Etimológicamente significa “pura, casta”. Viene de la lengua griega.
Nació en 1338 y murió en 1381. Cuando en casa hay una buena familia, se le da una educación excelente a sus hijos. Santa Brígida, su madre, tenía las ideas muy claras acerca de la educación de su hija en la virtud cristiana. Y su padre, el príncipe Ufón, no solamente no se opuso a lo que hacía su mujer, sino que él mismo participaba activamente en esta educación en valores.
Cuando ya fue mayorcita, la llevaron a la abadesa del monasterio para que completara su educación humana, cultural y religiosa. Todo el mundo admiraba su extraordinaria belleza física.
El padre le insinuó con todo respeto que contrajera matrimonio con un joven de la alta alcurnia. Ella, sin embargo, en contra de la corriente normal que el mundo le ofrecía, decidió vivir en perpetua virginidad.
Pero tantas fueron las insistencias del padre que, al final, accedió a contraer matrimonio con el caballero Etghardo. Este, conociéndola bien, le permitió vivir su castidad. Los santos son así.
En una ocasión, fueron como peregrinos a Asís. Los días y los caminos, en aquel tiempo, eran difíciles y muy largos. Era una noche oscura. Tuvieron que cobijarse en una casita de la mala muerte. Y, estando en ella, fueron asaltados pro unos maleantes.
En medio de la oscuridad anhelaban ver sus rostros. Al no lograrlo, comenzaron a insultarles. Entonces, en lugar de volver insulto por insulto, se pusieron a rezar. Y he aquí que, de pronto, avanzan unos soldados desconocidos y los libran de los peligros.
Tanto en casa como en los viajes, Brígida acompañó a su hija.
¿Qué hacían de especial y llamativo para la gente? Algo que caracteriza a los santos y a las personas de buena voluntad. Visitaban a menudo los hospitales, hacían obras de caridad y curaban enfermos sin la menor repugnancia. Un hecho particular. En una visita a Roma las aguas del río Tíber se desbordaron estrepitosamente. Era una inundación que entrañaba mucho peligro. Catalina entró en oración, y al poco tiempo bajaron las aguas de su alto cauce.
La muerte de su madre le afectó mucho. A su vuelta a Suecia, buscó un lugar de paz en el monasterio de Wadstein, en el que llegó a ser abadesa. A su muerte fueron obispos, abadesas y personalidades de Suecia, Noruega y Dinamarca.
Nació en 1338 y murió en 1381. Cuando en casa hay una buena familia, se le da una educación excelente a sus hijos. Santa Brígida, su madre, tenía las ideas muy claras acerca de la educación de su hija en la virtud cristiana. Y su padre, el príncipe Ufón, no solamente no se opuso a lo que hacía su mujer, sino que él mismo participaba activamente en esta educación en valores.
Cuando ya fue mayorcita, la llevaron a la abadesa del monasterio para que completara su educación humana, cultural y religiosa. Todo el mundo admiraba su extraordinaria belleza física.
El padre le insinuó con todo respeto que contrajera matrimonio con un joven de la alta alcurnia. Ella, sin embargo, en contra de la corriente normal que el mundo le ofrecía, decidió vivir en perpetua virginidad.
Pero tantas fueron las insistencias del padre que, al final, accedió a contraer matrimonio con el caballero Etghardo. Este, conociéndola bien, le permitió vivir su castidad. Los santos son así.
En una ocasión, fueron como peregrinos a Asís. Los días y los caminos, en aquel tiempo, eran difíciles y muy largos. Era una noche oscura. Tuvieron que cobijarse en una casita de la mala muerte. Y, estando en ella, fueron asaltados pro unos maleantes.
En medio de la oscuridad anhelaban ver sus rostros. Al no lograrlo, comenzaron a insultarles. Entonces, en lugar de volver insulto por insulto, se pusieron a rezar. Y he aquí que, de pronto, avanzan unos soldados desconocidos y los libran de los peligros.
Tanto en casa como en los viajes, Brígida acompañó a su hija.
¿Qué hacían de especial y llamativo para la gente? Algo que caracteriza a los santos y a las personas de buena voluntad. Visitaban a menudo los hospitales, hacían obras de caridad y curaban enfermos sin la menor repugnancia. Un hecho particular. En una visita a Roma las aguas del río Tíber se desbordaron estrepitosamente. Era una inundación que entrañaba mucho peligro. Catalina entró en oración, y al poco tiempo bajaron las aguas de su alto cauce.
La muerte de su madre le afectó mucho. A su vuelta a Suecia, buscó un lugar de paz en el monasterio de Wadstein, en el que llegó a ser abadesa. A su muerte fueron obispos, abadesas y personalidades de Suecia, Noruega y Dinamarca.
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