Es santo mostrarse modesto acerca de nuestros logros, pero un exceso de modestia puede ser un fallo tan grande como muy poca. Cuando Santa Juana Antida Thouret fue preguntada por la encargada de las novicias del convento al que se unía lo que podía hacer, Santa Juana dijo: «Nada.» La encargada de las novicias replicó: «Siempre estás diciendo que no puedes hacer nada; debes decir que puedes hacerlo todo, pues haces bien todo lo que se te encomienda. »
Como se trata de un santa, es probable que Juana Antida Thouret estuviera siendo honesta al no alegar ningún talento especial, pero a veces puede suceder que si no nos damos crédito a nosotros mismos no sea porque creamos que no merecemos alabanza alguna, sino porque estemos secretamente anhelando elogios. Aunque no haya nada de malo en querer oír que hemos hecho un buen trabajo, presentarnos de tal manera que podamos parecer humildes al tiempo que somos alabados resulta engañoso. Es mucho mejor aceptar sinceramente la alabanza original con un «gracias» simple y sincero, que practicar la falsa modestia bajo el disfraz del autodesprecio.
Aunque necesitemos concedernos crédito por nuestras capacidades, necesitamos también reconocer nuestros fallos. Cuando adoptamos un punto de vista negativo de nuestros talentos y capacidades, destruimos nuestro sentido de autoestima. Podemos también ser culpables de una sobrestima. Si constantemente estamos alardeando, corremos el riesgo de volvernos egocéntricos y egoístas. Los santos nos recuerdan hacer nuestras tareas lo mejor que sepamos y dejar que los cumplidos y las críticas sigan su camino.
Como se trata de un santa, es probable que Juana Antida Thouret estuviera siendo honesta al no alegar ningún talento especial, pero a veces puede suceder que si no nos damos crédito a nosotros mismos no sea porque creamos que no merecemos alabanza alguna, sino porque estemos secretamente anhelando elogios. Aunque no haya nada de malo en querer oír que hemos hecho un buen trabajo, presentarnos de tal manera que podamos parecer humildes al tiempo que somos alabados resulta engañoso. Es mucho mejor aceptar sinceramente la alabanza original con un «gracias» simple y sincero, que practicar la falsa modestia bajo el disfraz del autodesprecio.
Aunque necesitemos concedernos crédito por nuestras capacidades, necesitamos también reconocer nuestros fallos. Cuando adoptamos un punto de vista negativo de nuestros talentos y capacidades, destruimos nuestro sentido de autoestima. Podemos también ser culpables de una sobrestima. Si constantemente estamos alardeando, corremos el riesgo de volvernos egocéntricos y egoístas. Los santos nos recuerdan hacer nuestras tareas lo mejor que sepamos y dejar que los cumplidos y las críticas sigan su camino.
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