En aquellos días, cuando David volvía de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel al encuentro del Saúl, para cantar danzando con tambores, gritos de alborozo y címbalos.
Las mujeres cantaban y repetían al bailar: «Saúl mató a mil, y David a diez mil».
A Saúl le enojó mucho aquella copla, y le pareció mal, pues pensaba: «Han asignado diez mil a David y a mil a mí. No le falta más que la realeza» Desde aquel día Saúl vio con malos ojos a David.
Saúl manifestó a su hijo Jonatán y a sus servidores la intención de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David. Y le advirtió: «Mi padre busca el modo de matarte. Mañana toma precauciones, quédate en lugar secreto y permanece allí oculto. Yo saldré y me colocaré al lado de mi padre en el campo donde te encuentres. Le hablaré de ti veré lo que hay y te lo comunicaré». Jonatán habló bien de David a su padre Saúl. Le dijo: «No hagas daño al rey a su siervo David, pues él no te ha hecho mal alguno y su conducta ha sido muy favorable hacía ti. Expuso su vida, mató al filisteo y el Señor concedió una gran victoria a todo Israel.
Entonces te alegraste al verlo. Una gran victoria; bien que te alegraste al verlo. ¿Por qué hacerte culpable de sangre inocente, matando a David sin motivo?». Saúl escuchó lo que le decía Jonatán, y juró: «Por vida del Señor, no morirá».
Jonatán llamó a David y le contó toda aquella conversación. Le trajo junto a Saúl y siguió a su servicio como antes.
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él, y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
Palabra del Señor.
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