domingo, 11 de diciembre de 2011

Homilía


EL PROFETA DENUNCIA Y ANUNCIA

Todos sabemos que las hirientes desigualdades en que vive el mundo provienen de la explotación, el egoísmo y la falta de escrúpulos de los países más desarrollados.
Cuando se reúnen los jefes de estos países para tratar de dar una solución a los problemas que nos afectan: medio ambiente, enfermedad, hambre, pobreza, subdesarrollo... nunca llegan a un acuerdo. Hay intereses creados inconfesables y voluntad política de que todo siga igual. Les interesa, sobre todo, mantener e incrementar el bienestar económico de sus pueblos, su situación de privilegio.
Existen en el mundo conflictos enquistados, genocidios silenciados, pasotismo ante atropellos que afectan a diversos países africanos. Pasan olímpicamente mientras no les afecte directamente a su bolsillo.
Pero, esos mismos países reaccionan con presteza cuando ven amenazada su hegemonía o su nivel adquisitivo. Despliegan de inmediato sus ejércitos para controlar los recursos naturales y no reparan en nada ni en nadie. Siembran la destrucción como defensores de la justicia y el orden.

Debemos cambiar el mundo.

Algo que no hará el juego democrático o los políticos erigidos por el pueblo, más preocupados de la demagogia y la conquista de votos que de defender los valores morales y la voluntad de sus electores. Defienden sus intereses camuflados en supuestos intereses del pueblo.
Los cambios suelen provenir de las bases hastiadas de tantas componendas, de tanta corrupción, de tanto engaño.
Por eso proliferan las ONGS, los grupos contestatarios contra la contaminación de la atmósfera, contra la globalización, contra los abusos y la prepotencia de los poderosos, contra los mercados de armas que azuzan las guerras étnicas o de fronteras para sacar tajada en río revuelto y sacar al mercado los materiales de desecho de la sociedad desarrollada.
Aunque en estas organizaciones abundan también los “aprovechados”, es loable su espíritu de denuncia que nos obliga a tomar conciencia de las gravísimas agresiones que sufre nuestro mundo.

Denuncia de la injusticia

¿Cómo no protestar cuando la banca hace ostentación de ganancias astronómicas, desorbitadas mientras buena parte de la humanidad padece hambre, miseria y enfermedades endémicas fácilmente atajables?
No podemos callar ante situaciones de esclavitud y de farsa, ante las pretensiones de los poderosos que utilizan la religión, la política, la ley y el orden como coartada para impedir que la gente viva en paz.
Estas situaciones descritas son muy viejas. Los profetas de Israel las denunciaron.
Pero, no basta con denunciar- que es lo más sencillo y recurrente- debemos anunciar como lo hicieron los auténticos profetas el despertar de una nueva era, que barra las injusticias, los miedos y las hambrunas, que reafirme los auténticos valores que construyen las relaciones humanas: la honestidad, la coherencia, la fraternidad, la fe en el hombre y en Dios, que es Padre de todos y que quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”

Gaudete.

El Domingo de hoy es llamado popularmente “gaudete”, expresión latina que significa “alegraos”, que es la idea motriz de la liturgia.
Nos alegramos, porque el Señor vendrá a poner remedio a nuestros males, a inyectarnos las dosis de esperanza que necesitamos, a proclamar la amnistía y la gracia.
Nos alegramos, porque Dios cumple siempre sus promesas.

El profeta Isaías compara el adviento de Yahvé con la alegría del novio en víspera de la boda aguardando a su novia. , con las alegría del cautivo que espera su liberación.
Es el mismo Jesús quien hace suya esta alegría en la sinagoga de su pueblo Nazaret. Sabe que el Espíritu del Señor está sobre El para anunciar la Buena Nueva.
Ya nada será igual desde entonces. Alguien asume la causa de los pobres, de los marginados, de los perseguidos, de los encarcelados y aporta esa nueva luz que barre las tinieblas, para que los ciegos vean, los sordos oigan y se abran los cerrojos oxidados.

Se ha entablado-en imágenes del Papa Juan XXIII- el gran combate cósmico entre las fuerzas del bien y las del mal.
A Jesús le echaron de la sinagoga e intentaron despeñarlo como se intenta hoy hacer desaparecer o apagar la voz a los que molestan , a los políticamente incorrectos, a los que claman por un reparto más justo de los bienes, a los abogados de causas perdidas.
Millones de pequeñas lucecitas adornan las calles y los escaparates de nuestras ciudades, árboles de Navidad, belenes, dulces exquisitos, mientras resuenan los villancicos e intentamos por unos días sensibilizarnos ante las tragedias humanas de inmigrantes, huérfanos y personas sin techo. No basta si lo que queremos es acallar nuestra conciencia, si durante el resto del año tendemos un tupido velo sobre lo que nos complica y no queremos cambiar nuestro estilo de vida cómodo y sin compromiso.

El Señor nos puede pedir algo más que dar limosna : darnos a nosotros mismos, ofrecer lo que somos y tenemos, llenar esos vacíos tremendos de insatisfacción por dejar correr la vida sin pena ni gloria, unas veces en la apatía de la comodidad, otras muchas en el rechazo solapado a los que intentan vivirla de otra manera.
Personas, profetas de nuestro tiempo, como Casaldáliga o P. Ferrer nos testimonian con su ejemplo que podemos allanar los caminos escabrosos, enderezar los torcidos y ser voz para los que nunca la tuvieron.

La Asamblea General de la ONU escuchó emocionada a Madre Teresa de Calcuta
Ella contaba con un auditorio erudito, pero no se arredró. La imagen de una mujer pequeña, decrépita y enferma, con sonrisa de ternura y comprensión, se paseó por todas las televiones del mundo para pedir por la paz y los moribundos abandonados en las calles o en los basureros de las grandes ciudades.

Probablemente nuestra voz se pierda en el desierto, pero habremos convertido nuestras tinieblas en luz y dado sentido a nuestra condición de hijos de Dios, al compromiso cristiano que adquirimos en el bautismo. Habremos, sobre todo, encontrado razones de peso para seguir viviendo fuera de los parámetros de nuestra insatisfecha y voraz sociedad de consumo.

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