Beato Ceferino Agostini, presbítero y fundador Congregación de las Ursulinas de María Inmaculada
Nació en Verona, Italia, el 24 de septiembre de 1813 y falleció en Verona, el 6 de abril de 1896
Fue beatificado por san Juan Pablo II el 25 de octubre de 1998
Se lo celebra el 6 de abril
La católica Verona, es durante todo el Ochocientos una cantera de santos, beatos, venerables y siervos de Dios, casi todos fundadores de Institutos religiosos, asistenciales y de formación; conocerá aún un otro digno hijo, el beato Ceferino Agostini, que nace a Verona el 24 de septiembre de 1813.
Quedo huérfano de padre cuando no aún tenía un año, fue educado por su madre Ángela Frattini junto a sus otros hermanos.
Pasó la infancia y la niñez con los abuelos paternos en Terrossa, provincia de Verona, donde aprendió a leer y a escribir; después frecuentó la escuela en el gimnasio municipal de Verona; a los 18 años siguió su vocación al sacerdocio, entró en el Seminario episcopal de la diócesis, para proseguir los estudios, teniendo come maestro al siervo de Dios Nicolás Mazza (1790-1865).
Fue ordenado sacerdote el 11 de marzo de 1837 por monseñor José Grasser, obispo de Verona; transcurrió los primeros ocho años de sacerdocio en la parroquia natal, de 1837 a 1845, dedicándose con celo a la instrucción del catecismo y a la asistencia de los jóvenes del oratorio.
Al mismo tiempo trabajaba también en la Curia con diligencia y precisión, como estrecho colaborador de los obispos Grasser y Mutti. El 29 de junio de 1845 tomó posesión de la parroquia de los Santos Nazario y Celso, desde muchos años privada de párroco y allí permaneció hasta su fallecimiento.
Todos los campos de la pastoral parroquial, fueron desarrollados con celo, en particular la predicación, la catequesis, los sacramentos de la confesión y de la Eucaristía; tenía el don del consejo justo y de la prudencia.
Con intuición pastoral promovió las asociaciones laicales dedicadas a la formación espiritual y al apostolado: como los Oratorios para la juventud, la Confraternidad de la Doctrina Cristiana y del SS. Sacramento, la Pía Asociación de las Madres Cristianas, el Comité Parroquial y en 1856 el Sodalicio de las “Hermanas Devotas de Santa Ángela”, para que lo ayudasen en la educación de a juventud femenina.
Desde 1860 algunas de estas colaboradoras comenzaron a hacer vida común pero el párroco Agostini no estaba aún convencido de una nueva Institución; se contactó para este fin con las Religiosas de María Niña y las Hijas de la Caridad Canosianas.
Solo en el 1869 maduró el convencimiento de sostener esta obra y darle una fisonomía que tomó del pensamiento de Santa Ángela Merici; en efecto en aquel año don Ceferino Agostini tuvo el encargo por el obispo Luigi di Canossa, futuro cardenal, de reconstruir en la diócesis la Compañía de Santa Ursula, a la cual conformó también el pequeño grupo que había iniciado en la vida en común y que después se desarrolló como Congregación de las “Ursulinas de María Inmaculada”, para quienes elaboró la Regla; fue reconocido como fundador y padre espiritual de la naciente Institución y director general de las Ursulinas de la diócesis.
Se delinearon así el fin desde el inicio, los dos caminos distintos, en los cuales caminaban para el mismo fin, las discípulas de Agostini: las internas con vida en común, las externas viviendo con sus respectivas familias.
No obstante estos grandes empeños, no descuidó nunca la obra del párroco como pastor de almas y también los fieles no escindió nunca la figura del párroco de aquella del fundador, en efecto cuando nombraban las Ursulinas, las llamaban: “las religiosas del arcipreste”; cuando cumplió 50 años de ministerio parroquial, recibió los elogios públicos del obispo y de sus superiores, que tuvieron todos palabras de estima para él y por la fama de santidad, que gozaba en vida tenido en cuenta por sus contemporáneos.
Fue llamado también a predicar ejercicios espirituales a seminaristas, a ordenandos, y a sacerdotes, como apreciado maestro y guía en la vida espiritual.
Por todo esto el beato Ceferino Agostini, sacerdote por vocación, párroco por misión, fundador por providencial ocasión, ofreció un ejemplo admirable de vida sacerdotal y de apostolado parroquial, de servicio de la palabra de Dios y de obra de formación a la vida cristiana.
Las religiosas Ursulinas por su especifica misión, están habilitadas para ayudar a las jóvenes a superar las dificultades que se oponen al crecimiento humano y cristiano y adonde ellas llegan, apenas sea posible, surge una escuela, como medio eficaz para evangelizar y elevar la calidad de vida de las jóvenes y por lo tanto de la comunidad.
El fundador Agostini agrega a la intuición de santa Ángela Merici, el valor comunitario del testimonio y de la misión cumplidas juntamente, dice: “Cada una de vosotras, esposa de Jesucristo, tiene por compañera a otras esposas de Cristo y por esto debéis estimaros y amaros como hermanas… la caridad fraterna debe ser el vinculo que os una y el signo que os distingue”.
Don Ceferino murió el 6 de abril de 1896 en Verona y sus restos mortales reposan en la capilla de la casa-madre de las Ursulinas Hijas de María Inmaculada. Ha sido beatificado por san Juan Pablo II el 25 de octubre de 1998.
Nació en Verona, Italia, el 24 de septiembre de 1813 y falleció en Verona, el 6 de abril de 1896
Fue beatificado por san Juan Pablo II el 25 de octubre de 1998
Se lo celebra el 6 de abril
La católica Verona, es durante todo el Ochocientos una cantera de santos, beatos, venerables y siervos de Dios, casi todos fundadores de Institutos religiosos, asistenciales y de formación; conocerá aún un otro digno hijo, el beato Ceferino Agostini, que nace a Verona el 24 de septiembre de 1813.
Quedo huérfano de padre cuando no aún tenía un año, fue educado por su madre Ángela Frattini junto a sus otros hermanos.
Pasó la infancia y la niñez con los abuelos paternos en Terrossa, provincia de Verona, donde aprendió a leer y a escribir; después frecuentó la escuela en el gimnasio municipal de Verona; a los 18 años siguió su vocación al sacerdocio, entró en el Seminario episcopal de la diócesis, para proseguir los estudios, teniendo come maestro al siervo de Dios Nicolás Mazza (1790-1865).
Fue ordenado sacerdote el 11 de marzo de 1837 por monseñor José Grasser, obispo de Verona; transcurrió los primeros ocho años de sacerdocio en la parroquia natal, de 1837 a 1845, dedicándose con celo a la instrucción del catecismo y a la asistencia de los jóvenes del oratorio.
Al mismo tiempo trabajaba también en la Curia con diligencia y precisión, como estrecho colaborador de los obispos Grasser y Mutti. El 29 de junio de 1845 tomó posesión de la parroquia de los Santos Nazario y Celso, desde muchos años privada de párroco y allí permaneció hasta su fallecimiento.
Todos los campos de la pastoral parroquial, fueron desarrollados con celo, en particular la predicación, la catequesis, los sacramentos de la confesión y de la Eucaristía; tenía el don del consejo justo y de la prudencia.
Con intuición pastoral promovió las asociaciones laicales dedicadas a la formación espiritual y al apostolado: como los Oratorios para la juventud, la Confraternidad de la Doctrina Cristiana y del SS. Sacramento, la Pía Asociación de las Madres Cristianas, el Comité Parroquial y en 1856 el Sodalicio de las “Hermanas Devotas de Santa Ángela”, para que lo ayudasen en la educación de a juventud femenina.
Desde 1860 algunas de estas colaboradoras comenzaron a hacer vida común pero el párroco Agostini no estaba aún convencido de una nueva Institución; se contactó para este fin con las Religiosas de María Niña y las Hijas de la Caridad Canosianas.
Solo en el 1869 maduró el convencimiento de sostener esta obra y darle una fisonomía que tomó del pensamiento de Santa Ángela Merici; en efecto en aquel año don Ceferino Agostini tuvo el encargo por el obispo Luigi di Canossa, futuro cardenal, de reconstruir en la diócesis la Compañía de Santa Ursula, a la cual conformó también el pequeño grupo que había iniciado en la vida en común y que después se desarrolló como Congregación de las “Ursulinas de María Inmaculada”, para quienes elaboró la Regla; fue reconocido como fundador y padre espiritual de la naciente Institución y director general de las Ursulinas de la diócesis.
Se delinearon así el fin desde el inicio, los dos caminos distintos, en los cuales caminaban para el mismo fin, las discípulas de Agostini: las internas con vida en común, las externas viviendo con sus respectivas familias.
No obstante estos grandes empeños, no descuidó nunca la obra del párroco como pastor de almas y también los fieles no escindió nunca la figura del párroco de aquella del fundador, en efecto cuando nombraban las Ursulinas, las llamaban: “las religiosas del arcipreste”; cuando cumplió 50 años de ministerio parroquial, recibió los elogios públicos del obispo y de sus superiores, que tuvieron todos palabras de estima para él y por la fama de santidad, que gozaba en vida tenido en cuenta por sus contemporáneos.
Fue llamado también a predicar ejercicios espirituales a seminaristas, a ordenandos, y a sacerdotes, como apreciado maestro y guía en la vida espiritual.
Por todo esto el beato Ceferino Agostini, sacerdote por vocación, párroco por misión, fundador por providencial ocasión, ofreció un ejemplo admirable de vida sacerdotal y de apostolado parroquial, de servicio de la palabra de Dios y de obra de formación a la vida cristiana.
Las religiosas Ursulinas por su especifica misión, están habilitadas para ayudar a las jóvenes a superar las dificultades que se oponen al crecimiento humano y cristiano y adonde ellas llegan, apenas sea posible, surge una escuela, como medio eficaz para evangelizar y elevar la calidad de vida de las jóvenes y por lo tanto de la comunidad.
El fundador Agostini agrega a la intuición de santa Ángela Merici, el valor comunitario del testimonio y de la misión cumplidas juntamente, dice: “Cada una de vosotras, esposa de Jesucristo, tiene por compañera a otras esposas de Cristo y por esto debéis estimaros y amaros como hermanas… la caridad fraterna debe ser el vinculo que os una y el signo que os distingue”.
Don Ceferino murió el 6 de abril de 1896 en Verona y sus restos mortales reposan en la capilla de la casa-madre de las Ursulinas Hijas de María Inmaculada. Ha sido beatificado por san Juan Pablo II el 25 de octubre de 1998.
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