Virgen clarisa de la Segunda Orden (1205‑1282).
Canonizada por Juan Pablo II el 12 de noviembre de 1989.
Inés vivió y murió en Praga, pero la fama de sus virtudes se difundió aún durante su vida, por toda Europa. Desde siglos atrás viene siendo invocada por los praguenses y checos como patrona ante Dios, exaltada como una de las figuras más nobles de Checoslovaquia. La vida de Inés fue extraordinaria, como lo fue también su personalidad. Hija del rey de Bohemia Premysl Otokar I y Constanza de Hungría, nació hacia 1205, emparentada con las principales familias reales de Europa central y de Dinamarca. Por parte de su padre descendía del célebre matrimonio de los santos bohemios Ludmila y Wenceslao, Santa Edwiges de Silesia era tía suya, Santa Isabel de (Turingia) Hungría era prima suya, y Santa Margarita de Hungría su sobrina. Por algunos años vivió entre las monjas cistercienses de Trebnica, donde Santa Edwiges le enseñó las verdades fundamentales de la fe, las primeras oraciones, y la formó en la vida cristiana. Luego fue enviada a la corte de Viena, donde habría de recibir una educación digna de una futura emperatriz. Pero Inés no se sintió a gusto. Hacía muchas limosnas, se mortificaba con ayunos y se consagró a la Santísima Virgen con voto de conservar intacta su virginidad. Rehusó comprometerse con el emperador Federico II y con Enrique rey de Sicilia y Alemania, decidida a vivir solamente el ideal del Evangelio.
Habiendo escuchado noticias sobre san Francisco y la nueva Orden de Santa Clara, también ella quiso seguir en total pobreza a Cristo pobre. Se deshizo de todas sus riquezas y distribuyó el dinero entre los pobres. Construyó un hospital, que confió al cuidado de los crucíferos de la Estrella roja, fundados por ella. Luego hizo construir en Praga un convento para los Hermanos Menores franciscanos y un monasterio para las clarisas y con otras cinco jóvenes, hijas de las principales familias de Praga, dio comienzo a la Segunda Orden Franciscana en su patria. Se le unieron cinco clarisas provenientes de Trento, enviadas por Santa Clara y San Francisco.
Gracias al ejemplo de Inés, el monasterio de las clarisas de Praga se convirtió en un foco que dio origen a otros monasterios de la misma Orden en Bohemia, en Polonia y en otros países. Asistía a las hermanas enfermas, curaba leprosos y afligidos por enfermedades contagiosas, lavaba y remendaba sus vestidos, de modo que vino a ser la madre de los indigentes.
Santa Clara le escribió cuatro bellísimas cartas, le envió una cruz de madera, un velo de lino y una vasija de terracota. El Señor favoreció a Inés con carismas: éxtasis, profecía, intuición de los corazones y varios milagros. Siguiendo el estilo de vida austera de San Francisco y de Santa Clara, vivió en el monasterio 40 años. Rodeada de una luz celestial, a la edad de casi 80 años, el 6 de marzo de 1282 expiró serenamente en el Señor. A sus funerales solemnísimos asistió el Ministro General de los Hermanos Menores, Padre Bonagrazia. Sus restos, objeto de veneración de los fieles, fueron sepultados en la iglesia del monasterio.
Canonizada por Juan Pablo II el 12 de noviembre de 1989.
Inés vivió y murió en Praga, pero la fama de sus virtudes se difundió aún durante su vida, por toda Europa. Desde siglos atrás viene siendo invocada por los praguenses y checos como patrona ante Dios, exaltada como una de las figuras más nobles de Checoslovaquia. La vida de Inés fue extraordinaria, como lo fue también su personalidad. Hija del rey de Bohemia Premysl Otokar I y Constanza de Hungría, nació hacia 1205, emparentada con las principales familias reales de Europa central y de Dinamarca. Por parte de su padre descendía del célebre matrimonio de los santos bohemios Ludmila y Wenceslao, Santa Edwiges de Silesia era tía suya, Santa Isabel de (Turingia) Hungría era prima suya, y Santa Margarita de Hungría su sobrina. Por algunos años vivió entre las monjas cistercienses de Trebnica, donde Santa Edwiges le enseñó las verdades fundamentales de la fe, las primeras oraciones, y la formó en la vida cristiana. Luego fue enviada a la corte de Viena, donde habría de recibir una educación digna de una futura emperatriz. Pero Inés no se sintió a gusto. Hacía muchas limosnas, se mortificaba con ayunos y se consagró a la Santísima Virgen con voto de conservar intacta su virginidad. Rehusó comprometerse con el emperador Federico II y con Enrique rey de Sicilia y Alemania, decidida a vivir solamente el ideal del Evangelio.
Habiendo escuchado noticias sobre san Francisco y la nueva Orden de Santa Clara, también ella quiso seguir en total pobreza a Cristo pobre. Se deshizo de todas sus riquezas y distribuyó el dinero entre los pobres. Construyó un hospital, que confió al cuidado de los crucíferos de la Estrella roja, fundados por ella. Luego hizo construir en Praga un convento para los Hermanos Menores franciscanos y un monasterio para las clarisas y con otras cinco jóvenes, hijas de las principales familias de Praga, dio comienzo a la Segunda Orden Franciscana en su patria. Se le unieron cinco clarisas provenientes de Trento, enviadas por Santa Clara y San Francisco.
Gracias al ejemplo de Inés, el monasterio de las clarisas de Praga se convirtió en un foco que dio origen a otros monasterios de la misma Orden en Bohemia, en Polonia y en otros países. Asistía a las hermanas enfermas, curaba leprosos y afligidos por enfermedades contagiosas, lavaba y remendaba sus vestidos, de modo que vino a ser la madre de los indigentes.
Santa Clara le escribió cuatro bellísimas cartas, le envió una cruz de madera, un velo de lino y una vasija de terracota. El Señor favoreció a Inés con carismas: éxtasis, profecía, intuición de los corazones y varios milagros. Siguiendo el estilo de vida austera de San Francisco y de Santa Clara, vivió en el monasterio 40 años. Rodeada de una luz celestial, a la edad de casi 80 años, el 6 de marzo de 1282 expiró serenamente en el Señor. A sus funerales solemnísimos asistió el Ministro General de los Hermanos Menores, Padre Bonagrazia. Sus restos, objeto de veneración de los fieles, fueron sepultados en la iglesia del monasterio.
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