En la villa de Torrent, en España, beata Carmen García Moyón, mártir, maestra de la doctrina cristiana, que en la cruel persecución religiosa fue violada y quemada viva por causa de su fe en Cristo.
Nació en Nantes, Francia; era hija de padre español y madre francesa; el padre era un carlista exiliado en Francia. El padre decidió regresar a España y se estableció en Barcelona, aquí pasó Carmen toda su juventud. Creyó que su vocación era la vida religiosa y por ello ingresó en el noviciado de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, haciendo sus primeros votos en 1920, pero comprobó que este no era su camino y dejó la comunidad.
Se propuso ser una verdadera apóstol seglar, y junto con su amiga Asunción Fernández Roig, que también había estado en el mismo convento, se trasladó a Manises. Se ganó la vida como costurera y todo su tiempo libre fue para las obras apostólicas. Hacia 1928, ambas amigas se establecieron en Torrente y trabajaron algunas horas en el convento de los Terciarios Capuchinos de la Virgen de los Dolores, con quienes colaboraron apostólicamente. Fue catequista. Cuando su amiga se casó, Carmen montó un taller de costura donde realizó un gran trabajo apostólico entre sus alumnas. También emprendió numerosas obras de caridad, visitando a los enfermos pobres. Al crearse en el convento la rama femenina de la Pía Unión de San Antonio, Carmen fue una de las primeras en inscribirse y colaboró como catequista de niñas.
Cuando llegó la revolución de 1936, no dudó en exponerse a fin de sostener el ánimo de los católicos perseguidos. Llevaba la Eucaristía por las casas y servía de enlace entre los sacerdotes y los fieles. Cuando mataron a los Terciarios Capuchinos del convento de Torrente, no decayó su ánimo. No se escondió y no disimuló su condición de católica. Fue apresada y la llevaron a la carretera de Montserrat y junto al Barranc de les Canyes, intentaron violarla, pero ella se defendió diciendo que prefería la muerte. Entonces fue rociada de gasolina y convertida en una tea viva, fue gritando vivas a Cristo Rey, de un lado a otro, sin poder tampoco reprimir gritos de dolor, mientras los milicianos se burlaban de ella, hasta que murió tan cruelmente. Fue elevada a los altares en el grupo de 233 mártires de la misma persecución beatificados por SS Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.
Nació en Nantes, Francia; era hija de padre español y madre francesa; el padre era un carlista exiliado en Francia. El padre decidió regresar a España y se estableció en Barcelona, aquí pasó Carmen toda su juventud. Creyó que su vocación era la vida religiosa y por ello ingresó en el noviciado de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, haciendo sus primeros votos en 1920, pero comprobó que este no era su camino y dejó la comunidad.
Se propuso ser una verdadera apóstol seglar, y junto con su amiga Asunción Fernández Roig, que también había estado en el mismo convento, se trasladó a Manises. Se ganó la vida como costurera y todo su tiempo libre fue para las obras apostólicas. Hacia 1928, ambas amigas se establecieron en Torrente y trabajaron algunas horas en el convento de los Terciarios Capuchinos de la Virgen de los Dolores, con quienes colaboraron apostólicamente. Fue catequista. Cuando su amiga se casó, Carmen montó un taller de costura donde realizó un gran trabajo apostólico entre sus alumnas. También emprendió numerosas obras de caridad, visitando a los enfermos pobres. Al crearse en el convento la rama femenina de la Pía Unión de San Antonio, Carmen fue una de las primeras en inscribirse y colaboró como catequista de niñas.
Cuando llegó la revolución de 1936, no dudó en exponerse a fin de sostener el ánimo de los católicos perseguidos. Llevaba la Eucaristía por las casas y servía de enlace entre los sacerdotes y los fieles. Cuando mataron a los Terciarios Capuchinos del convento de Torrente, no decayó su ánimo. No se escondió y no disimuló su condición de católica. Fue apresada y la llevaron a la carretera de Montserrat y junto al Barranc de les Canyes, intentaron violarla, pero ella se defendió diciendo que prefería la muerte. Entonces fue rociada de gasolina y convertida en una tea viva, fue gritando vivas a Cristo Rey, de un lado a otro, sin poder tampoco reprimir gritos de dolor, mientras los milicianos se burlaban de ella, hasta que murió tan cruelmente. Fue elevada a los altares en el grupo de 233 mártires de la misma persecución beatificados por SS Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.
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