Mártires († a. 287) La acción se desarrolla en el marco de la ciudad de Sevilla. Justa y Rufina viven y respiran según el Evangelio.
Con el producto de su trabajo honrado viven ellas y benefician al prójimo; la gente comenta que su caridad va con mano larga y también eso se nota por los miserables que salen de su casa con un puchero lleno de algo caliente para calmar al estómago y restaurar las fuerzas.
La fiesta de Salambó -Venus- vino a alterar su tranquila y laboriosa existencia. Han salido las damas nobles por las calles, llevando a hombros su estatua; van remedando gritos y lamentos, fingen gemidos y ademanes de dolor imitando la angustia de Venus que llora la muerte de su enamorado Adonis.
Cuando llegan a la altura de la casa-tienda-taller de Justa y Rufina y pedirles limosna para los festejos, las dos hermanas se niegan al unísono a cooperar con el culto pagano. Además se despachan a gusto, hablando de Dios, de Jesucristo el Señor, de la falsedad de su ídolo, obra del demonio, sin vida ni poder, aborrecible y despreciable.
Se enervaron las ilustres damas paganas, que dejan caer la estatua llevada en andas y tanto los cacharros en venta como el ídolo portado, acabaran hechos pedazos en el suelo. Pronto comenzó el culto a las mártires sevillanas. Son testigos el código Veronense y los templos que muy pronto se levantaron en su honor.
En los breviarios antiguos se reza que san Leandro se enterró en Sevilla en la iglesia de las santas Justa y Rufina.
Con el producto de su trabajo honrado viven ellas y benefician al prójimo; la gente comenta que su caridad va con mano larga y también eso se nota por los miserables que salen de su casa con un puchero lleno de algo caliente para calmar al estómago y restaurar las fuerzas.
La fiesta de Salambó -Venus- vino a alterar su tranquila y laboriosa existencia. Han salido las damas nobles por las calles, llevando a hombros su estatua; van remedando gritos y lamentos, fingen gemidos y ademanes de dolor imitando la angustia de Venus que llora la muerte de su enamorado Adonis.
Cuando llegan a la altura de la casa-tienda-taller de Justa y Rufina y pedirles limosna para los festejos, las dos hermanas se niegan al unísono a cooperar con el culto pagano. Además se despachan a gusto, hablando de Dios, de Jesucristo el Señor, de la falsedad de su ídolo, obra del demonio, sin vida ni poder, aborrecible y despreciable.
Se enervaron las ilustres damas paganas, que dejan caer la estatua llevada en andas y tanto los cacharros en venta como el ídolo portado, acabaran hechos pedazos en el suelo. Pronto comenzó el culto a las mártires sevillanas. Son testigos el código Veronense y los templos que muy pronto se levantaron en su honor.
En los breviarios antiguos se reza que san Leandro se enterró en Sevilla en la iglesia de las santas Justa y Rufina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario