Écija. Como afirma F. de Vizmanos, entraba dentro de lo normal que dos desengaños prematuros de su destierro, el dolor por la rápida desaparición de sus padres, la orientación religiosa..., le hicieran concebir el propósito de consagrarse a Cristo, retirándose a un monasterio situado probablemente en Écija, cuya sede episcopal gobernaba su hermano Fulgencio. Una tradición, conservada hasta el día de hoy entre vistosidades de romerías y procesiones, señala como emplazamiento del convento visigodo un lugar en las afueras de la ciudad, a orillas del Genil, llamado Nuestra Señora del Valle. De creer a los antiguos breviarios sevillanos, Santa Florentina no sólo fue superiora de aquel monasterio, sino que tuvo a su cargo otros varios de la comarca, con un total de monjas rayano en el millar. Pudo haber tenido alguna tentación de dejar el monasterio para volver con su hermano Fulgencio a Cartagena, según se desprende de las palabras de su hermano Leandro: «Te ruego encarecidamente, hermana, que te guardes de lo que tanto temor infundía a tu madre y evites con suma cautela la desgracia de la que ella huyó por haberla experimentado». Para el investigador J. Vives, «hay buenas razones para creer que después de la muerte de la abadesa Túrtura, Florentina ocupó su lugar, porque San Braulio (-26 de marzo) la llama praeposita virginum (prepósita de vírgenes) en el prefacio de las obras de Isidoro».
No sabemos con qué motivo le dedicó su hermano Leandro una de las dos obras que quedan de él: el De institutione virginum, cuyo capítulo 31 es el que contiene los datos más personales que Leandro ofrece sobre su familia. Las conjeturas no faltan.
Florentina había decidido entregarse al Señor en la vida monástica, hasta el posible conato de que Florentina, ya monja, hubiera decidido abandonar el monasterio para marchar con su hermano Fulgencio a Cartagena. Por eso le avisaría Leandro sobre los peligros que suponía la vuelta atrás, tanto figurada como realmente, refiriendo palabras de su madre: «Te ruego encarecidamente, hermana, que te guardes de lo que tanto temor infundía a tu madre...; no obstante, estaré suficientemente protegido si tú, que te hallas más segura por estar de allí ausente, ruegas al Señor por él»; «no alces el vuelo del nido...». Un estilo familiar y cercano del De institutione virginum se detecta en el abundante empleo de pronombres personales, posesivos personales que llevan siempre una fuerte dosis psicológica enfática y frecuentemente afectiva y significan e indican calor y cercanía; además de esto se hallan las expresiones afectuosas en superlativo como soror carissima, carissima mi Florentina, carissima te germana.
Según J. Vives, Florentina murió en el año 633 y fue sepultada al lado de la tumba de Leandro, que había fallecido en el año 601. Entre ellos dos se enterró en el año 636 su hermano Isidoro, según lo atestigua una inscripción. Su culto consta a partir del siglo XII, según un calendario franco-hispánico de finales del siglo XII, aunque eso no quiere decir que no existiera antes. Los calendarios mozárabes anteriores no la mencionan, sino que se añade su oficio de la liturgia hispana en el breviario de 1502, preparado por orden del cardenal J. de Cisneros.
En su Crónica de la Provincia Franciscana de Cartagena, el padre Manuel Ortega refiere que, en el año 1593, el también franciscano fray Diego de Arce «fue nombrado Comisario, por el Señor Don Sancho Davila, y Toledo, obispo de este Obispado, y por la Ciudad de Murcia, para que trajese las reliquias de los dos Santos Hermanos, Cartaginenses, San Fulgencio, y Santa Florentina, que por intercesión del Señor Felipe Segundo, se pudieron conseguir, para esta dicha Ciudad, y su Santa Iglesia. Hallándose, los dos hermanos, en Madrid, cayó enfermo, el dicho Don Pedro; y el M. R. P. Arce, pasó al Escorial, en donde se hallaba, á la sazón, el Católico Monarca; y allí le entregaron las reliquias, que habían sido conducidas, de orden del Rey, desde la Villa de Bercozana, del Obispado de Plasencia, en donde estuvieron, depositadas, algunos siglos. Habiendo vuelto, pues, el M. R. P. Arce, a su Convento de Murcia, lo hicieron Vicario Provincial, por muerte del Ministro, Lain; y después, Provincial absoluto, como ya dejamos historiado.
Florentina nació en la provincia cartaginense o en la misma Cartagena hacia el año 5503; el nombre de su padre se conoce por lo que dice su hermano Isidoro al hablar de Leandro, el hermano mayor de la familia: «Leandro, hijo de un padre llamado Severiano de la provincia hispana cartaginense».
Su hermano Leandro, refiriéndose a su tierra, salió de Cartagena a una edad muy temprana: «fuiste sacada de aquella tierra a una edad en la que, aun cuando en ella habías nacido...». Algunos han pretendido que Severiano era un duque (dux) de esta provincia e hijo de Teodorico y padre de Teodora, esposa de Leovigildo y madre de Hermenegildo y Recaredo. Pero está comprobado que esta teoría no tiene ningún fundamento, por no estar basada en datos históricos ciertos; todo se reduciría a fábulas o cosas parecidas6. Católico sí era y posiblemente hispanorromano7.
Sin embargo, el nombre de su madre no se conoce. Los consejos que Leandro da a su hermana Florentina, sobre el respeto y el cariño a Túrtura, la superiora del monasterio, motivaron que algunos confundieran este nombre y afirmaran, sin fundamento suficientemente serio, que el nombre de la madre de Florentina era Túrtura. No comprendemos cómo especialistas como J. Fontaine y otros han podido pasar por alto datos del capítulo 31 del De institutione virginum, donde se alude claramente a la muerte ya acaecida de los padres de estos cuatro hermanos: «Por último, queridísima hermana, te ruego..., no te olvides de nuestro hermano menor Isidoro, que nos fue encomendado por nuestros padres a los tres hermanos restantes, tras ponerlo bajo la protección divina, cuando, gozosos y libres de toda preocupación por su niñez, pasaron a la compañía del Señor" 10. Si los padres habían fallecido ya, Túrtura no podía ser la madre natural de Florentina.
En realidad, lo que Leandro dice es lo siguiente: «Tú, que naciste de Túrtura, eres hija de la sencillez. En esa sola persona hallarás compendiados los oficios de muchos de tus seres queridos. Mira a Túrtura como a una madre, considera a Túrtura tu maestra; y puesto que ella te engendra todos los días para Cristo con su afecto, estímala como madre más querida que la que te dio el ser». Está claro que Túrtura no era su madre, sino su superiora: «toma por madre» y «toma por maestra», son dos expresiones que no equivalen a «es tu madre», «es tu maestra», sino dos maneras de hablar aconsejando cómo tenía que conducirse con Túrtura.
Sus padres, como se ha dicho, habían muerto según afirma el propio Leandro al recomendarle a su hermano pequeño Isidoro («y no te olvides de nuestro hermano menor Isidoro, que nos fue encomendado por nuestros padres a los tres hermanos restantes» y al mencionar a su madre ya fallecida alude a los recuerdos que de ella mantenía. Leandro prosigue refiriendo palabras y recuerdos de su madre: «Con frecuencia, hablando con nuestra madre, al desear saber yo si le gustaría regresar a la patria, ella, que comprendía que había salido de allí por voluntad divina y para conseguir salvarse, solía responderme..., que no quería ver su tierra y que jamás la volvería a ver, y, bañada en lágrimas, añadía: el destierro me hizo conocer a Dios; desterrada moriré, y deseo recibir sepultura donde adquirí conocimiento de Dios. Pongo a Jesús por testigo de que esto es lo que recuerdo haberle oído decir de sus deseos y aspiraciones: que, por larga que fuese su vida, no volvería a ver su patria».
Si del nombre de la madre no tenemos datos fiables ni tampoco tenemos ninguno de su origen godo, sin embargo sabemos, por los datos que ofrece Leandro, que era posiblemente arriana, al referir sus propias palabras: «... y bañada en lágrimas, añadía: "El destierro me hizo conocer a Dios; desterrada moriré, y deseo recibir sepultura donde adquirí conocimiento de Dios"». Muchos investigadores han entendido esto como un abandono del arrianismo para convertirse al catolicismo, aunque hay discrepancias entre ellos.
Según Leandro, Florentina nació en Cartagena y salió cuando aún era muy pequeña. En efecto, en el año 554 Florentina salía hacia el destierro, con sus padres y hermanos, siendo muy niña según se deduce de lo que afirma su hermano Leandro: «Fuiste sacada de aquella tierra a una edad en la que, aun cuando en ella habías nacido, no puedes ahora recordarla. No guardas recuerdo alguno que permita a tu ánimo sentir nostalgia; dichosa de ti, que ignoras lo que, sin duda, te causaría dolor. En consecuencia, Leandro alude a una edad en la que Florentina carecería aún del uso de razón. Si aceptamos como año de nacimiento el 550, Florentina tendría unos cuatro años cuando sus padres y hermanos salieron de Cartagena. Hay, sin embargo, algunos datos ciertos: Leandro era su hermano mayor, e Isidoro, su hermano menor. Si tenemos en cuenta lo que Leandro dice, se puede conjeturar, en primer lugar, que Fulgencio (-16 de enero) sería mayor que ella, dado que sería algo difícil que coincidieran en la familia dos niños tan pequeños. Y, en segundo lugar, si hacemos caso a lo que afirman J. Velázquez y E. Romero Pose, Leandro había enviado a su hermano Fulgencio a Cartagena para hacerse cargo de los bienes de su padre. El hecho de haberlo mandado allí con alguna responsabilidad, implicaría que éste tendría un mínimo de conocimientos del lugar y de la situación familiar y patrimonial, conocimiento que no sólo habría recibido de su propio hermano Leandro, sino de su propia estancia consciente en aquella tierra. En ese sentido sería el segundo de los hermanos. No obstante, lo único cierto es que Florentina y él ocupaban los lugares intermedios entre Leandro e Isidoro.
A la muerte de sus padres en tierras andaluzas, se hizo cargo de los hermanos Leandro, que era el hermano mayor. Era lógico que éste continuara velando por la formación cultural y religiosa de sus hermanos. Según se deduce del libro que ella pidió a su hermano Isidoro sobre las pruebas de la fe cristiana en el Antiguo Testamento, parece que Leandro puso gran empeño en la formación religiosa y profana de su hermana, aprovechándose ésta de esas enseñanzas, entre las que tuvo un lugar preferente, para ella, la Sagrada Escritura. Esta intensa formación y el ejemplo y experiencia que Leandro tenía de la vida monástica se dejó sentir en Florentina, que adoptó este género de vida en un monasterio de Écija. Como afirma F. de Vizmanos, entraba dentro de lo normal que dos desengaños prematuros de su destierro, el dolor por la rápida desaparición de sus padres, la orientación religiosa..., le hicieran concebir el propósito de consagrarse a Cristo, retirándose a un monasterio situado probablemente en Écija, cuya sede episcopal gobernaba su hermano Fulgencio. Una tradición, conservada hasta el día de hoy entre vistosidades de romerías y procesiones, señala como emplazamiento del convento visigodo un lugar en las afueras de la ciudad, a orillas del Genil, llamado Nuestra Señora del Valle. De creer a los antiguos breviarios sevillanos, Santa Florentina no sólo fue superiora de aquel monasterio, sino que tuvo a su cargo otros varios de la comarca, con un total de monjas rayano en el millar. Pudo haber tenido alguna tentación de dejar el monasterio para volver con su hermano Fulgencio a Cartagena, según se desprende de las palabras de su hermano Leandro: «Te ruego encarecidamente, hermana, que te guardes de lo que tanto temor infundía a tu madre y evites con suma cautela la desgracia de la que ella huyó por haberla experimentado». Para el investigador J. Vives, «hay buenas razones para creer que después de la muerte de la abadesa Túrtura, Florentina ocupó su lugar, porque San Braulio (-26 de marzo) la llama praeposita virginum (prepósita de vírgenes) en el prefacio de las obras de Isidoro».
No sabemos con qué motivo le dedicó su hermano Leandro una de las dos obras que quedan de él: el De institutione virginum, cuyo capítulo 31 es el que contiene los datos más personales que Leandro ofrece sobre su familia. Las conjeturas no faltan.
Florentina había decidido entregarse al Señor en la vida monástica, hasta el posible conato de que Florentina, ya monja, hubiera decidido abandonar el monasterio para marchar con su hermano Fulgencio a Cartagena. Por eso le avisaría Leandro sobre los peligros que suponía la vuelta atrás, tanto figurada como realmente, refiriendo palabras de su madre: «Te ruego encarecidamente, hermana, que te guardes de lo que tanto temor infundía a tu madre...; no obstante, estaré suficientemente protegido si tú, que te hallas más segura por estar de allí ausente, ruegas al Señor por él»; «no alces el vuelo del nido...». Un estilo familiar y cercano del De institutione virginum se detecta en el abundante empleo de pronombres personales, posesivos personales que llevan siempre una fuerte dosis psicológica enfática y frecuentemente afectiva y significan e indican calor y cercanía; además de esto se hallan las expresiones afectuosas en superlativo como soror carissima, carissima mi Florentina, carissima te germana.
Según J. Vives, Florentina murió en el año 633 y fue sepultada al lado de la tumba de Leandro, que había fallecido en el año 601. Entre ellos dos se enterró en el año 636 su hermano Isidoro, según lo atestigua una inscripción. Su culto consta a partir del siglo XII, según un calendario franco-hispánico de finales del siglo XII, aunque eso no quiere decir que no existiera antes. Los calendarios mozárabes anteriores no la mencionan, sino que se añade su oficio de la liturgia hispana en el breviario de 1502, preparado por orden del cardenal J. de Cisneros.
En su Crónica de la Provincia Franciscana de Cartagena, el padre Manuel Ortega refiere que, en el año 1593, el también franciscano fray Diego de Arce «fue nombrado Comisario, por el Señor Don Sancho Davila, y Toledo, obispo de este Obispado, y por la Ciudad de Murcia, para que trajese las reliquias de los dos Santos Hermanos, Cartaginenses, San Fulgencio, y Santa Florentina, que por intercesión del Señor Felipe Segundo, se pudieron conseguir, para esta dicha Ciudad, y su Santa Iglesia. Hallándose, los dos hermanos, en Madrid, cayó enfermo, el dicho Don Pedro; y el M. R. P. Arce, pasó al Escorial, en donde se hallaba, á la sazón, el Católico Monarca; y allí le entregaron las reliquias, que habían sido conducidas, de orden del Rey, desde la Villa de Bercozana, del Obispado de Plasencia, en donde estuvieron, depositadas, algunos siglos. Habiendo vuelto, pues, el M. R. P. Arce, a su Convento de Murcia, lo hicieron Vicario Provincial, por muerte del Ministro, Lain; y después, Provincial absoluto, como ya dejamos historiado.
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