1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo . (Colosenses 3, 12-13).
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: - «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.» Él les contestó: - « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres . ( Lucas 2, 41-52 ).
1. Dentro del marco de la Navidad, hoy contemplamos a la Sagrada Familia. Con esta fiesta, celebramos que el Hijo de Dios quiso vivir su existencia humana en el seno de una familia, que -como cualquier otra familia- tuvo problemas y contrariedades. Pero en la que la vida estuvo siempre presidida por el proyecto que Dios tenía sobre cada uno de sus miembros. Ahí está María, la que dijo sí a Dios siempre y en todo. Y está José, el que hizo siempre lo que Dios le pidió: “José hizo lo que el ángel le había dicho,” afirma el evangelio varias veces. Y está Jesús, aprendiendo de ellos a decir sí a la voluntad del Padre, que es lo que hará toda su vida. ¡Buena lección para cada uno de nosotros y para nuestras familias! Escuchar a Dios, decir sí a Dios, serle fiel… ¿Qué mejor camino para la paz y la felicidad de la familia? Roguemos hoy para que nuestras familias y todas las familias imiten a la familia de Nazaret.
2. Sagrada familia llamamos a la de Nazaret. En ella todos los acontecimientos se vi- vían desde la fe y la confianza en Dios. El amor a Dios y al otro lo presidía todo. Cuando los esposos se aman, se comprenden, se respetan y saben perdonarse, ¡qué felicidad y paz se respira en la familia hasta en las dificultades y diferencias, y cómo los hijos aprenden a amar y respetar! Y cuando los hijos ven a los padres rezar, amar a Dios y confiar en su amor, ¡cómo se les mete en su corazón ese amor a Dios y esa confianza en él! Señor, haz que nuestras familias sean trasunto de tu familia, que el amor lo presida todo, que cada día sean más humanas, más entrañables, más acogedoras, y sus miembros sean cada día más cariñosos y comprensivos unos con otros; que, en definitiva, Señor, en ellas se vivan cada vez más intensamente los valores del evangelio.
3. San Pablo nos propone un buen programa: “vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo . ..” ¡Qué diferentes serían nuestras relaciones familiares y sociales si nos vistiéramos todos de esos sentimientos! Somos distintos, pues aceptémonos como distintos; somos limitados, débiles, pues aceptémonos como tales y sepamos perdonarnos mutuamente. Como Dios nos acepta, a pesar de nuestras deficiencias y pecados, y nos perdona una y otra vez. Dios es Amor. Dejémonos habitar por ese Dios-Amor. Entonces el amor estará en nosotros y en nuestras familias. Jesús, María y José, proteged a nuestras familias. Sobre todo, a las que tienen más problemas.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo . (Colosenses 3, 12-13).
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: - «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.» Él les contestó: - « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres . ( Lucas 2, 41-52 ).
1. Dentro del marco de la Navidad, hoy contemplamos a la Sagrada Familia. Con esta fiesta, celebramos que el Hijo de Dios quiso vivir su existencia humana en el seno de una familia, que -como cualquier otra familia- tuvo problemas y contrariedades. Pero en la que la vida estuvo siempre presidida por el proyecto que Dios tenía sobre cada uno de sus miembros. Ahí está María, la que dijo sí a Dios siempre y en todo. Y está José, el que hizo siempre lo que Dios le pidió: “José hizo lo que el ángel le había dicho,” afirma el evangelio varias veces. Y está Jesús, aprendiendo de ellos a decir sí a la voluntad del Padre, que es lo que hará toda su vida. ¡Buena lección para cada uno de nosotros y para nuestras familias! Escuchar a Dios, decir sí a Dios, serle fiel… ¿Qué mejor camino para la paz y la felicidad de la familia? Roguemos hoy para que nuestras familias y todas las familias imiten a la familia de Nazaret.
2. Sagrada familia llamamos a la de Nazaret. En ella todos los acontecimientos se vi- vían desde la fe y la confianza en Dios. El amor a Dios y al otro lo presidía todo. Cuando los esposos se aman, se comprenden, se respetan y saben perdonarse, ¡qué felicidad y paz se respira en la familia hasta en las dificultades y diferencias, y cómo los hijos aprenden a amar y respetar! Y cuando los hijos ven a los padres rezar, amar a Dios y confiar en su amor, ¡cómo se les mete en su corazón ese amor a Dios y esa confianza en él! Señor, haz que nuestras familias sean trasunto de tu familia, que el amor lo presida todo, que cada día sean más humanas, más entrañables, más acogedoras, y sus miembros sean cada día más cariñosos y comprensivos unos con otros; que, en definitiva, Señor, en ellas se vivan cada vez más intensamente los valores del evangelio.
3. San Pablo nos propone un buen programa: “vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo . ..” ¡Qué diferentes serían nuestras relaciones familiares y sociales si nos vistiéramos todos de esos sentimientos! Somos distintos, pues aceptémonos como distintos; somos limitados, débiles, pues aceptémonos como tales y sepamos perdonarnos mutuamente. Como Dios nos acepta, a pesar de nuestras deficiencias y pecados, y nos perdona una y otra vez. Dios es Amor. Dejémonos habitar por ese Dios-Amor. Entonces el amor estará en nosotros y en nuestras familias. Jesús, María y José, proteged a nuestras familias. Sobre todo, a las que tienen más problemas.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
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