Sacerdote franciscano belga, que ejerció su largo apostolado en Hasselt. Incansable predicador popular y asiduo ministro del sacramento de la reconciliación, sabía hacer presente a sus muchos penitentes el rostro misericordioso de Dios Padre. Impulsó la práctica de la comunión frecuente y el culto al Sagrado Corazón, así como la devoción a la Virgen sobre todo con la recitación del Santo Rosario. Lo beatificó Juan Pablo II en 2003.
El día 9 de noviembre, domingo, Juan Pablo II beatificó al franciscano belga Valentín Paquay, llamado popularmente «el santo padrecito de Hasselt», pues, aunque había nacido en Tongres, en 1828, vivió, desde 1854 hasta el día de su muerte, en el convento de dicha ciudad. Desempeñó un fecundo apostolado, sobre todo a través del ministerio de la Confesión, revelando a sus numerosos penitentes el rostro misericordioso de Dios Padre, hasta tal punto que se le comparó con el santo Cura de Ars. Franciscano humilde y sencillo, el padre Valentín Paquay veneró con amor filial a la Madre del Señor y difundió su devoción entre los fieles, sobre todo con la recitación del Santo Rosario.
Valentín Paquay nació en Tongres, Bélgica, el 17 de noviembre de 1828. Sus padres fueron Enrique y Ana Neven, personas de gran honestidad y profundamente religiosas. Era el quinto de once hijos y en el bautismo recibió el nombre de Luis.
Cursados los estudios elementales, entró en Tongres en el Colegio de los Canónigos Regulares de San Agustín para continuar los estudios; en el 1845 fue admitido en el seminario de Saint-Trond para cursar los estudios de retórica y filosofía.
Tras la muerte precoz de su padre, ocurrida en 1847, y con el consentimiento materno, entró en la Orden de los Frailes Menores de la Provincia de Bélgica, y el 3 de octubre de 1849 inició el Noviciado en el convento de Thielt.
El 4 de octubre del siguiente año, emitió la profesión religiosa en las manos del P. Hugolino Demont, guardián del convento, e inmediatamente después marchó a Beckhrein para cursar los estudios teológicos que concluyó en el convento de Saint-Trond. Fue ordenado sacerdote en Lieja el 10 de junio de 1854, y destinado por los superiores al convento de Hasselt donde permaneció ya el resto de su vida. Allí desempeñó los cargos de vicario y de guardián. En 1890 y en 1899 fue elegido definidor provincial.
«Siguiendo muy de cerca a S. Juan Berchmans, su maestro predilecto, el P. Valentín -escribe Agustín Gemelli- se injerta en la espiritualidad franciscana enseñándonos la virtud del cada instante, el valor de las cosas más insignificantes, a la luz de la más sincera e inmediata humildad» (cf. I. Beaufays, P. Valentino Paquay, el «Padre Santo» di Hasselt, Milán, Vita e Pensiero, 1947, Presentación).
El P. Valentín, incansable, desarrolló una enorme actividad en el campo del apostolado. Predicaba sin descanso. Era muy estimado especialmente en los ambientes populares y en los institutos religiosos por su palabra sencilla y persuasiva. Sobre todo, fue constante su labor en el confesonario, emulando al Santo Cura de Ars, con quien fue muchas veces comparado. También dio pruebas de discernir las conciencias de sus penitentes, que acudían a él incluso desde lejos.
Tuvo una gran devoción a la Santísima Eucaristía y durante cincuenta años fue apóstol de la comunión frecuente, adelantándose así al famoso decreto del papa S. Pio X.
Muy devoto del Sagrado Corazón de Jesús, meditaba continuamente en Él y ensalzaba por doquier sus excelsas perfecciones; difundió su culto sobre todo entre las hermanas de la Fraternidad Franciscana Seglar de Hasselt, fraternidad a la que asistió durante veintiséis años. Tuvo siempre presente el recuerdo de la Pasión del Señor, practicando diariamente el piadoso ejercicio del Vía Crucis. Especialmente devoto de la Virgen, la veneró ya desde su juventud en la iglesia parroquial de Tongres bajo la advocación de Causa de nuestra alegría, y después con el titulo de Vara de Jesé en el santuario de Hasselt; pero, como franciscano, prefería sobre todas las advocaciones de María, la de la Inmaculada Concepción, y quiso celebrar con regocijo extraordinario, a pesar de su enfermedad, el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma que coincidía con su jubileo sacerdotal.
Murió en la ciudad de Hasselt el 1 de Enero de 1905 a la edad de setenta y siete años. Fue beatificado por Juan Pablo II el 9 de noviembre de 2003.
El día 9 de noviembre, domingo, Juan Pablo II beatificó al franciscano belga Valentín Paquay, llamado popularmente «el santo padrecito de Hasselt», pues, aunque había nacido en Tongres, en 1828, vivió, desde 1854 hasta el día de su muerte, en el convento de dicha ciudad. Desempeñó un fecundo apostolado, sobre todo a través del ministerio de la Confesión, revelando a sus numerosos penitentes el rostro misericordioso de Dios Padre, hasta tal punto que se le comparó con el santo Cura de Ars. Franciscano humilde y sencillo, el padre Valentín Paquay veneró con amor filial a la Madre del Señor y difundió su devoción entre los fieles, sobre todo con la recitación del Santo Rosario.
Valentín Paquay nació en Tongres, Bélgica, el 17 de noviembre de 1828. Sus padres fueron Enrique y Ana Neven, personas de gran honestidad y profundamente religiosas. Era el quinto de once hijos y en el bautismo recibió el nombre de Luis.
Cursados los estudios elementales, entró en Tongres en el Colegio de los Canónigos Regulares de San Agustín para continuar los estudios; en el 1845 fue admitido en el seminario de Saint-Trond para cursar los estudios de retórica y filosofía.
Tras la muerte precoz de su padre, ocurrida en 1847, y con el consentimiento materno, entró en la Orden de los Frailes Menores de la Provincia de Bélgica, y el 3 de octubre de 1849 inició el Noviciado en el convento de Thielt.
El 4 de octubre del siguiente año, emitió la profesión religiosa en las manos del P. Hugolino Demont, guardián del convento, e inmediatamente después marchó a Beckhrein para cursar los estudios teológicos que concluyó en el convento de Saint-Trond. Fue ordenado sacerdote en Lieja el 10 de junio de 1854, y destinado por los superiores al convento de Hasselt donde permaneció ya el resto de su vida. Allí desempeñó los cargos de vicario y de guardián. En 1890 y en 1899 fue elegido definidor provincial.
«Siguiendo muy de cerca a S. Juan Berchmans, su maestro predilecto, el P. Valentín -escribe Agustín Gemelli- se injerta en la espiritualidad franciscana enseñándonos la virtud del cada instante, el valor de las cosas más insignificantes, a la luz de la más sincera e inmediata humildad» (cf. I. Beaufays, P. Valentino Paquay, el «Padre Santo» di Hasselt, Milán, Vita e Pensiero, 1947, Presentación).
El P. Valentín, incansable, desarrolló una enorme actividad en el campo del apostolado. Predicaba sin descanso. Era muy estimado especialmente en los ambientes populares y en los institutos religiosos por su palabra sencilla y persuasiva. Sobre todo, fue constante su labor en el confesonario, emulando al Santo Cura de Ars, con quien fue muchas veces comparado. También dio pruebas de discernir las conciencias de sus penitentes, que acudían a él incluso desde lejos.
Tuvo una gran devoción a la Santísima Eucaristía y durante cincuenta años fue apóstol de la comunión frecuente, adelantándose así al famoso decreto del papa S. Pio X.
Muy devoto del Sagrado Corazón de Jesús, meditaba continuamente en Él y ensalzaba por doquier sus excelsas perfecciones; difundió su culto sobre todo entre las hermanas de la Fraternidad Franciscana Seglar de Hasselt, fraternidad a la que asistió durante veintiséis años. Tuvo siempre presente el recuerdo de la Pasión del Señor, practicando diariamente el piadoso ejercicio del Vía Crucis. Especialmente devoto de la Virgen, la veneró ya desde su juventud en la iglesia parroquial de Tongres bajo la advocación de Causa de nuestra alegría, y después con el titulo de Vara de Jesé en el santuario de Hasselt; pero, como franciscano, prefería sobre todas las advocaciones de María, la de la Inmaculada Concepción, y quiso celebrar con regocijo extraordinario, a pesar de su enfermedad, el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma que coincidía con su jubileo sacerdotal.
Murió en la ciudad de Hasselt el 1 de Enero de 1905 a la edad de setenta y siete años. Fue beatificado por Juan Pablo II el 9 de noviembre de 2003.
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