En Roma, beato Pedro Diácono (o Levita), monje del monasterio del Celio, que, por mandato del papa san Gregorio I Magno, administró con prudencia el patrimonio de la Iglesia Romana y, ordenado diácono, sirvió con fidelidad al pontífice.
Parece que nació en la actual ciudad de Salussola en el Piamonte italiano. Discípulo, amigo, imitador e interlocutor de san Gregorio Magno en el monasterio benedictino de Monte Celio en Roma; aquí estudió letras y Filosofía. En el 590, cuando Gregorio fue elevado al papado, Pedro era subdiácono y fue enviado a Sicilia por el Papa como su vicario. Algunas cartas de Gregorio presentan a su legado ante los obispos sicilianos, otras se dirigen al propio Pedro, con quien discute cuestiones relativas a su misión como vicario: marcación de territorios, donaciones, asistencia a los pobres, vigilancia de las costumbres del clero, construcción de iglesias, etc. Desempeñó este encargo del 590 al 592, y luego en la Campania lo mismo por un año, para establecerse después en la propia Roma, como diácono de Gregorio.
Fue su diácono, secretario y su biógrafo, además del encargado de administrar el patrimonio de la Iglesia. En el libro “Los Diálogos” de Gregorio, el interlocutor es Pedro, y el libro fue escrito por consejo suyo. En el proemio de los “Diálogos” leemos que un día el Papa se retiró a un lugar solitario, posiblemente el monasterio de San Andrés en Celio; abrumado y cansado de los graves problemas que le tocaban como Pastor de toda la Iglesia, recibió el consuelo y apoyo de Pedro, «amadísimo hijo y querido compañero de santos estudios», «singular amigo desde su primera juventud».
De los antiguos biógrafos de Gregorio se recoge un importante episodio: cuando Gregorio dictaba sus obras a Pedro, estaban separados por una cortina; un día Pedro, extrañado de la velocidad con la que el santo le dictaba la doctrina cristiana, sin preguntar corrió la cortina, y vio al Espíritu Santo en forma de paloma dictando al oído del Papa la verdad de la fe. Pedro prometió guardarle el secreto con su propia vida. El papa murió en el 604, confiando poco antes a su fiel secretario que se intentaría destruir su obra, a lo que Pedro aseguró que trataría de impedirlo de todas las maneras. El peligro resultó cierto un año después: durante una carestía de alimentos se había difundido la calumnia de que Gregorio había empobrecido a la Iglesia por su excesiva prodigalidad con los pobres, y los fieles enfurecidos quisieron destruir su obra. Pedro defendió los escritos revelando la historia de su divino dictado, y se comprometió a que juraría en el púlpito de la Basílica Vaticana, y que si era verdad lo que contaba, que muriera en ese mismo instante. Y efectivamente, jura el 30 de abril del 605, y cae al instante muerto, con lo que cumple a la vez con salvar las obras y defender con su vida el secreto que había descubierto sin querer.
Fue enterrado en el campanario de la Basílica, no lejos de su maestro; su memoria litúrgica se inscribió el 12 de marzo, el mismo día de la muerte de san Gregorio, aunque el Martirologio actual la ha vuelto a poner en su fecha natural, el 30 de abril. En 1945 los ciudadanos de Salussola construyeron un oratorio dedicado al Beato como cumplimiento de un voto hecho durante la I Guerra Mundial. El 3 de mayo de 1866, Pío IX confirmó su culto inmemorial.
Parece que nació en la actual ciudad de Salussola en el Piamonte italiano. Discípulo, amigo, imitador e interlocutor de san Gregorio Magno en el monasterio benedictino de Monte Celio en Roma; aquí estudió letras y Filosofía. En el 590, cuando Gregorio fue elevado al papado, Pedro era subdiácono y fue enviado a Sicilia por el Papa como su vicario. Algunas cartas de Gregorio presentan a su legado ante los obispos sicilianos, otras se dirigen al propio Pedro, con quien discute cuestiones relativas a su misión como vicario: marcación de territorios, donaciones, asistencia a los pobres, vigilancia de las costumbres del clero, construcción de iglesias, etc. Desempeñó este encargo del 590 al 592, y luego en la Campania lo mismo por un año, para establecerse después en la propia Roma, como diácono de Gregorio.
Fue su diácono, secretario y su biógrafo, además del encargado de administrar el patrimonio de la Iglesia. En el libro “Los Diálogos” de Gregorio, el interlocutor es Pedro, y el libro fue escrito por consejo suyo. En el proemio de los “Diálogos” leemos que un día el Papa se retiró a un lugar solitario, posiblemente el monasterio de San Andrés en Celio; abrumado y cansado de los graves problemas que le tocaban como Pastor de toda la Iglesia, recibió el consuelo y apoyo de Pedro, «amadísimo hijo y querido compañero de santos estudios», «singular amigo desde su primera juventud».
De los antiguos biógrafos de Gregorio se recoge un importante episodio: cuando Gregorio dictaba sus obras a Pedro, estaban separados por una cortina; un día Pedro, extrañado de la velocidad con la que el santo le dictaba la doctrina cristiana, sin preguntar corrió la cortina, y vio al Espíritu Santo en forma de paloma dictando al oído del Papa la verdad de la fe. Pedro prometió guardarle el secreto con su propia vida. El papa murió en el 604, confiando poco antes a su fiel secretario que se intentaría destruir su obra, a lo que Pedro aseguró que trataría de impedirlo de todas las maneras. El peligro resultó cierto un año después: durante una carestía de alimentos se había difundido la calumnia de que Gregorio había empobrecido a la Iglesia por su excesiva prodigalidad con los pobres, y los fieles enfurecidos quisieron destruir su obra. Pedro defendió los escritos revelando la historia de su divino dictado, y se comprometió a que juraría en el púlpito de la Basílica Vaticana, y que si era verdad lo que contaba, que muriera en ese mismo instante. Y efectivamente, jura el 30 de abril del 605, y cae al instante muerto, con lo que cumple a la vez con salvar las obras y defender con su vida el secreto que había descubierto sin querer.
Fue enterrado en el campanario de la Basílica, no lejos de su maestro; su memoria litúrgica se inscribió el 12 de marzo, el mismo día de la muerte de san Gregorio, aunque el Martirologio actual la ha vuelto a poner en su fecha natural, el 30 de abril. En 1945 los ciudadanos de Salussola construyeron un oratorio dedicado al Beato como cumplimiento de un voto hecho durante la I Guerra Mundial. El 3 de mayo de 1866, Pío IX confirmó su culto inmemorial.
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