Solitario y eremita
Los que escriben acerca de su vida, principalmente san Efrén con quien le unió una estrecha amistad, no mencionan el lugar de su vida de anacoreta, sí el territorio: Mesopotamia y, probablemente, en la cercanía de Edesa. Pasó más de cincuenta años en el desierto.
Con veinte años ha comenzado su vida de soledad. Vive en una celda con ventanilla al campo y allí se entrega a la oración y a la penitencia. Sus bienes son una escudilla de madera para comer y beber, una estera de juncos, un manto y un cilicio; el alimento ordinario son las hierbas y raíces que el campo le da.
La gente empieza a tener noticia de la existencia del solitario penitente en aquellos contornos; primero por curiosidad y luego por interés espiritual se le van aproximando los vecinos que transmiten más y más sus méritos y santidad. Siempre le vieron alegre y con carácter apacible.
El obispo de Lampsaco (ahora la ciudad turca de Lapseki) conoce su virtud y santidad y como tiene en su territorio un poblado en donde no sólo impera el paganismo, no ha pensado en mejor varón para convertirles que en Abrahám y por eso le da el encargo de predicarles a Cristo después de hacerlo sacerdote.
El santo penitente deja su celda por amor a la Iglesia que no por gusto personal. Lo primero que hace al llegar a su destino es edificar un templo.
Los que escriben acerca de su vida, principalmente san Efrén con quien le unió una estrecha amistad, no mencionan el lugar de su vida de anacoreta, sí el territorio: Mesopotamia y, probablemente, en la cercanía de Edesa. Pasó más de cincuenta años en el desierto.
Con veinte años ha comenzado su vida de soledad. Vive en una celda con ventanilla al campo y allí se entrega a la oración y a la penitencia. Sus bienes son una escudilla de madera para comer y beber, una estera de juncos, un manto y un cilicio; el alimento ordinario son las hierbas y raíces que el campo le da.
La gente empieza a tener noticia de la existencia del solitario penitente en aquellos contornos; primero por curiosidad y luego por interés espiritual se le van aproximando los vecinos que transmiten más y más sus méritos y santidad. Siempre le vieron alegre y con carácter apacible.
El obispo de Lampsaco (ahora la ciudad turca de Lapseki) conoce su virtud y santidad y como tiene en su territorio un poblado en donde no sólo impera el paganismo, no ha pensado en mejor varón para convertirles que en Abrahám y por eso le da el encargo de predicarles a Cristo después de hacerlo sacerdote.
El santo penitente deja su celda por amor a la Iglesia que no por gusto personal. Lo primero que hace al llegar a su destino es edificar un templo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario