Martirologio Romano: En Córdoba, en la Hispania Bética, hoy en tierras de España, san Secundino, mártir († 306).
En Córdoba, ciudad célebre por ser la tierra de este santo, quien abrazó siendo muy joven la fe en Jesucristo, y era tanto su celo por la gloria de Dios y bien de las almas, que muy a menudo se presentaba al público con el objeto de abolir las supersticiones paganas, declamando contra el culto de los gentiles.
Buscaba en gran manera sacrificarse a Dios por medio del martirio, pero Dios se lo retardó para que experimentara más el efecto de sus palabras, pues por medio de sus exhortaciones muchos abandonaban el culto a los ídolos y se bautizaban.
Por aquellos tiempos se publicaron los edictos del emperador Diocleciano que tantos estragos ocasionaron en España. Secundino fue preso en esta persecución, el método que siguieron con él fue el habitual: intentaron convencerle por todos los medios de que abjurase de sus doctrinas, pues sabían que si cedían los líderes, cedería todo el pueblo. Al no conseguirlo por las buenas, recurrieron a toda clase de tormentos, hasta que cuando lo tenían físicamente maltrecho, lo remataron cortándole la cabeza. Esto ocurrió el año 306.
En Córdoba, ciudad célebre por ser la tierra de este santo, quien abrazó siendo muy joven la fe en Jesucristo, y era tanto su celo por la gloria de Dios y bien de las almas, que muy a menudo se presentaba al público con el objeto de abolir las supersticiones paganas, declamando contra el culto de los gentiles.
Buscaba en gran manera sacrificarse a Dios por medio del martirio, pero Dios se lo retardó para que experimentara más el efecto de sus palabras, pues por medio de sus exhortaciones muchos abandonaban el culto a los ídolos y se bautizaban.
Por aquellos tiempos se publicaron los edictos del emperador Diocleciano que tantos estragos ocasionaron en España. Secundino fue preso en esta persecución, el método que siguieron con él fue el habitual: intentaron convencerle por todos los medios de que abjurase de sus doctrinas, pues sabían que si cedían los líderes, cedería todo el pueblo. Al no conseguirlo por las buenas, recurrieron a toda clase de tormentos, hasta que cuando lo tenían físicamente maltrecho, lo remataron cortándole la cabeza. Esto ocurrió el año 306.
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