jueves, 10 de diciembre de 2020

Beato Arsenio de Trigolo

En Bergamo, Italia, Beato Arsenio  da Trigolo (en el siglo José Migliavacca), sacerdote profeso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, fundador de la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación († 1909).

El 20 de enero de 2017 S.S. Francisco autorizó la promulgación del decreto reconociendo un milagro obrado por Dios atribuido a la intercesión de Arsenio da Trigolo.

Proponerlo como patrono de quienes viven en precariedad: ¿por qué no? De hecho, pocas vidas han llevado el signo de la incertidumbre, como la suya.  Hasta sus propias "hijas" han tenido que batallar con la figura de su fundador y aceptarlo como tal, y, sin embargo, cuando el 21 de enero de 2016 la Iglesia lo declaró venerable nos ha señalado que incluso la precariedad puede ser un camino hacia la santidad.

José Antonio Migliavacca nació en 1849 en Trigolo (Cremona). La autenticidad de su vocación religiosa no puede ser discutida, las señales premonitorias así lo señalan, es así que nadie se sorprende cuando, con tan sólo 13 años, ingresa al seminario y fuera ordenado sacerdote en 1874.

La sorpresa llega un año después, cuando pide y consigue dejar el sacerdocio diocesano para ingresar en la Compañía de Jesús. Siente la necesidad de una mayor y más intensa espiritualidad y dejarse modelar por el ascetismo ignaciano, en el que se encuentra como en casa, por ello sufre mucho cuando le piden abandone la Compañía. Esto ocurre en 1892, fue el epílogo a una serie de malentendidos y dificultades.

De Viena a Venecia, se mueve constantemente de una casa a otra, predica triduos, ejercicios espirituales y cuaresmales; confiesa y da catequesis, dicta retiros a diversas religiosas, por otro lado, tiene algunos problemas de salud, posee sólo un nivel medio de educación y también carece de atrayentes talentos. Ciertamente tampoco lo ayuda su amistan con el obispo Scalabrini y con el obispo que lo había ordenado, Bonomelli, quien tiene algunos problemas con el Vaticano debido a la famosa "cuestión romana" (La cuestión romana fue una disputa política entre el gobierno italiano y el Vaticano entre 1861 y 1929, esta forcejeo fue debido  al interés, por parte de Italia, de anexionarse Roma y la consiguiente extinción del poder temporal de la Santa Sede Apostólica. El problema finalizó con los pactos de Letrán firmados en 1929).

Pero la gota que lo hizo caer definitivamente en desgracia con los jesuitas, fue la colaboración con Josefina Fumagalli, personaje rebelde y controversial, que fundó en Turín una congregación, las "Hermanas de la Consolación", de la cual se auto proclama superiora, debía ayudar a los huérfanos (que hay), pero envía a sus religiosas a mendigar, nadie sabe con qué propósito. Ajeno a todo esto, envió a esa agrupación a unas pocas chicas venecianas y también predicó allí -en abril de 1892- los ejercicios espirituales.

Esto basta para que la jerarquía jesuita lo acuse de imprudencia e ingenuidad y pidan con insistencia que se retire de la Compañía de Jesús, decisión que él acepta con gran sufrimiento. Acepta entonces el encargo, del obispo de Turín, de reorganizar a las hermanas del Fumagalli; obviamente ella se convierte en su enemiga por lo que soportó, en silencio, acusaciones infamantes por parte de esta mujer sin escrúpulos.

Las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación encuentran en él a su verdadero fundador y director: de él reciben las reglas y la definición de su carisma, que será "atender con obras de misericordia espirituales y corporales a nuestros próximos, en especial a los huérfanos de más la tierna edad".

En resumen las hermanas crecieron en número (en la actualidad son más de 600), trasladaron la casa madre a Milán y en diez años lograron una cierta estabilidad, pero la precariedad para el fundador está siempre a la vuelta de la esquina. Considerado por algunas como demasiado estricto y por otras como demasiado paternal, hasta que finalmente en 1902 la envidia, celos y calumnias contra él llegan al clímax, además de la acusación (nunca demostrada) de utilizar métodos dictatoriales, hizo que el Cardenal Andrés Ferrari (hoy beato) se vea obligado a pedirle que abandone el Instituto.

"La cruz es el verdadero camino al paraíso", predicaba siempre: Ahora le toca a él obedecer en silencio y así, con 53 años, pide convertirse en Cappuccino. Suele enseñarse que "el que tiene un gran corazón, hará grandes cosas", pero es realmente difícil ver la grandeza en el aparente fracaso del padre Arsenio de Trigolo, perpetuamente desertor y ahora fundador repudiado; sin embargo, su plan "es perder todo, pero ganar a Dios" denota lo internamente preparado que está para estas desventuras, mientras espera que en silencio y oscuridad entre los frailes "todo el mundo se olvidará de mí, y yo me echaré en el corazón de Jesús, totalmente, sin reservas".

No es exactamente lo que le ocurrió, porque, si bien es cierto que muere en silencio, fue encontrado muerto -por un aneurisma-  en su celda el 10 de diciembre de 1909, y que ese silencio lo envolvió por mucho tiempo, ahora su memoria ha sido revalorizada por sus propias hijas.

Todavía hoy nos enseña que "el ir directo al paraíso no es difícil si siempre mantenemos nuestra voluntad dirigida a Dios, no queriendo hacer sino tan sólo aquello que lo complace y glorifica, haciendo esto el cielo es nuestro".

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