Nace en la ciudad de México en 1580. Educado piadosamente por sus padres, a los dieciséis años vistió en su ciudad natal el hábito agustiniano. Terminados los estudios y ordenado sacerdote, fue enviado al convento de Puebla de los Ángeles de donde, en 1606, se embarcó para las misiones del Japón. Obligado a permanecer seis años en Manila, en las islas Filipinas, ejerció el oficio de maestro de novicios. Finalmente en 1612, logró llegar a Japón, pero después de apenas tres años de intenso apostolado, las autoridades del lugar le expulsaron a Manila, en donde le volvió a ser encomendado el cargo de maestro de novicios.
Mientras tanto, recrudecida la persecución en el Japón, y especialmente después del martirio de su hermano de hábito el bienaventurado Fernando Ayala de San José, los convertidos insistían en pedir la vuelta de Gutiérrez. El 12 de agosto de 1618 regresó a escondidas a Nagasaki acompañado del futuro mártir Beato Pedro de Zúñiga. Hasta finales de 1629 trabajó entre los fieles, dando un espléndido ejemplo de vida sacrificada y de fervor. Organizó la Tercera Orden agustiniana y la confraternidad de la correa, los “cinturados” y las “cinturadas”, muchos de los cuales más tarde llegaron a alcanzar el martirio.
En noviembre de 1629, Gutiérrez fue internado en la cárcel de Nagasaki, a donde le siguieron otros dos agustinos, después compañeros en el martirio, los beatos Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio. En diciembre fue trasladado a la tétrica cárcel de Omura, y allí fue languideciendo durante dos años, aunque sin dejar el apostolado entre los presos y teniendo correspondencia con sus propios superiores y sus fieles cristianos. El 25 de noviembre de 1631 fue llevado con sus hermanos a Nagasaki y, durante casi un mes, sometido, juntamente con ellos, al tormento de las hirvientes aguas sulfurosas del monte Ungen. Tras un encarcelamiento posterior de casi un año, el 3 de noviembre de 1632 fue condenado a ser quemado vivo.
Pío IX lo beatificó en 1867 junto con muchos otros mártires japoneses, entre los cuales estaban cuatro hermanos y seis terciarios agustinos. Su fiesta se celebra el día 28 de septiembre junto a los mártires del Japón.
Mientras tanto, recrudecida la persecución en el Japón, y especialmente después del martirio de su hermano de hábito el bienaventurado Fernando Ayala de San José, los convertidos insistían en pedir la vuelta de Gutiérrez. El 12 de agosto de 1618 regresó a escondidas a Nagasaki acompañado del futuro mártir Beato Pedro de Zúñiga. Hasta finales de 1629 trabajó entre los fieles, dando un espléndido ejemplo de vida sacrificada y de fervor. Organizó la Tercera Orden agustiniana y la confraternidad de la correa, los “cinturados” y las “cinturadas”, muchos de los cuales más tarde llegaron a alcanzar el martirio.
En noviembre de 1629, Gutiérrez fue internado en la cárcel de Nagasaki, a donde le siguieron otros dos agustinos, después compañeros en el martirio, los beatos Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio. En diciembre fue trasladado a la tétrica cárcel de Omura, y allí fue languideciendo durante dos años, aunque sin dejar el apostolado entre los presos y teniendo correspondencia con sus propios superiores y sus fieles cristianos. El 25 de noviembre de 1631 fue llevado con sus hermanos a Nagasaki y, durante casi un mes, sometido, juntamente con ellos, al tormento de las hirvientes aguas sulfurosas del monte Ungen. Tras un encarcelamiento posterior de casi un año, el 3 de noviembre de 1632 fue condenado a ser quemado vivo.
Pío IX lo beatificó en 1867 junto con muchos otros mártires japoneses, entre los cuales estaban cuatro hermanos y seis terciarios agustinos. Su fiesta se celebra el día 28 de septiembre junto a los mártires del Japón.
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