Yo, Tobías, procedí toda mi vida con sinceridad y honradez, e hice muchas limosnas a mis parientes y compatriotas deportados conmigo a Nínive de Asiria.
En nuestra fiesta de Pentecostés, la fiesta de las Semanas, me prepararon una buena comida. Cuando me puse a la mesa, llena de platos variados, dije a mi hijo Tobías: -«Hijo, anda a ver si encuentras a algún pobre de nuestros compatriotas deportados a Nínive, uno que se acuerde de Dios con toda el alma, y tráelo para que coma con nosotros. Te espero, hijo, hasta que vuelvas.»
Tobías marchó a buscar a algún israelita pobre y, cuando volvió, me dijo: -«Padre.»
Respondí: -«¿Qué hay, hijo?»
Repuso: -«Padre, han asesinado a un israelita. Lo han estrangulado hace un momento, y lo han dejado tirado ahí, en la plaza.»
Yo pegué un salto, dejé la comida sin haberla probado, recogí el cadáver de la plaza y lo metí en una habitación para enterrarlo cuando se pusiera el sol. Cuando volví, me lavé y comí entristecido, recordando la frase del profeta Amós contra Betel: «Se cambiarán vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegías.»
Y lloré. Cuando se puso el sol, fui a cavar una fosa y lo enterré.
Los vecinos se me reían: -« ¡Ya no tiene miedo! Lo anduvieron buscando para matarlo por eso mismo, y entonces se escapó; pero ahora ahí lo tenéis, enterrando muertos.»
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos:
-«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los apalearon o los mataron.
Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron:
"Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia. "
Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros.
¿No habéis leído aquel texto: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"?»
Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.
Palabra del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario