lunes, 28 de diciembre de 2020

Beata Mattía Nazarei

 

En Matelica, del Piceno, en Italia, beata Matías de Nazareis, abadesa de la Orden de las Clarisas.

Mattía Nazarei nació en Matélica, pequeña ciudad de las Marcas. Sus padres  se llamaban Guerniero de Gentil (Gentili) y Sibila de Odón (Ottoni), pertenecientes ambos a familias nobles, pudientes y religiosas. Después de una infancia serena, Mattía sufrió las presiones de sus padres, que trataron de convencerla para que se casara con un joven noble y rico, Pedro de los Condes Gualtieri, mas ella rechazó de plano tal matrimonio, porque ya había respondido a la llamada de Dios.

Pidió permiso para ingresar en un convento de clarisas (Damianitas), del que era abadesa una tía suya, pero, por desgracia, ésta tuvo miedo a las reaciones de su padre, y trató de convencer, en vano, a Mattía para que tomara decisiones apresurada. La jovencita decidió seguir los valientes ejemplos de santa Clara de Asís  y la beata Inés de Asís, desafiando a su familia. Se cortó el cabello y se puso una vieja túnica, pidiendo a Cristo que le ayudara. Después de esto, se presentó a la comunidad benedictina del monasterio de Santa María Magdalena y declaró su intención de vivir la vida religiosa.

Ya durante el noviciado, su comportamiento impecable conquistó los corazones de las hermanas, que trataron iempre de seguir su ejemplo admirable. Mattía oraba incesantemente, de noche y de día, y pedía siempre que le encargaran los trabajos más humildes, no obstante sus nobles orígenes.

A los 26 años la nombraron abadesa del convento, desempeñando el cargo hasta la muerte. Como escriben sus biógrafos: "cumplió su encargo con tanta destreza, que se ganó una gloria muy grande". No solamente mejoró la vida espiritual de las hermanas, sino también su existencia material, pues era una mujer inteligente y práctica. A base de limosnas, reconstruyó la iglesia y amplió el convento, que era ya demasiado estrecho para acoger las chicas que, en número creciente, deseaban seguir el ejemplo de Mattía. La vida interior de la beata María se modeló sobre la pasión del Señor. Por muchos años, todos los viernes sufrió dolores y numerosos arrobamientos. Fue una mujer de gobierno que a las virtudes de contemplación unía las virtudes prácticas. 

La llamaban "Madre de la caridad", porque su caridad, su amor y su compasión por los pobres y afligidos no tenía límites. Sus oraciones y sus consejos salvaron a muchas almas en peligro. Mattía había contraído un pacto secreto con Dios, por el que se imponía penitencias voluntarias a cambio de la conversión de algunos pecadores empedernidos.

Su luz irradiaba incluso al otro lado de las rejas del monasterio, a través de las cuales se mantenía en contacto con el mundo, sabiendo decir una palabra de consuelo, ayuda y exhortación a los muchos que acudían a ella. Todos los que conseguían entrevistarse con ella conservaban un recuerdo imborrable de tan edificante experiencia. 

La beata Mattía murió a los 85 años. Pocas horas antes de morir predijo serenamente su muerte a las hermanas: las bendijo, exhortándolas a observar la castidad, la obediencia y la caridad,  les recomendó que se amaran mutuamente, porque "Dios es amor". Por último, prometió a sus hermanas entristecidas: "No abandonaré este convento. Velaré siempre por él". Su cuerpo permanece incorrupto y expele un líquido rojo, que parece que es sangre.

En una época posterior esta abadía tomó la regla de las clarisas y por esta razón la beata Matías aparece como perteneciente a esta Orden. Su culto fue confirmado por Clemente XII el 27 de julio de 1765.

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