"El Santo de todo el mundo" le llamó el Papa León XIII. Y no exageraba, ya que San Antonio es sin duda alguna, el Santo más popular de la Iglesia. Pero, sobre todo, es venerado por la gente humilde que sabe descubrir en él la ayuda y el ejemplo en las cosas ordinarias y sencillas.
Bien podía el Papa Pío XII, en 1946, en declararle Doctor de la Iglesia, felicitar a Portugal por haber regalado al mundo esta magnífica flor y a Padua por haberlo recibido en su tierra donde realizó toda clase de prodigios. Pero ¿por qué es famoso San Antonio? El mismo Pío XII lo declaraba al afirmar que esta fama le venía, "por la santidad de su vida, por la insigne fama de sus milagros y por el esplendor de su doctrina... Por todo ello iluminó y sigue ahora iluminando a todo el universo...".
Nació en Lisboa y le fue impuesto el nombre de Hernando o Fernando con el que se le conocerá hasta los veintiocho años cuando ingresó en la Orden Seráfica que cambiará por el de Antonio.
Sus padres se llamaron Martín Bullones y Teresa Tavera. Dieron una sencilla y cristiana educación a su hijo.
A los 15 años se entregó a una vida de fervor religioso y estudio concienzudo. Los Canónigos Regulares de San Agustín forjaron aquella inteligencia y modelaron aquel corazón que tanto supo amar a Dios y a las criaturas. Estudió primero en Lisboa y después pasó a la célebre ciudad de Coímbra. Mientras estaba en esta ciudad presenció la llegada de los cuerpos de los cinco primeros mártires franciscanos muertos por su fe en Jesucristo, en Marruecos. Fernando recibió como un aldabonazo muy fuerte en su corazón y como una llamada a ser Mártir como aquellos valientes religiosos. Ni corto ni perezoso corre a la portería de los Frailes Menores, al convento de San Antonio de los Olivares, y le dice al P. Guardián a quemarropa: -"Padre, si me prometéis enviarme a tierra de moros, os ruego que me deis vuestro hábito".
Es el verano de 1220. Antonio tiene 25 años. Su noviciado fue breve pero bien aprovechado. Asimila las virtudes y la Regla del Padre San Francisco. El P. Guardián sabe que debe cumplir la promesa hecha a Antonio de enviarlo en cuanto haya ocasión a tierra a moros, y, así lo hace en la primavera del 1221. Llegando ya a Marruecos una enfermedad le hace volver hacia España, pero una tormenta arrastra la embarcación hasta Sicilia y allí desembarcan. Su encuentro con San Francisco fue digno de quedar grabado para siempre en la historia franciscana. El Serafín de Asís le llamaba cariñosamente "mi obispo". Le ordena que reciba el sacerdocio con estas palabras: "A mi querido hermano Antonio, saluda en Cristo el hermano Francisco: Paréceme que leas a los frailes la teología; -con tal de que, por el demasiado estudio, no apagues en ti ni en ellos el fervor y el espíritu de la santa oración, según en la Regla se contiene".
Se entrega a predicar por Italia y Francia. Durante diez años lleva el mensaje por todas partes y lo confirma con ruidosos milagros hasta llegar a ser el mayor dramaturgo de todos los tiempos.
Hablaba a los hombres, a los pájaros y a los peces. Estos le obedecían y cantaban las glorias del Creador. Mereció ser canonizado al año de su muerte y es conocido como "El Doctor evangélico". "El Santo de los milagros". "El Arca del Testamento". "El Santo de todo el mundo".
El 13 de junio de 1231, con las palabras "Ya veo a Dios", volaba a la eternidad.
Bien podía el Papa Pío XII, en 1946, en declararle Doctor de la Iglesia, felicitar a Portugal por haber regalado al mundo esta magnífica flor y a Padua por haberlo recibido en su tierra donde realizó toda clase de prodigios. Pero ¿por qué es famoso San Antonio? El mismo Pío XII lo declaraba al afirmar que esta fama le venía, "por la santidad de su vida, por la insigne fama de sus milagros y por el esplendor de su doctrina... Por todo ello iluminó y sigue ahora iluminando a todo el universo...".
Nació en Lisboa y le fue impuesto el nombre de Hernando o Fernando con el que se le conocerá hasta los veintiocho años cuando ingresó en la Orden Seráfica que cambiará por el de Antonio.
Sus padres se llamaron Martín Bullones y Teresa Tavera. Dieron una sencilla y cristiana educación a su hijo.
A los 15 años se entregó a una vida de fervor religioso y estudio concienzudo. Los Canónigos Regulares de San Agustín forjaron aquella inteligencia y modelaron aquel corazón que tanto supo amar a Dios y a las criaturas. Estudió primero en Lisboa y después pasó a la célebre ciudad de Coímbra. Mientras estaba en esta ciudad presenció la llegada de los cuerpos de los cinco primeros mártires franciscanos muertos por su fe en Jesucristo, en Marruecos. Fernando recibió como un aldabonazo muy fuerte en su corazón y como una llamada a ser Mártir como aquellos valientes religiosos. Ni corto ni perezoso corre a la portería de los Frailes Menores, al convento de San Antonio de los Olivares, y le dice al P. Guardián a quemarropa: -"Padre, si me prometéis enviarme a tierra de moros, os ruego que me deis vuestro hábito".
Es el verano de 1220. Antonio tiene 25 años. Su noviciado fue breve pero bien aprovechado. Asimila las virtudes y la Regla del Padre San Francisco. El P. Guardián sabe que debe cumplir la promesa hecha a Antonio de enviarlo en cuanto haya ocasión a tierra a moros, y, así lo hace en la primavera del 1221. Llegando ya a Marruecos una enfermedad le hace volver hacia España, pero una tormenta arrastra la embarcación hasta Sicilia y allí desembarcan. Su encuentro con San Francisco fue digno de quedar grabado para siempre en la historia franciscana. El Serafín de Asís le llamaba cariñosamente "mi obispo". Le ordena que reciba el sacerdocio con estas palabras: "A mi querido hermano Antonio, saluda en Cristo el hermano Francisco: Paréceme que leas a los frailes la teología; -con tal de que, por el demasiado estudio, no apagues en ti ni en ellos el fervor y el espíritu de la santa oración, según en la Regla se contiene".
Se entrega a predicar por Italia y Francia. Durante diez años lleva el mensaje por todas partes y lo confirma con ruidosos milagros hasta llegar a ser el mayor dramaturgo de todos los tiempos.
Hablaba a los hombres, a los pájaros y a los peces. Estos le obedecían y cantaban las glorias del Creador. Mereció ser canonizado al año de su muerte y es conocido como "El Doctor evangélico". "El Santo de los milagros". "El Arca del Testamento". "El Santo de todo el mundo".
El 13 de junio de 1231, con las palabras "Ya veo a Dios", volaba a la eternidad.
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