Me fue dirigida esta palabra del Señor: «Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Esto dice el Señor Dios: Se enalteció tu corazón, y dijiste: “Soy un dios y estoy sentado en el trono de los dioses en el corazón del mar”.
Tú que eres hombre y no dios, pusiste tu corazón como el corazón de Dios.
Te dijiste: “¡Si eres más sabio que Daniel, ningún enigma se te resiste!
Con tu sabiduría e inteligencia, te has hecho una fortuna; acumulaste tesoros de oro y plata”.
Con gran habilidad para el comercio acrecentaste tu fortuna; y por tu fortuna te llenaste de presunción.
Por ello, así dice el Señor Dios: “Por haber puesto tu corazón como el corazón de Dios, por eso, haré venir contra extranjeros los más feroces de entre los pueblos.
Desenvainarán sus espadas contra tu brillante sabiduría y profanarán tu belleza.
Te hundirán en la fosa, y perecerás de muerte violenta en el corazón del mar.
¿Podrás seguir diciendo delante de tus verdugos: ‘Soy un dios’? Serás un hombre, y no un dios, en mano de los que te apuñalen?
Morirás con muerte de incircunciso, a manos de gentes extrañas.
Porque lo he dicho yo.” ‐ Oráculo del Señor ‐».
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos».
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo».
Entonces dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». Jesús les dijo: «En verdad os digo: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.
Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros».
Palabra del Señor.
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