Querido hermano:
Nadie te desprecie por ser joven; sé tú un modelo para los fieles, en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez.
Mientras llego, preocúpate de la lectura pública, de animar y enseñar.
No descuides el don que posees, que se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de manos de los presbíteros.
Preocúpate de esas cosas y dedícate a ellas, para que todos vean cómo adelantas.
Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante; si lo haces, te salvaras a ti y a los que te escuchan.
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: -«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora. »
Jesús tomó la palabra y le dijo: -«Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: -«Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: -«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: -«Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: -«Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
-«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con unguento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama. »
Y a ella le dijo: -«Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: -«¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: -«Tu fe te ha salvado, vete en paz. »
Palabra del Señor.
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