Nació en Chorio di San Lorenzo, archidiócesis de Reggio Calabria, en una familia de agricultores profundamente cristianos, el 14 de febrero de 1879. Ese mismo día fue bautizado. En 1882 recibió el sacramento de la Confirmación.
A los diez años sintió la vocación al sacerdocio y entró en el seminario arzobispal de Reggio.
Fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1902. Durante dos años fue prefecto de disciplina en el seminario. Luego, en 1904, fue nombrado párroco en una aldea, donde reinaba la pobreza, el analfabetismo, la ignorancia religiosa. Allí compartió las privaciones y sufrimientos de la gente. Fue celoso en el anuncio de la palabra de Dios y en la enseñanza de la doctrina cristiana, edificante en la celebración de los misterios divinos, asiduo en el ministerio de la Confesión, generoso con las familias necesitadas, y solícito con los enfermos. Para los jóvenes que no podían frecuentar las escuelas públicas abrió una escuela vespertina gratuita, en la que él era el maestro.
Colaboraba con los párrocos de las aldeas vecinas en la predicación y en la administración del sacramento de la Penitencia.
Era muy devoto de la santa faz de Cristo y difundió con celo esa devoción entre el pueblo, implicando a sacerdotes y laicos en el apostolado de la reparación por los pecados, especialmente de la blasfemia y la profanación de las fiestas religiosas. Con feliz intuición, unió esta devoción a la piedad eucarística: el rostro real de Cristo lo encontramos en la Eucaristía, donde se oculta bajo el blanco velo de la Hostia. En 1918 fundó la Pía unión de la Santa Faz.
Para ayudar a los jóvenes que querían ser sacerdotes pero no tenían recursos, instituyó la "Obra de los clérigos pobres".
Desde 1921 hasta 1940 fue párroco, en la ciudad de Reggio, de la iglesia de Santa María de la Purificación. Allí desempeñó una actividad aún más intensa y más amplia. Se dedicaba en especial a la catequesis, las misiones populares, el ministerio de la Confesión, la asistencia a los pobres, a los enfermos y a los perseguidos por asociaciones criminales. Fomentaba con empeño el culto a la Eucaristía y promovía las vocaciones sacerdotales. Además, fue director espiritual en el seminario arzobispal, capellán de hospitales, confesor en casas religiosas y en cárceles, y canónigo penitenciario de la catedral.
En 1934 fundó las religiosas Verónicas de la Santa Faz, para propagar la devoción que constituía el fulcro de su espiritualidad y para ayudar a los sacerdotes más necesitados en las parroquias más perdidas y abandonadas. En 1953 la congregación recibió la aprobación canónica.
La misa, celebrada diariamente, y la adoración frecuente del santísimo Sacramento fueron el alma de su sacerdocio y el apoyo de su apostolado. Cultivó una devoción filial a la Virgen María, que irradió a sus religiosas y al pueblo fiel. Desde niño aprendió a rezar el rosario todos los días y lo siguió haciendo hasta su muerte.
Practicó el sacrificio, la mortificación y la penitencia. Aceptó con paciencia las enfermedades y la ceguera que lo afligió en la última etapa de su vida. En 1929 se había ofrecido como víctima al Corazón de Cristo, anhelando completar en su carne lo que faltaba a los padecimientos de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia.
Se preparó con gran serenidad al encuentro definitivo con el Señor, que tuvo lugar el 4 de abril de 1963, en Reggio, en la casa madre de la congregación que había fundado.
Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 1987.
A los diez años sintió la vocación al sacerdocio y entró en el seminario arzobispal de Reggio.
Fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1902. Durante dos años fue prefecto de disciplina en el seminario. Luego, en 1904, fue nombrado párroco en una aldea, donde reinaba la pobreza, el analfabetismo, la ignorancia religiosa. Allí compartió las privaciones y sufrimientos de la gente. Fue celoso en el anuncio de la palabra de Dios y en la enseñanza de la doctrina cristiana, edificante en la celebración de los misterios divinos, asiduo en el ministerio de la Confesión, generoso con las familias necesitadas, y solícito con los enfermos. Para los jóvenes que no podían frecuentar las escuelas públicas abrió una escuela vespertina gratuita, en la que él era el maestro.
Colaboraba con los párrocos de las aldeas vecinas en la predicación y en la administración del sacramento de la Penitencia.
Era muy devoto de la santa faz de Cristo y difundió con celo esa devoción entre el pueblo, implicando a sacerdotes y laicos en el apostolado de la reparación por los pecados, especialmente de la blasfemia y la profanación de las fiestas religiosas. Con feliz intuición, unió esta devoción a la piedad eucarística: el rostro real de Cristo lo encontramos en la Eucaristía, donde se oculta bajo el blanco velo de la Hostia. En 1918 fundó la Pía unión de la Santa Faz.
Para ayudar a los jóvenes que querían ser sacerdotes pero no tenían recursos, instituyó la "Obra de los clérigos pobres".
Desde 1921 hasta 1940 fue párroco, en la ciudad de Reggio, de la iglesia de Santa María de la Purificación. Allí desempeñó una actividad aún más intensa y más amplia. Se dedicaba en especial a la catequesis, las misiones populares, el ministerio de la Confesión, la asistencia a los pobres, a los enfermos y a los perseguidos por asociaciones criminales. Fomentaba con empeño el culto a la Eucaristía y promovía las vocaciones sacerdotales. Además, fue director espiritual en el seminario arzobispal, capellán de hospitales, confesor en casas religiosas y en cárceles, y canónigo penitenciario de la catedral.
En 1934 fundó las religiosas Verónicas de la Santa Faz, para propagar la devoción que constituía el fulcro de su espiritualidad y para ayudar a los sacerdotes más necesitados en las parroquias más perdidas y abandonadas. En 1953 la congregación recibió la aprobación canónica.
La misa, celebrada diariamente, y la adoración frecuente del santísimo Sacramento fueron el alma de su sacerdocio y el apoyo de su apostolado. Cultivó una devoción filial a la Virgen María, que irradió a sus religiosas y al pueblo fiel. Desde niño aprendió a rezar el rosario todos los días y lo siguió haciendo hasta su muerte.
Practicó el sacrificio, la mortificación y la penitencia. Aceptó con paciencia las enfermedades y la ceguera que lo afligió en la última etapa de su vida. En 1929 se había ofrecido como víctima al Corazón de Cristo, anhelando completar en su carne lo que faltaba a los padecimientos de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia.
Se preparó con gran serenidad al encuentro definitivo con el Señor, que tuvo lugar el 4 de abril de 1963, en Reggio, en la casa madre de la congregación que había fundado.
Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 1987.
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