Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras. Al emigrar los hombres de oriente, encontraron una llanura en el tierra de Senaar y se establecieron allí. Se dijeron unos a otros: - «Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego». Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa. Despúes dijeron: - «Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra».
El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres. Y el Señor dijo: - «Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».
El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad. Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó por la superficie de la tierra.
Hermanos: Sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
Pero además el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie, gritó: - «El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva».
Dejó esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
Palabra del Señor.
Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
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