lunes, 30 de junio de 2025
Lecturas del 30/06/2025
Los hombres se levantaron de junto a la encina de Mambré, miraron hacia Sodoma. Abrahán los acompañaba para despedirlos.
El Señor pensó: « ¿Puedo ocultarle a Abrahán lo que voy a hacer? Abrahán se convertirá en un pueblo grande y numeroso, y en él se bendecirán todos los pueblos de la tierra. Lo he escogido para que mande a sus hijos, a su casa y a sus sucesores que guarden el camino del Señor, practicando la justicia y el derecho; y así cumplirá el Señor a Abrahán lo que le ha prometido». El Señor dijo:
«El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré».
Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor. Abrahán se acercó y le dijo: « ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?». El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos».
Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?».
Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco».
Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta».
Le respondió: «En atención a los cuarenta, no lo haré».
Abrahán siguió hablando: «Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?». Él respondió: «No lo haré, si encuentro allí treinta».
Insistió Abrahán: «Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran sólo veinte?». Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré».
Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?». Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré».
Cuando terminó de hablar con Abrahán, el Señor se fue; y Abrahán volvió a su lugar.
En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla.
Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas».
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
Otro, que era de los discípulos, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre».
Jesús le replicó: «Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos».
Palabra del Señor.
30 de Junio 2025 – Santos Protomártires de la Iglesia Roma
El día 19 de julio del año 64 estallaba en Roma un terrible incendio que duró nueve días seguidos. Pronto se corrió la voz de que el animal de Nerón había prendido fuego a la ciudad. Los historiadores cuentan que "los palaciegos de Nerón recorrían la ciudad incendiándola, vestidos de esclavos para no ser reconocidos". El sucio emperador estaba fuera de la quema, como es natural. Al volver a Roma y enterarse de que todo el pueblo le echaba la culpa de la brutal hazaña, buscó una coartada fenomenal. "Han sido los de la secta nueva, esos que se llaman cristianos".
Mandó a la policía a las calles, apresó a todos los cristianos que pudo, los encarceló y esperó a las primeras fiestas de Roma. El historiador Tácito nos lo cuenta así: "Las víctimas fueron reservadas para una fiesta, a la cual se dio carácter expiatorio. En el juego de la mañana, consagrado a los combates de animales, se vio un desfile desusado. Los condenados, cubiertos de pieles de bestias salvajes bajaron a la arena, donde los despedazaron los perros; a otros los crucificaron; a muchos, revestidos de túnicas impregnadas en aceite, pez o resina, se les ató a unos postes para que sirviesen de luminarias en los festejos de la noche. Al caer de la tarde se dio fuego a aquellos faroles vivientes".
Mandó a la policía a las calles, apresó a todos los cristianos que pudo, los encarceló y esperó a las primeras fiestas de Roma. El historiador Tácito nos lo cuenta así: "Las víctimas fueron reservadas para una fiesta, a la cual se dio carácter expiatorio. En el juego de la mañana, consagrado a los combates de animales, se vio un desfile desusado. Los condenados, cubiertos de pieles de bestias salvajes bajaron a la arena, donde los despedazaron los perros; a otros los crucificaron; a muchos, revestidos de túnicas impregnadas en aceite, pez o resina, se les ató a unos postes para que sirviesen de luminarias en los festejos de la noche. Al caer de la tarde se dio fuego a aquellos faroles vivientes".
domingo, 29 de junio de 2025
Lecturas del 29/06/2025
En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos.
Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate».
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias».
Así lo hizo, y el ángel le dijo: «Envuélvete en el manto y sígueme».
Salió y lo seguía sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo. Ante ellos. Salieron, y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel. Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos».
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.
He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.
Más el Señor me estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de toda obra mal y me salvará llevándome a su reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: « ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió: « ¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Palabra del Señor.
29 de Junio 2025 – San Pedro y San Pablo
Tan atrás como en el siglo cuarto se celebraba una fiesta en memoria de los Santos Pedro y Pablo en el mismo día, aunque el día no era el mismo en Oriente que en Roma. El Martirologio Sirio de fines del siglo cuarto, que es un extracto de un catálogo Griego de santos del Asia Menor, indica las siguientes fiestas en conexión con la Navidad (25 de diciembre): 26 dic. San Esteban; 27 dic. Santos Santiago y Juan; 28 dic. Santos Pedro y Pablo.
La fiesta principal de los Santos Pedro y Pablo se mantuvo en Roma el 29 de junio tan atrás como en el tercero o cuarto siglo. La lista de fiestas de mártires en el Cronógrafo de Filócalo coloca esta nota en la fecha - "III. Kal. Jul. Petri in Catacumbas et Pauli Ostiense Tusco et Basso Cose." (=el año 258). El "Martyrologium Hieronyminanum" tiene, en el Berne MS., la siguiente nota para el 29 de junio: "Romae via Aurelia natale sanctorum Apostolorum Petri et Pauli, Petri in Vaticano, Pauli in via Ostiensi, utrumque in catacumbas, passi sub Nerone, Basso et Tusco consulibus" (ed. de Rossi--Duchesne, 84).
La fecha 258 en las notas revela que a parir de ese año se celebraba la memoria de los dos Apóstoles el 29 de junio en la Vía Apia ad Catacumbas (cerca de San Sebastiano fuori le mura), pues en esta fecha los restos de los Apóstoles fueron trasladado allí (ver arriba). Más tarde, quizá al construirse la iglesia sobre las tumbas en el Vaticano y en la Vía Ostiensis, los restos fueron restituidos a su anterior lugar de descanso: los de Pedro a la Basílica Vaticana y los de Pablo la iglesia en la Vía Ostiensis.
En el sitio Ad Catacumbas se construyó, tan atrás como en el siglo cuarto, una iglesia en honor de los dos Apóstoles. Desde el año 258 se guardó su fiesta principal el 29 de junio, fecha en la que desde tiempos antiguos se celebraba el Servicio Divino solemne en las tres iglesias arriba mencionadas (Duchesne, "Origines du culte chretien", 5ta ed., París, 1909, 271 sqq., 283 sqq.; Urbano, "Ein Martyrologium der christl. Gemeinde zu Rom an Anfang des 5. Jahrh.” Leipzig, 1901, 169 sqq.; Kellner, "Heortologie", 3ra ed., Freiburg, 1911, 210 sqq.). La leyenda procuró explicar que los Apóstoles ocupasen temporalmente el sepulcro Ad Catacumbas mediante la suposición que, enseguida de la muerte de ellos los Cristianos del Oriente deseaban robarse sus restos y llevarlos al Este. Toda esta historia es evidentemente producto de la leyenda popular.
Una tercera festividad de los Apóstoles tiene lugar el 1 de agosto: la fiesta de las Cadenas de San Pedro. Esta fiesta era originariamente la de dedicación de la iglesia del Apóstol, erigida en la Colina Esquilina en el siglo cuarto. Un sacerdote titular de la iglesia, Filipo, fue delegado papal al Concilio de Éfeso en el año 431. La iglesia fue reconstruida por Sixto II (432) a costa de la familia imperial Bizantina. La consagración solemne pudo haber sido el 1 de agosto, o este fue el día de la dedicación de la anterior iglesia. Quizá este día fue elegido para sustituir las fiestas paganas que se realizaban el 1 de agosto. En esta iglesia, aún en pie (S. Pietro en Vincoli), probablemente se preservaron desde el siglo cuarto las cadenas de San Pedro que eran muy grandemente veneradas, siendo considerados como reliquias apreciadas los pequeños trozos de su metal.
De tal modo, la iglesia desde muy antiguo recibió el nombre in Vinculis, convirtiéndose la fiesta del 1 de agosto en fiesta de las cadenas de San Pedro (Duchesne, op. cit., 286 sqq.; Kellner, loc. cit., 216 sqq.). El recuerdo de ambos Pedro y Pablo fue más tarde relacionado con dos lugares de la antigua Roma: la Vía Sacra, en las afueras del Foro, adonde se decía que fue arrojado al suelo el mago Simón ante la oración de Pedro y la cárcel Tullianum, o Carcer Mamertinus, adonde se supone que fueron mantenidos los Apóstoles hasta su ejecución.
También en ambos lugares se erigieron santuarios de los Apóstoles y el de la cárcel Mamertina aún permanece en casi su estado original desde la temprana época Romana. Estas conmemoraciones locales de los Apóstoles están basadas en leyendas y no hay celebraciones especiales en las dos iglesias. Sin embargo, no es imposible que Pedro y Pablo hayan sido confinados en la prisión principal de Roma en el fuerte del Capitolio, de la cual queda como un resto la actual Carcer Mamertinus.
La fiesta principal de los Santos Pedro y Pablo se mantuvo en Roma el 29 de junio tan atrás como en el tercero o cuarto siglo. La lista de fiestas de mártires en el Cronógrafo de Filócalo coloca esta nota en la fecha - "III. Kal. Jul. Petri in Catacumbas et Pauli Ostiense Tusco et Basso Cose." (=el año 258). El "Martyrologium Hieronyminanum" tiene, en el Berne MS., la siguiente nota para el 29 de junio: "Romae via Aurelia natale sanctorum Apostolorum Petri et Pauli, Petri in Vaticano, Pauli in via Ostiensi, utrumque in catacumbas, passi sub Nerone, Basso et Tusco consulibus" (ed. de Rossi--Duchesne, 84).
La fecha 258 en las notas revela que a parir de ese año se celebraba la memoria de los dos Apóstoles el 29 de junio en la Vía Apia ad Catacumbas (cerca de San Sebastiano fuori le mura), pues en esta fecha los restos de los Apóstoles fueron trasladado allí (ver arriba). Más tarde, quizá al construirse la iglesia sobre las tumbas en el Vaticano y en la Vía Ostiensis, los restos fueron restituidos a su anterior lugar de descanso: los de Pedro a la Basílica Vaticana y los de Pablo la iglesia en la Vía Ostiensis.
En el sitio Ad Catacumbas se construyó, tan atrás como en el siglo cuarto, una iglesia en honor de los dos Apóstoles. Desde el año 258 se guardó su fiesta principal el 29 de junio, fecha en la que desde tiempos antiguos se celebraba el Servicio Divino solemne en las tres iglesias arriba mencionadas (Duchesne, "Origines du culte chretien", 5ta ed., París, 1909, 271 sqq., 283 sqq.; Urbano, "Ein Martyrologium der christl. Gemeinde zu Rom an Anfang des 5. Jahrh.” Leipzig, 1901, 169 sqq.; Kellner, "Heortologie", 3ra ed., Freiburg, 1911, 210 sqq.). La leyenda procuró explicar que los Apóstoles ocupasen temporalmente el sepulcro Ad Catacumbas mediante la suposición que, enseguida de la muerte de ellos los Cristianos del Oriente deseaban robarse sus restos y llevarlos al Este. Toda esta historia es evidentemente producto de la leyenda popular.
Una tercera festividad de los Apóstoles tiene lugar el 1 de agosto: la fiesta de las Cadenas de San Pedro. Esta fiesta era originariamente la de dedicación de la iglesia del Apóstol, erigida en la Colina Esquilina en el siglo cuarto. Un sacerdote titular de la iglesia, Filipo, fue delegado papal al Concilio de Éfeso en el año 431. La iglesia fue reconstruida por Sixto II (432) a costa de la familia imperial Bizantina. La consagración solemne pudo haber sido el 1 de agosto, o este fue el día de la dedicación de la anterior iglesia. Quizá este día fue elegido para sustituir las fiestas paganas que se realizaban el 1 de agosto. En esta iglesia, aún en pie (S. Pietro en Vincoli), probablemente se preservaron desde el siglo cuarto las cadenas de San Pedro que eran muy grandemente veneradas, siendo considerados como reliquias apreciadas los pequeños trozos de su metal.
De tal modo, la iglesia desde muy antiguo recibió el nombre in Vinculis, convirtiéndose la fiesta del 1 de agosto en fiesta de las cadenas de San Pedro (Duchesne, op. cit., 286 sqq.; Kellner, loc. cit., 216 sqq.). El recuerdo de ambos Pedro y Pablo fue más tarde relacionado con dos lugares de la antigua Roma: la Vía Sacra, en las afueras del Foro, adonde se decía que fue arrojado al suelo el mago Simón ante la oración de Pedro y la cárcel Tullianum, o Carcer Mamertinus, adonde se supone que fueron mantenidos los Apóstoles hasta su ejecución.
También en ambos lugares se erigieron santuarios de los Apóstoles y el de la cárcel Mamertina aún permanece en casi su estado original desde la temprana época Romana. Estas conmemoraciones locales de los Apóstoles están basadas en leyendas y no hay celebraciones especiales en las dos iglesias. Sin embargo, no es imposible que Pedro y Pablo hayan sido confinados en la prisión principal de Roma en el fuerte del Capitolio, de la cual queda como un resto la actual Carcer Mamertinus.
sábado, 28 de junio de 2025
28 de Junio 2025 - INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
Cuando el maestresala probó el vino milagroso que la bendición de Jesús regalaba a los felices novios de Caná, exclamó admirado, dirigiéndose al esposo: "Has reservado el buen vino hasta ahora...".
La devoción al Inmaculado Corazón de María es este buen vino que el esposo, Jesucristo, tenía en reserva para su Iglesia hasta la hora actual. Aunque María ha sido objeto del especialísimo amor y veneración de la Iglesia desde los primeros tiempos, había tal vez en este culto más admiración que intimidad. Se ensalzaba la altísima dignidad, las gracias y privilegios de María, sin atreverse a penetrar en el santuario de todas ellas: su Corazón.
Ha sido precisa una llamada expresa de la misma Santísima Señora para alentarnos a dar este paso. El Mensaje de Fátima es una invitación apremiante a la intimidad de su Corazón. El cardenal patriarca de Lisboa lo considera como "una revelación del Corazón Inmaculado de María al mundo actual. Y afirma categóricamente que "la salvación del mundo —en esta hora trágica de la historia— ha sido confiada por Dios al Inmaculado Corazón de María" (A Voz, 18 de septiembre de 1946).
Por su parte, Pío XII nos invita a arrojarnos en los brazos de María, "seguros de encontrar en su amantísimo Corazón... el puerto seguro en medio de las tempestades que por todas partes nos apremian". (Oración Año Mariano.)
Al hablar del Corazón de María entendemos:
Su Corazón físico, el que latía en su pecho durante su vida mortal y ahora en el cielo.
El conjunto de afectos, cualidades y virtudes que constituyen su "vida interior".
Su persona misma, considerada en su más noble aspecto: el amor.
En todos los tiempos, en el lenguaje usual, la palabra "corazón" ha sido tomada como símbolo de la vida interior del hombre y aun de la misma persona considerada en su vida afectiva. La Sagrada Escritura da comúnmente al término "corazón" este carácter simbólico. De este modo, a través del corazón físico de María veneramos su vida interior y su misma persona por la suprema razón de su dignidad inmensa de Madre de Dios.
La maternidad divina de María es la raíz y la causa de todas las gracias que adornan su Corazón. "De su maternidad divina —dice Pío XII en la Fulgens Corona—, como de arcana y purísima fuente, parecen derivar todos los privilegios y gracias que tan excelentemente adornaron su alma y su vida." Predestinada a tan altísima misión, la infinita sabiduría de Dios no podía dejar de prevenirla con gracias adecuadas que le permitieran asumirla dignamente. Gracias tan excepcionales que Santo Tomás afirma que, por ser Madre de Dios, la Santísima Virgen tiene cierta dignidad infinita.
Y esta maternidad excelsa, que coloca a María por encima de todas las criaturas, se realizó en su Corazón Inmaculado antes que en sus purísimas entrañas. "Al Verbo que dio a luz según la carne, lo concibió primeramente según la fe en su Corazón", afirman los Santos Padres. Por la fe y el amor, por la pureza, sumisión y humildad de su Corazón, María mereció llevar en su seno al Hijo de Dios.
Madre de Cristo-Cabeza por su Corazón, es también por su Corazón madre del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Nos concibió al mismo tiempo que a Jesús al dar su consentimiento a la embajada del ángel. Libremente y por amor, aceptando de corazón ser madre del Cristo total. Y, por los dolores de su Corazón, nos dio a luz al pie de la cruz de su Primogénito, mereciéndonos así, juntamente con EI, la gracia redentora que ahora nos llega por su mediación.
Si todo corazón de madre es ya una cristalización admirable del amor de Dios, ¿qué será el Corazón de María destinado a la más augusta maternidad? No es preciso que la teología nos lo enseñe: la intuición del pueblo fiel le ha atribuido siempre una tal plenitud de gracias y dones como para agotar la munificencia de un Dios. Todos los adjetivos se nos quedan cortos y descoloridos cuando se trata de definir el Corazón de María. Después de haber dicho que es inmaculado, bondadoso, santo, humildísimo, rebosante de caridad, misericordiosísimo, tenemos la impresión de no haber dicho nada.
Imposible detenernos aquí, ni tan siquiera someramente, en la contemplación de todas y cada una de las incontables riquezas de este Corazón. Pero, puesto que la maternidad divina para la que ha sido expresamente creado es "la fuente de que dimanan todas sus excelencias", podemos lógicamente concluir que en la cualidad maternal de su Corazón las hallaremos compendiadas todas.
María posee un auténtico corazón de madre. Con más exactitud cabría decir que todo corazón de madre es una copia, más o menos feliz, del de María. Y nos encanta hallar plena confirmación de esta verdad adivinada por nuestro instinto filial en las páginas del Evangelio. En dos breves rasgos, San Lucas y San Juan nos dan el perfil inconfundiblemente materno del Corazón de María.
San Lucas tiene una frase que nunca le agradeceremos bastante. Por dos veces —tras el relato de la primera infancia de Jesús y después, al cerrar el breve capítulo de su adolescencia— repite, ponderativo: "Y María guardaba todas estas cosas en su Corazón".
En tan pocas palabras el evangelista de Nuestra Señora acaba de decirnos lo que más nos importaba saber: que en el Corazón de María tenemos un corazón de madre. Que María posee en grado sumo una cualidad específicamente maternal: la memoria fiel del corazón. El niño que un día fuimos continúa viviendo siempre en el corazón de nuestra madre: en él quedaron grabados los más nimios detalles de nuestra infancia. Esta es la condición que San Lucas hace resaltar, por dos veces, en el Corazón de María. Teniendo en cuenta la estricta sobriedad de los evangelios, esta insistencia es significativa: es que debe importarnos mucho la fidelidad de su Corazón.
A todos nos habrá entristecido alguna vez el pensamiento de que no podremos ver en el cielo a Jesús Niño, ya que es a Cristo adulto a quien contemplaremos allí glorificado. La infancia de Jesús ¿será, pues, para nosotros, un bien definitivamente perdido? No, porque, por fortuna, "María guardaba todas estas cosas en su Corazón". La gracia torpe y encantadora de los primeros pasos del Niño, y aquel modo tan suyo, único, de decir "madre"; los hoyuelos que se le formaban en las mejillas al reír, sus deliciosos dientecitos de leche, y aquella asombrosa mirada de un Dios en unos ojos de niño..., todas estas cosas son las que guardaba y guarda todavía fielmente para nosotros el Corazón maternal de María. Este es el Evangelio íntimo que no conocemos y que Ella nos reserva para el cielo.
Y junto a la infancia de Jesús, Ella guarda también la nuestra, la de todos sus hijos. Nuestra niñez tan breve, tan pronto marchita, tan escasamente graciosa en todos sentidos. Y lo poco —nunca será mucho— que hayamos sabido vivir, ya adultos, con alma de niño, con limpia intención. En María lo hallaremos todo intacto. Podemos confiarle ahora nuestros menudos tesoros, como hacen los chiquillos con las bolas o los cromos ganados en la última partida: "Toma, madre, guárdame esto..." Está en buenas manos. Nada se perderá de lo que hayamos confiado a su custodia. Tal vez no lo reconozcamos siquiera cuando nos lo devuelva: el contacto de su Corazón lo habrá embellecido.
San Juan, en la escena de las bodas de Caná, nos revela otro rasgo exquisitamente maternal del Corazón de María: su atenta solicitud por los demás. Un corazón maternal es un corazón atento: nada de cuanto atañe al hijo puede pasarle desapercibido. Es vigilante, nunca se distrae; presiente las angustias del hijo, las adivina. Cuando la madre desaparece de nuestra vida hacemos de pronto un doloroso descubrimiento: el de la absoluta indiferencia del universo. De pronto caemos en la cuenta de nuestra insignificancia, de cuán poco interesantes somos para los demás. La presencia siempre atenta de la madre nos lo había ocultado hasta entonces.
En Caná el corazón maternal de María despliega su vigilante cuidado en favor de unos extraños —parientes lejanos a lo sumo— para remediar una situación embarazosa, sí, pero, sin consecuencias graves. Para demostrarnos que a Ella, en verdad, nada humano puede serle extraño, ni nadie queda excluido de su celosa ternura. Nuestros pequeños fallos y ridículos descuidos, lo mismo que nuestras enormes culpas y tremendas angustias, todo, absolutamente todo, es objeto de sus desvelos, de su preocupación. "No tienen vino", le dice a su Hijo. Todos están distraídos, nadie se ha dado cuenta. Sólo Ella. Jesús parece lejano, indiferente. Tal vez está hablando del reino de Dios y de la necesidad de buscarlo ante todo y por encima de todo. "¿Vino? Bueno, Madre, esto no es cosa nuestra..." Pero los ojos de María insisten en silencio, las ánforas están preparadas "Haced cuanto Él os diga..." y el milagro, por fin, florece. La solicitud maternal de María ha conseguido su primera victoria.
Y continúa consiguiéndolas. Su táctica no ha variado: constante vigilancia, mediación oportuna, súplica insistente. El Corazón de María se desvive por sus hijos.
Así hacen las madres. De Ella lo han aprendido.
Quizá empecemos ahora a entender en qué debe consistir nuestra devoción al Corazón de María. No se trata de añadir uno más a la lista de nuestros ejercicios de piedad. No se trata de practicar los cinco primeros sábados de mes, ni de ir en peregrinación a Fátima, ni de recitar cierta fórmula de consagración. Todo esto está muy bien. Pero nuestra devoción ha de consistir en algo más que en una reiteración de actos externos. Ha de ser una corriente vital de corazón a Corazón que penetre, informe y reforme todo nuestro ser. A su materna ternura sólo se puede corresponder con filial cariño. Su solicitud reclama nuestra confianza; su fidelidad exige la nuestra.
Saber, como San Estanislao de Kostka, vivir de este solo pensamiento: "La Madre de Dios es mi madre". Sentir sobre nosotros la constante vigilancia de su mirada, inquieta, solícita, atenta, saborear la certeza de saber que nos lleva continuamente en su Corazón como niños que no han nacido todavía... Y no angustiarse por nada: "La Madre de Dios es mi madre". ¿Qué puede ocurrirnos que no sea bueno, maravillosamente bueno?
Todas nuestras desdichas provienen que hemos crecido demasiado... y hemos imaginado, ya tan mayores, poder prescindir de la Madre.
Es hora ya de volver al regazo materno. El Corazón de María nos espera.
La devoción al Inmaculado Corazón de María es este buen vino que el esposo, Jesucristo, tenía en reserva para su Iglesia hasta la hora actual. Aunque María ha sido objeto del especialísimo amor y veneración de la Iglesia desde los primeros tiempos, había tal vez en este culto más admiración que intimidad. Se ensalzaba la altísima dignidad, las gracias y privilegios de María, sin atreverse a penetrar en el santuario de todas ellas: su Corazón.
Ha sido precisa una llamada expresa de la misma Santísima Señora para alentarnos a dar este paso. El Mensaje de Fátima es una invitación apremiante a la intimidad de su Corazón. El cardenal patriarca de Lisboa lo considera como "una revelación del Corazón Inmaculado de María al mundo actual. Y afirma categóricamente que "la salvación del mundo —en esta hora trágica de la historia— ha sido confiada por Dios al Inmaculado Corazón de María" (A Voz, 18 de septiembre de 1946).
Por su parte, Pío XII nos invita a arrojarnos en los brazos de María, "seguros de encontrar en su amantísimo Corazón... el puerto seguro en medio de las tempestades que por todas partes nos apremian". (Oración Año Mariano.)
Al hablar del Corazón de María entendemos:
Su Corazón físico, el que latía en su pecho durante su vida mortal y ahora en el cielo.
El conjunto de afectos, cualidades y virtudes que constituyen su "vida interior".
Su persona misma, considerada en su más noble aspecto: el amor.
En todos los tiempos, en el lenguaje usual, la palabra "corazón" ha sido tomada como símbolo de la vida interior del hombre y aun de la misma persona considerada en su vida afectiva. La Sagrada Escritura da comúnmente al término "corazón" este carácter simbólico. De este modo, a través del corazón físico de María veneramos su vida interior y su misma persona por la suprema razón de su dignidad inmensa de Madre de Dios.
La maternidad divina de María es la raíz y la causa de todas las gracias que adornan su Corazón. "De su maternidad divina —dice Pío XII en la Fulgens Corona—, como de arcana y purísima fuente, parecen derivar todos los privilegios y gracias que tan excelentemente adornaron su alma y su vida." Predestinada a tan altísima misión, la infinita sabiduría de Dios no podía dejar de prevenirla con gracias adecuadas que le permitieran asumirla dignamente. Gracias tan excepcionales que Santo Tomás afirma que, por ser Madre de Dios, la Santísima Virgen tiene cierta dignidad infinita.
Y esta maternidad excelsa, que coloca a María por encima de todas las criaturas, se realizó en su Corazón Inmaculado antes que en sus purísimas entrañas. "Al Verbo que dio a luz según la carne, lo concibió primeramente según la fe en su Corazón", afirman los Santos Padres. Por la fe y el amor, por la pureza, sumisión y humildad de su Corazón, María mereció llevar en su seno al Hijo de Dios.
Madre de Cristo-Cabeza por su Corazón, es también por su Corazón madre del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Nos concibió al mismo tiempo que a Jesús al dar su consentimiento a la embajada del ángel. Libremente y por amor, aceptando de corazón ser madre del Cristo total. Y, por los dolores de su Corazón, nos dio a luz al pie de la cruz de su Primogénito, mereciéndonos así, juntamente con EI, la gracia redentora que ahora nos llega por su mediación.
Si todo corazón de madre es ya una cristalización admirable del amor de Dios, ¿qué será el Corazón de María destinado a la más augusta maternidad? No es preciso que la teología nos lo enseñe: la intuición del pueblo fiel le ha atribuido siempre una tal plenitud de gracias y dones como para agotar la munificencia de un Dios. Todos los adjetivos se nos quedan cortos y descoloridos cuando se trata de definir el Corazón de María. Después de haber dicho que es inmaculado, bondadoso, santo, humildísimo, rebosante de caridad, misericordiosísimo, tenemos la impresión de no haber dicho nada.
Imposible detenernos aquí, ni tan siquiera someramente, en la contemplación de todas y cada una de las incontables riquezas de este Corazón. Pero, puesto que la maternidad divina para la que ha sido expresamente creado es "la fuente de que dimanan todas sus excelencias", podemos lógicamente concluir que en la cualidad maternal de su Corazón las hallaremos compendiadas todas.
María posee un auténtico corazón de madre. Con más exactitud cabría decir que todo corazón de madre es una copia, más o menos feliz, del de María. Y nos encanta hallar plena confirmación de esta verdad adivinada por nuestro instinto filial en las páginas del Evangelio. En dos breves rasgos, San Lucas y San Juan nos dan el perfil inconfundiblemente materno del Corazón de María.
San Lucas tiene una frase que nunca le agradeceremos bastante. Por dos veces —tras el relato de la primera infancia de Jesús y después, al cerrar el breve capítulo de su adolescencia— repite, ponderativo: "Y María guardaba todas estas cosas en su Corazón".
En tan pocas palabras el evangelista de Nuestra Señora acaba de decirnos lo que más nos importaba saber: que en el Corazón de María tenemos un corazón de madre. Que María posee en grado sumo una cualidad específicamente maternal: la memoria fiel del corazón. El niño que un día fuimos continúa viviendo siempre en el corazón de nuestra madre: en él quedaron grabados los más nimios detalles de nuestra infancia. Esta es la condición que San Lucas hace resaltar, por dos veces, en el Corazón de María. Teniendo en cuenta la estricta sobriedad de los evangelios, esta insistencia es significativa: es que debe importarnos mucho la fidelidad de su Corazón.
A todos nos habrá entristecido alguna vez el pensamiento de que no podremos ver en el cielo a Jesús Niño, ya que es a Cristo adulto a quien contemplaremos allí glorificado. La infancia de Jesús ¿será, pues, para nosotros, un bien definitivamente perdido? No, porque, por fortuna, "María guardaba todas estas cosas en su Corazón". La gracia torpe y encantadora de los primeros pasos del Niño, y aquel modo tan suyo, único, de decir "madre"; los hoyuelos que se le formaban en las mejillas al reír, sus deliciosos dientecitos de leche, y aquella asombrosa mirada de un Dios en unos ojos de niño..., todas estas cosas son las que guardaba y guarda todavía fielmente para nosotros el Corazón maternal de María. Este es el Evangelio íntimo que no conocemos y que Ella nos reserva para el cielo.
Y junto a la infancia de Jesús, Ella guarda también la nuestra, la de todos sus hijos. Nuestra niñez tan breve, tan pronto marchita, tan escasamente graciosa en todos sentidos. Y lo poco —nunca será mucho— que hayamos sabido vivir, ya adultos, con alma de niño, con limpia intención. En María lo hallaremos todo intacto. Podemos confiarle ahora nuestros menudos tesoros, como hacen los chiquillos con las bolas o los cromos ganados en la última partida: "Toma, madre, guárdame esto..." Está en buenas manos. Nada se perderá de lo que hayamos confiado a su custodia. Tal vez no lo reconozcamos siquiera cuando nos lo devuelva: el contacto de su Corazón lo habrá embellecido.
San Juan, en la escena de las bodas de Caná, nos revela otro rasgo exquisitamente maternal del Corazón de María: su atenta solicitud por los demás. Un corazón maternal es un corazón atento: nada de cuanto atañe al hijo puede pasarle desapercibido. Es vigilante, nunca se distrae; presiente las angustias del hijo, las adivina. Cuando la madre desaparece de nuestra vida hacemos de pronto un doloroso descubrimiento: el de la absoluta indiferencia del universo. De pronto caemos en la cuenta de nuestra insignificancia, de cuán poco interesantes somos para los demás. La presencia siempre atenta de la madre nos lo había ocultado hasta entonces.
En Caná el corazón maternal de María despliega su vigilante cuidado en favor de unos extraños —parientes lejanos a lo sumo— para remediar una situación embarazosa, sí, pero, sin consecuencias graves. Para demostrarnos que a Ella, en verdad, nada humano puede serle extraño, ni nadie queda excluido de su celosa ternura. Nuestros pequeños fallos y ridículos descuidos, lo mismo que nuestras enormes culpas y tremendas angustias, todo, absolutamente todo, es objeto de sus desvelos, de su preocupación. "No tienen vino", le dice a su Hijo. Todos están distraídos, nadie se ha dado cuenta. Sólo Ella. Jesús parece lejano, indiferente. Tal vez está hablando del reino de Dios y de la necesidad de buscarlo ante todo y por encima de todo. "¿Vino? Bueno, Madre, esto no es cosa nuestra..." Pero los ojos de María insisten en silencio, las ánforas están preparadas "Haced cuanto Él os diga..." y el milagro, por fin, florece. La solicitud maternal de María ha conseguido su primera victoria.
Y continúa consiguiéndolas. Su táctica no ha variado: constante vigilancia, mediación oportuna, súplica insistente. El Corazón de María se desvive por sus hijos.
Así hacen las madres. De Ella lo han aprendido.
Quizá empecemos ahora a entender en qué debe consistir nuestra devoción al Corazón de María. No se trata de añadir uno más a la lista de nuestros ejercicios de piedad. No se trata de practicar los cinco primeros sábados de mes, ni de ir en peregrinación a Fátima, ni de recitar cierta fórmula de consagración. Todo esto está muy bien. Pero nuestra devoción ha de consistir en algo más que en una reiteración de actos externos. Ha de ser una corriente vital de corazón a Corazón que penetre, informe y reforme todo nuestro ser. A su materna ternura sólo se puede corresponder con filial cariño. Su solicitud reclama nuestra confianza; su fidelidad exige la nuestra.
Saber, como San Estanislao de Kostka, vivir de este solo pensamiento: "La Madre de Dios es mi madre". Sentir sobre nosotros la constante vigilancia de su mirada, inquieta, solícita, atenta, saborear la certeza de saber que nos lleva continuamente en su Corazón como niños que no han nacido todavía... Y no angustiarse por nada: "La Madre de Dios es mi madre". ¿Qué puede ocurrirnos que no sea bueno, maravillosamente bueno?
Todas nuestras desdichas provienen que hemos crecido demasiado... y hemos imaginado, ya tan mayores, poder prescindir de la Madre.
Es hora ya de volver al regazo materno. El Corazón de María nos espera.
Lecturas del 28/06/2025
En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se postró en tierra y dijo: «Señor mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un bocado de pan para que recobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a la casa de vuestro siervo». Contestaron: «Bien, haz lo que dices».
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, prepara tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz unas tortas».
Abrahán corrió enseguida a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase de inmediato. Tomó también cuajada, leche y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comían.
Después le dijeron: « ¿Dónde está Sara, tu mujer?».
Contestó: «Aquí, en la tienda».
Y uno añadió: «Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».
Sara estaba escuchando detrás de la entrada de la tienda.
Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus periodos.
Sara se rio para sus adentros pensando: «Cuando ya estoy agotada, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo?».
Pero el Señor dijo a Abrahán: « ¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: “De verdad que voy a tener un hijo, yo tan vieja”? ¿Hay algo demasiado difícil para el Señor? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».
Pero Sara, lo negó: «No me he reído», dijo, pues estaba asustada.
Él replicó: «No lo niegues, te has reído».
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.
Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén, buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados», Él les contestó: « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Palabra del Señor.
28 de Junio 2025 – San Pablo I, Papa
En Roma, san Pablo I, papa, quien, afable y misericordioso, de noche visitaba en silencio las viviendas de los enfermos pobres y les prestaba ayuda. Defensor de la fe ortodoxa, escribió a los emperadores Constantino y León para que restituyeran el culto a las sagradas imágenes. Muy devoto de los santos, trasladó entre himnos y cánticos los cuerpos de los mártires desde los cementerios en ruinas a los diversos títulos y monasterios del interior de la ciudad, y promovió su culto.
Nació en Roma, en el seno de una noble familia romana. Hermano de su predecesor Esteban II a quién sucedió en el solio pontificio. Como su hermano, pidió la ayuda de Pipino el Breve, para que frenara la presencia de los lombardos en Italia, y la herejía iconoclasta. Tuvo una gran importancia política al establecer el equilibrio de fuerzas entre francos, bizantinos y lombardos. Fue sobre todo un hombre bueno y generoso, que visitaba en silencio por la noche las habitaciones de los enfermos y moribundos ofreciéndoles ayuda y limosnas. Trasladó los cuerpos de los mártires de los cementerios abandonados a las diversas basílicas y monasterios de Roma, el traslado más famoso fue el de santa Petronila. Y con él se sentaron las bases del "Patrimonium Petri".
El Papa era ya soberano temporal de un estado, y este hecho conllevó dificultades políticas y administrativas. Su pontificado se caracterizó por una enorme actividad política, orientada a reforzar los derechos soberanos sobre los territorios del futuro Estado pontificio, amenazados por el rey de los lombardos: Desiderio, que acudió al emperador bizantino pidiéndole ayuda. Pablo I buscó la ayuda de Pipino, que de este modo se desarrolló una estrecha relación entre el Papado y la casa real franca. Acogió a los monjes que huyeron de las regiones orientales, ante la política iconoclasta del emperador Constantino V, y les concedió el monasterio de los Santos Esteban y Silvestre para que celebrasen sus ritos, con su liturgia y su lengua. Pipino rechazó las pretensiones del emperador Constantino V para que se uniera en su lucha en favor de la iconoclastia, Pipino lo rechazó y convocó un sínodo en el 767 en Gentilly que condenó la herejía iconoclasta. Murió en el monasterio de San Pablo Extramuros, donde había acudido por el excesivo calor. Sus restos fueron trasladados a la basílica de San Pedro del Vaticano.
Nació en Roma, en el seno de una noble familia romana. Hermano de su predecesor Esteban II a quién sucedió en el solio pontificio. Como su hermano, pidió la ayuda de Pipino el Breve, para que frenara la presencia de los lombardos en Italia, y la herejía iconoclasta. Tuvo una gran importancia política al establecer el equilibrio de fuerzas entre francos, bizantinos y lombardos. Fue sobre todo un hombre bueno y generoso, que visitaba en silencio por la noche las habitaciones de los enfermos y moribundos ofreciéndoles ayuda y limosnas. Trasladó los cuerpos de los mártires de los cementerios abandonados a las diversas basílicas y monasterios de Roma, el traslado más famoso fue el de santa Petronila. Y con él se sentaron las bases del "Patrimonium Petri".
El Papa era ya soberano temporal de un estado, y este hecho conllevó dificultades políticas y administrativas. Su pontificado se caracterizó por una enorme actividad política, orientada a reforzar los derechos soberanos sobre los territorios del futuro Estado pontificio, amenazados por el rey de los lombardos: Desiderio, que acudió al emperador bizantino pidiéndole ayuda. Pablo I buscó la ayuda de Pipino, que de este modo se desarrolló una estrecha relación entre el Papado y la casa real franca. Acogió a los monjes que huyeron de las regiones orientales, ante la política iconoclasta del emperador Constantino V, y les concedió el monasterio de los Santos Esteban y Silvestre para que celebrasen sus ritos, con su liturgia y su lengua. Pipino rechazó las pretensiones del emperador Constantino V para que se uniera en su lucha en favor de la iconoclastia, Pipino lo rechazó y convocó un sínodo en el 767 en Gentilly que condenó la herejía iconoclasta. Murió en el monasterio de San Pablo Extramuros, donde había acudido por el excesivo calor. Sus restos fueron trasladados a la basílica de San Pedro del Vaticano.
viernes, 27 de junio de 2025
27 de Junio 2025 – SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el cual, manso y humilde de corazón, exaltado sobre la cruz, es fuente de vida y de amor, de la que se saciaran todos los pueblos.
En la Iglesia católica, el Sagrado Corazón es la devoción referida al corazón físico de Jesús de Nazaret, como un símbolo de amor divino. Metafóricamente, se refiere a la vida emocional y moral de Jesús, especialmente, a su amor por la humanidad.
HISTORIA:
Desde los primeros siglos, también, siguiendo el ejemplo de san Juan, ha sido costumbre meditar sobre el costado abierto de Cristo y el misterio de la sangre y agua, y se ha visto a la Iglesia como naciendo de esa herida, del mismo modo como Eva nació del costado de Adán (Cfr. San Ambrosio, “Expositio Evangelii secundum Lucam”, 2, 85-89; “Lumen Gentium”, 3; “Sacrosanctum Concilium”, 5, N.T.) Sin embargo, no existe constancia alguna de que durante los primeros diez siglos se haya rendido culto al Corazón herido.
No es sino hasta los siglos XI y XII que encontramos señales inconfundibles de alguna devoción al Sagrado Corazón, siendo los escritos de santa Matilde de Hackeborn, santa Gertrudis de Helfta y la beata Ángela de Foligno los testimonios más antiguos. Parece ser que fue en el siglo XVI que la devoción avanzó y pasó del dominio místico al de la ascesis cristiana. Se convirtió en una devoción objetiva, con oraciones previamente formuladas y ejercicios especiales cuya práctica era muy recomendada a la par que su valor era apreciado. Esto lo sabemos gracias a los escritos de esos dos maestros de la vida espiritual, Lanspergius (+1539), de los Cartujos de Colonia, y Lois de Blois (Blosius, 1566), un monje benedictino y abad de Liessies, en Hainaut. A ellos se pueden añadir san Juan de Ávila (+ 1569) y san Francisco de Sales, éste último del siglo XVII.
Desde entonces todo pareció ayudar al temprano nacimiento de la devoción. Los autores ascéticos hablan de ella, especialmente los de la Compañía de Jesús. Y no faltan tratados especializados, como la pequeña obra del Padre Druzbicki, "Meta Cordium, Cor Jesu". Entre los místicos y almas piadosas que practicaron la devoción podemos contar a san Francisco de Borja, san Pedro Canisio, san Luis Gonzaga y san Alfonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús. E incluso en ambientes jansenistas o mundanos. La Visitación parecía estar esperando a santa Margarita María. Su espiritualidad, algunas intuiciones de san Francisco de Sales, las meditaciones de Mère l'Huillier (+1692), todo ello preparó el camino. La imagen del Corazón de Jesús estaba evidente en todas partes gracias, en gran manera, a la devoción franciscana a las Cinco Llagas y a la costumbre jesuita de colocar la imagen en la página de títulos de sus libros y en los muros de sus templos.
A pesar de eso la devoción seguía siendo algo individual o, a lo mucho, privado. El hacerla pública, honrarla en el Oficio Divino y establecerle una fiesta estaba reservado a san Juan Eudes (1602-1680). El Padre Eudes fue, más que nada, el apóstol del Corazón de María, pero en su devoción por el Corazón Inmaculado había siempre una parte para el Corazón de Jesús. Poco a poco se fue separando la devoción por el Sagrado Corazón y el 31 de agosto de 1670 se celebró con gran solemnidad la primera fiesta del Sagrado Corazón en el Gran Seminario de Rennes. El 20 de octubre le siguió Coutances y desde entonces quedó unida a esa fecha la fiesta de los eudistas. De ahí pronto cundió la fiesta a otras diócesis e igualmente la devoción fue adoptada por varias comunidades religiosas. Y así llegó a estar en contacto con la devoción que ya existía en Paray, en donde las dos se fundieron naturalmente.
Cristo escogió a santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), una humilde monja visitandina del monasterio de Paray-le-Monial, para revelarle los deseos de su Corazón y para confiarle la tarea de impartir nueva vida a la devoción. Nada indica que esta piadosa religiosa haya conocido la devoción antes de las revelaciones, o que, al menos, haya prestado alguna atención a ella. Estas revelaciones fueron muy numerosas y son notables las siguientes apariciones: la que ocurrió en la fiesta de San Juan, en la que Jesús permitió a Margarita María, como antes lo había hecho con Santa Gertrudis, recargar su cabeza sobre su Corazón, y luego le descubrió las maravillas de su Amor, diciéndole que deseaba que fueran conocidas por toda la humanidad y que los tesoros de su bondad fueran difundidos. Añadió que Él la había escogido a ella para esta obra (27 de diciembre, probablemente del 1673). En otra, probablemente distinta de la anterior, Él pidió ser honrado bajo la figura de su corazón de carne. En otra ocasión, apareció radiante de amor y pidió que se practicara una devoción de amor expiatorio: la comunión frecuente, la comunión cada primer viernes de mes, y la observancia de la Hora Santa (probablemente en junio o julio de 1674). En otra, conocida como la "gran aparición", que tuvo lugar en la octava de Corpus Christi, 1675, probablemente el 16 de junio, fue cuando Jesús dijo: "Mira el Corazón que tanto ha amado a los hombres... en vez de gratitud, de gran parte de ellos yo no recibo sino ingratitud". Y le pidió que se celebrase una fiesta de desagravio el viernes después de la octava de Corpus Christi, advirtiéndole que debía consultar con el Padre de la Colombière, por entonces superior de la pequeña casa jesuita en Paray. Finalmente, aquellas en las que el Rey solicitó solemne homenaje y determinó que fuera la Visitación y los jesuitas quienes se encargasen de propagar la nueva devoción. Pocos días después de la "gran aparición", en junio de 1675, Margarita María informó de todo al Padre de la Colombière y este último, reconociendo la acción del [[Espíritu Santo]], se consagró él mismo al Sagrado Corazón, dio instrucciones a la visitandina para que pusiera por escrito los detalles de la aparición y utilizó cuanta oportunidad tuvo para discretamente circular ese relato en Francia e Inglaterra. A su muerte, el 15 de febrero de 1682, se encontró en su diario de retiros espirituales una copia manuscrita suya del relato que él había solicitado de Margarita María, con unas breves reflexiones acerca de la utilidad de la devoción. Fuera de las Visitandinas, sacerdotes, religiosos y laicos abrazaron la causa. En especial un capuchino, los dos hermanos de Margarita María y algunos jesuitas, entre los que estaban los padres Croiset y Gallifet, quienes estaban destinados a desempeñar un papel importante en pro de la devoción.
La muerte de Margarita María, el 17 de octubre de 1690, no asfixió el entusiasmo de quienes estaban interesados en la devoción. Todo lo contrario. La pequeña narración que hizo el Padre Croiset en 1691 de la vida de la santa, como un apéndice de su libro "De la devotion au Sacre Coeur", sólo sirvió para aumentarlo. A pesar de todo tipo de obstáculos y de la lentitud de la Santa Sede, que en 1693 concedió indulgencias a las cofradías del Sagrado Corazón y que en 1697 otorgó a la Visitandinas licencia para celebrar la fiesta junto con la de las Cinco Llagas, pero que se negó a otorgar una fiesta común para toda la Iglesia, con Misa especial y oficio, la devoción se extendió, en particular entre las comunidades religiosas.
Quizás la primera ocasión para realizar una consagración solemne al Sagrado Corazón y un acto público de culto fuera de las comunidades religiosas la proporcionó la plaga de Marsella, en 1720. Otras ciudades del sur siguieron el ejemplo de Marsella y a partir de ahí la devoción se popularizó.
En 1726 se consideró oportuno acudir de nuevo a Roma para solicitar una fiesta propia, pero en 1729, de nuevo, Roma se negó. Más por fin, en 1765, finalmente cedió y ese mismo año, a petición de la Reina, la fiesta fue aceptada semioficialmente por el episcopado francés. De todos los rincones del planeta llovieron las solicitudes a Roma, y a todas se dio respuesta afirmativa.
El padre Mateo Crawley-Boevey SS.CC. ideó un movimiento de regeneración de las familias y de la sociedad a través de una cruzada moral, y para ello fundó la Obra de la Entronización del Sagrado Corazón en los Hogares, con repercusiones en todo el orbe. Uno de sus intereses fue conseguir el establecimiento del Reinado Social.
A mediados del siglo XX, el capuchino Italiano san Pío de Pietrelcina y el beato León Dehon promovieron y revivieron el concepto de la oración dirigida al Sagrado Corazón de Jesús.
En su encíclica papal “Auctorem Fidei”, Pío VI mencionó la devoción al Sagrado Corazón.
Finalmente, gracias a las presiones de los obispos de Francia, el Papa Pío IX extendió la fiesta a la Iglesia Universal bajo la modalidad de rito doble mayor. En 1889 la Iglesia la elevó a rito doble de primera clase. En todos lados se realizaban actos de consagración y reparación junto con la devoción. En ocasiones, en especial después de 1850, grupos, congregaciones y hasta naciones enteras se han consagrado al Sagrado Corazón. En 1875 todo el mundo católico se consagró de esa manera. Aun así, el Papa aún no había decidido tomar la iniciativa o intervenir directamente. Siguiendo la revisión teológica, León XIII, en su encíclica “Annum Sacrum” (25 de mayo de 1899) dijo que la humanidad en su totalidad debía ser consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, declarando su consagración el 11 de junio del mismo año.
Pío XII desarrolla en su encíclica “Haurietis Aquas” el culto al Sagrado Corazón que queda en parte plasmado en el siguiente punto del Catecismo de la Iglesia Católica:
El Concilio Vaticano II, 1962-1965, hace referencia al Corazón de Cristo en varios documentos. Finalmente, el Papa Juan Pablo II incluyó el tema como parte del Catecismo de la Iglesia Católica, en 1992.
España y el Sagrado Corazón:
A través de los jesuitas, el culto y devoción al Sagrado Corazón llega a España (y a la América española).
Con la llegada de Felipe V de España, ésta se ve reafirmada por la carta que escribe a Benedicto XIII en 1727, "pidiendo Misa y Oficio propio del Sagrado Corazón de Jesús, para todos sus Reinos y Dominios".
En Valladolid, el 14 de mayo de 1733, Bernardo de Hoyos, estudiante de Teología en el colegio San Ambrosio de los jesuitas (actual Santuario Nacional de la Gran Promesa), recibió la aparición sobrenatural de Jesús para revelarle la promesa de que: "Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes".
La consagración pública de España al Sagrado Corazón fue hecha primero por Carlos María de Borbón (pretendido Carlos VII de España) y después el rey Alfonso XIII lo hará de forma oficial en Getafe, en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la Península Ibérica.
El hermano de Carlos Mª, Alfonso de Borbón y Austria-Este publicó el 3 de junio de 1932 un Decreto sobre el escudo de España utilizado por sus partidarios carlistas, donde entronizó en él el Sagrado Corazón.
Durante la Guerra Civil española muchos soldados del bando nacional llevaban Sagrados Corazones de fieltro adheridos a la ropa y era devoción que servía para detener las balas enemigas; se les llamaba "detentes".
También fue muy utilizada (y lo sigue siendo en la actualidad) en España la imagen del Sagrado Corazón fijada a la puerta como símbolo de la condición católica de una casa. Una imagen sedente era con frecuencia entronizada en la principal sala de la casa acompañado de algún lema, del tipo “El Sagrado Corazón de Jesús reina en esta casa”.
Hispanoamérica y el Sagrado Corazón:
A la vez que la devoción al Sagrado Corazón se extendía por España, por mediación de los jesuitas y apoyados por la carta del Rey de España al papa, la devoción se vio impulsada por América y las Filipinas.
La República del Ecuador, el 25 de marzo de 1873, fue el primer país en el mundo que se consagró oficialmente al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. Esto se hizo en la Presidencia del doctor Gabriel García Moreno. El Gobierno Nacional, determinó que en honor a esta consagración se construyera en Quito una gran basílica denominada Basílica del Voto Nacional.
En el Perú, la iglesia de San Pedro de los jesuitas (Basílica y Convento de San Pedro) es el Santuario Nacional del Corazón de Jesús.
El Sagrado Corazón de Jesús es además el patrono de la Armada de Chile y también el de los ferrocarrileros.
En Colombia el 22 de junio de 1902 se realizó la consagración al Sagrado Corazón de Jesús. Hasta la reforma constitucional de Colombia en 1991, este país aparecía consagrado al Sagrado Corazón de Jesús en las primeras páginas de la antigua constitución.
En México para ser más exactos en León (Guanajuato) se encuentra el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús; además la Catedral de Ciudad Victoria, capital del estado de Tamaulipas tiene al Sagrado Corazón como patrono. En casi todos los templos católicos de este país se le dedica una capilla.
En la Iglesia católica, el Sagrado Corazón es la devoción referida al corazón físico de Jesús de Nazaret, como un símbolo de amor divino. Metafóricamente, se refiere a la vida emocional y moral de Jesús, especialmente, a su amor por la humanidad.
HISTORIA:
Desde los primeros siglos, también, siguiendo el ejemplo de san Juan, ha sido costumbre meditar sobre el costado abierto de Cristo y el misterio de la sangre y agua, y se ha visto a la Iglesia como naciendo de esa herida, del mismo modo como Eva nació del costado de Adán (Cfr. San Ambrosio, “Expositio Evangelii secundum Lucam”, 2, 85-89; “Lumen Gentium”, 3; “Sacrosanctum Concilium”, 5, N.T.) Sin embargo, no existe constancia alguna de que durante los primeros diez siglos se haya rendido culto al Corazón herido.
No es sino hasta los siglos XI y XII que encontramos señales inconfundibles de alguna devoción al Sagrado Corazón, siendo los escritos de santa Matilde de Hackeborn, santa Gertrudis de Helfta y la beata Ángela de Foligno los testimonios más antiguos. Parece ser que fue en el siglo XVI que la devoción avanzó y pasó del dominio místico al de la ascesis cristiana. Se convirtió en una devoción objetiva, con oraciones previamente formuladas y ejercicios especiales cuya práctica era muy recomendada a la par que su valor era apreciado. Esto lo sabemos gracias a los escritos de esos dos maestros de la vida espiritual, Lanspergius (+1539), de los Cartujos de Colonia, y Lois de Blois (Blosius, 1566), un monje benedictino y abad de Liessies, en Hainaut. A ellos se pueden añadir san Juan de Ávila (+ 1569) y san Francisco de Sales, éste último del siglo XVII.
Desde entonces todo pareció ayudar al temprano nacimiento de la devoción. Los autores ascéticos hablan de ella, especialmente los de la Compañía de Jesús. Y no faltan tratados especializados, como la pequeña obra del Padre Druzbicki, "Meta Cordium, Cor Jesu". Entre los místicos y almas piadosas que practicaron la devoción podemos contar a san Francisco de Borja, san Pedro Canisio, san Luis Gonzaga y san Alfonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús. E incluso en ambientes jansenistas o mundanos. La Visitación parecía estar esperando a santa Margarita María. Su espiritualidad, algunas intuiciones de san Francisco de Sales, las meditaciones de Mère l'Huillier (+1692), todo ello preparó el camino. La imagen del Corazón de Jesús estaba evidente en todas partes gracias, en gran manera, a la devoción franciscana a las Cinco Llagas y a la costumbre jesuita de colocar la imagen en la página de títulos de sus libros y en los muros de sus templos.
A pesar de eso la devoción seguía siendo algo individual o, a lo mucho, privado. El hacerla pública, honrarla en el Oficio Divino y establecerle una fiesta estaba reservado a san Juan Eudes (1602-1680). El Padre Eudes fue, más que nada, el apóstol del Corazón de María, pero en su devoción por el Corazón Inmaculado había siempre una parte para el Corazón de Jesús. Poco a poco se fue separando la devoción por el Sagrado Corazón y el 31 de agosto de 1670 se celebró con gran solemnidad la primera fiesta del Sagrado Corazón en el Gran Seminario de Rennes. El 20 de octubre le siguió Coutances y desde entonces quedó unida a esa fecha la fiesta de los eudistas. De ahí pronto cundió la fiesta a otras diócesis e igualmente la devoción fue adoptada por varias comunidades religiosas. Y así llegó a estar en contacto con la devoción que ya existía en Paray, en donde las dos se fundieron naturalmente.
Cristo escogió a santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), una humilde monja visitandina del monasterio de Paray-le-Monial, para revelarle los deseos de su Corazón y para confiarle la tarea de impartir nueva vida a la devoción. Nada indica que esta piadosa religiosa haya conocido la devoción antes de las revelaciones, o que, al menos, haya prestado alguna atención a ella. Estas revelaciones fueron muy numerosas y son notables las siguientes apariciones: la que ocurrió en la fiesta de San Juan, en la que Jesús permitió a Margarita María, como antes lo había hecho con Santa Gertrudis, recargar su cabeza sobre su Corazón, y luego le descubrió las maravillas de su Amor, diciéndole que deseaba que fueran conocidas por toda la humanidad y que los tesoros de su bondad fueran difundidos. Añadió que Él la había escogido a ella para esta obra (27 de diciembre, probablemente del 1673). En otra, probablemente distinta de la anterior, Él pidió ser honrado bajo la figura de su corazón de carne. En otra ocasión, apareció radiante de amor y pidió que se practicara una devoción de amor expiatorio: la comunión frecuente, la comunión cada primer viernes de mes, y la observancia de la Hora Santa (probablemente en junio o julio de 1674). En otra, conocida como la "gran aparición", que tuvo lugar en la octava de Corpus Christi, 1675, probablemente el 16 de junio, fue cuando Jesús dijo: "Mira el Corazón que tanto ha amado a los hombres... en vez de gratitud, de gran parte de ellos yo no recibo sino ingratitud". Y le pidió que se celebrase una fiesta de desagravio el viernes después de la octava de Corpus Christi, advirtiéndole que debía consultar con el Padre de la Colombière, por entonces superior de la pequeña casa jesuita en Paray. Finalmente, aquellas en las que el Rey solicitó solemne homenaje y determinó que fuera la Visitación y los jesuitas quienes se encargasen de propagar la nueva devoción. Pocos días después de la "gran aparición", en junio de 1675, Margarita María informó de todo al Padre de la Colombière y este último, reconociendo la acción del [[Espíritu Santo]], se consagró él mismo al Sagrado Corazón, dio instrucciones a la visitandina para que pusiera por escrito los detalles de la aparición y utilizó cuanta oportunidad tuvo para discretamente circular ese relato en Francia e Inglaterra. A su muerte, el 15 de febrero de 1682, se encontró en su diario de retiros espirituales una copia manuscrita suya del relato que él había solicitado de Margarita María, con unas breves reflexiones acerca de la utilidad de la devoción. Fuera de las Visitandinas, sacerdotes, religiosos y laicos abrazaron la causa. En especial un capuchino, los dos hermanos de Margarita María y algunos jesuitas, entre los que estaban los padres Croiset y Gallifet, quienes estaban destinados a desempeñar un papel importante en pro de la devoción.
La muerte de Margarita María, el 17 de octubre de 1690, no asfixió el entusiasmo de quienes estaban interesados en la devoción. Todo lo contrario. La pequeña narración que hizo el Padre Croiset en 1691 de la vida de la santa, como un apéndice de su libro "De la devotion au Sacre Coeur", sólo sirvió para aumentarlo. A pesar de todo tipo de obstáculos y de la lentitud de la Santa Sede, que en 1693 concedió indulgencias a las cofradías del Sagrado Corazón y que en 1697 otorgó a la Visitandinas licencia para celebrar la fiesta junto con la de las Cinco Llagas, pero que se negó a otorgar una fiesta común para toda la Iglesia, con Misa especial y oficio, la devoción se extendió, en particular entre las comunidades religiosas.
Quizás la primera ocasión para realizar una consagración solemne al Sagrado Corazón y un acto público de culto fuera de las comunidades religiosas la proporcionó la plaga de Marsella, en 1720. Otras ciudades del sur siguieron el ejemplo de Marsella y a partir de ahí la devoción se popularizó.
En 1726 se consideró oportuno acudir de nuevo a Roma para solicitar una fiesta propia, pero en 1729, de nuevo, Roma se negó. Más por fin, en 1765, finalmente cedió y ese mismo año, a petición de la Reina, la fiesta fue aceptada semioficialmente por el episcopado francés. De todos los rincones del planeta llovieron las solicitudes a Roma, y a todas se dio respuesta afirmativa.
El padre Mateo Crawley-Boevey SS.CC. ideó un movimiento de regeneración de las familias y de la sociedad a través de una cruzada moral, y para ello fundó la Obra de la Entronización del Sagrado Corazón en los Hogares, con repercusiones en todo el orbe. Uno de sus intereses fue conseguir el establecimiento del Reinado Social.
A mediados del siglo XX, el capuchino Italiano san Pío de Pietrelcina y el beato León Dehon promovieron y revivieron el concepto de la oración dirigida al Sagrado Corazón de Jesús.
En su encíclica papal “Auctorem Fidei”, Pío VI mencionó la devoción al Sagrado Corazón.
Finalmente, gracias a las presiones de los obispos de Francia, el Papa Pío IX extendió la fiesta a la Iglesia Universal bajo la modalidad de rito doble mayor. En 1889 la Iglesia la elevó a rito doble de primera clase. En todos lados se realizaban actos de consagración y reparación junto con la devoción. En ocasiones, en especial después de 1850, grupos, congregaciones y hasta naciones enteras se han consagrado al Sagrado Corazón. En 1875 todo el mundo católico se consagró de esa manera. Aun así, el Papa aún no había decidido tomar la iniciativa o intervenir directamente. Siguiendo la revisión teológica, León XIII, en su encíclica “Annum Sacrum” (25 de mayo de 1899) dijo que la humanidad en su totalidad debía ser consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, declarando su consagración el 11 de junio del mismo año.
Pío XII desarrolla en su encíclica “Haurietis Aquas” el culto al Sagrado Corazón que queda en parte plasmado en el siguiente punto del Catecismo de la Iglesia Católica:
El Concilio Vaticano II, 1962-1965, hace referencia al Corazón de Cristo en varios documentos. Finalmente, el Papa Juan Pablo II incluyó el tema como parte del Catecismo de la Iglesia Católica, en 1992.
España y el Sagrado Corazón:
A través de los jesuitas, el culto y devoción al Sagrado Corazón llega a España (y a la América española).
Con la llegada de Felipe V de España, ésta se ve reafirmada por la carta que escribe a Benedicto XIII en 1727, "pidiendo Misa y Oficio propio del Sagrado Corazón de Jesús, para todos sus Reinos y Dominios".
En Valladolid, el 14 de mayo de 1733, Bernardo de Hoyos, estudiante de Teología en el colegio San Ambrosio de los jesuitas (actual Santuario Nacional de la Gran Promesa), recibió la aparición sobrenatural de Jesús para revelarle la promesa de que: "Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes".
La consagración pública de España al Sagrado Corazón fue hecha primero por Carlos María de Borbón (pretendido Carlos VII de España) y después el rey Alfonso XIII lo hará de forma oficial en Getafe, en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la Península Ibérica.
El hermano de Carlos Mª, Alfonso de Borbón y Austria-Este publicó el 3 de junio de 1932 un Decreto sobre el escudo de España utilizado por sus partidarios carlistas, donde entronizó en él el Sagrado Corazón.
Durante la Guerra Civil española muchos soldados del bando nacional llevaban Sagrados Corazones de fieltro adheridos a la ropa y era devoción que servía para detener las balas enemigas; se les llamaba "detentes".
También fue muy utilizada (y lo sigue siendo en la actualidad) en España la imagen del Sagrado Corazón fijada a la puerta como símbolo de la condición católica de una casa. Una imagen sedente era con frecuencia entronizada en la principal sala de la casa acompañado de algún lema, del tipo “El Sagrado Corazón de Jesús reina en esta casa”.
Hispanoamérica y el Sagrado Corazón:
A la vez que la devoción al Sagrado Corazón se extendía por España, por mediación de los jesuitas y apoyados por la carta del Rey de España al papa, la devoción se vio impulsada por América y las Filipinas.
La República del Ecuador, el 25 de marzo de 1873, fue el primer país en el mundo que se consagró oficialmente al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. Esto se hizo en la Presidencia del doctor Gabriel García Moreno. El Gobierno Nacional, determinó que en honor a esta consagración se construyera en Quito una gran basílica denominada Basílica del Voto Nacional.
En el Perú, la iglesia de San Pedro de los jesuitas (Basílica y Convento de San Pedro) es el Santuario Nacional del Corazón de Jesús.
El Sagrado Corazón de Jesús es además el patrono de la Armada de Chile y también el de los ferrocarrileros.
En Colombia el 22 de junio de 1902 se realizó la consagración al Sagrado Corazón de Jesús. Hasta la reforma constitucional de Colombia en 1991, este país aparecía consagrado al Sagrado Corazón de Jesús en las primeras páginas de la antigua constitución.
En México para ser más exactos en León (Guanajuato) se encuentra el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús; además la Catedral de Ciudad Victoria, capital del estado de Tamaulipas tiene al Sagrado Corazón como patrono. En casi todos los templos católicos de este país se le dedica una capilla.
Lecturas del 27/06/2025
Esto dice el Señor Dios:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré.
Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones.
Sacaré a mis ovejas de en medio de los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las llevaré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en los valles y en todos los poblados del país. Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel. Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar—oráculo del Señor Dios—.
Buscaré la oveja perdida, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia».
Hermanos:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien; Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!
Sí, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!
Y no solo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola:
« ¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?
Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».
Palabra del Señor.
27 de Junio 2025 – San Ladislao de Hungría
Ladislao era hijo del rey húngaro Bela I y de la princesa polaca Richeza, hija de Mieszko II de Polonia y santa Riquilda de Lorena y hermano menor del también rey Géza I. Ladislao era miembro de la dinastía de los Árpádes. Fue san Ladislao, quien hizo que fuese canonizado el rey San Esteban.
Ladislao nació en Polonia, donde se padre había buscado refugio. Su nombre, Ladislao, le fue impuesto siguiendo las tradiciones eslavas de su madre. En 1047 fue llamado por su tío Andrés I.
Tras la muerte de su hermano mayor Géza I en 1077, Ladislao ascendió al trono y continuó su labor cristianizadora. Se ganó una reputación parecida a la de Esteban I, nacionalizando el cristianismo y sentando las bases de la grandeza política de Hungría. Ladislao, reconociendo que el Sacro Imperio Romano Germánico era un enemigo natural de su reino, formó una estrecha alianza con el Papa y otros enemigos del emperador Enrique IV, entre los que se encontraba Rodolfo de Rheinfeld y Güelfo I de Baviera.
Ladislao contrajo matrimonio con la hija de Rodolfo, Adelaida de Suabia, con la que tuvo un hijo y tres hijas. Su hija Santa Piroska de Hungría o conocida también como Irene, se casó con el emperador de Bizancio Juan II Comneno.
Ya desde joven fue conocido por sus hazañas como caballero medieval y hábil guerrero. Ladislao contaba con una constitución imponente, era alto y estaba bien entrenado en las artes de la guerra, así pues, su figura era intimidante e inspiraba respeto. Luchó contra tribus paganas que invadían el reino de Hungría, e inclusive han quedado varias leyendas donde rescata a una damisela húngara que había sido raptada por un guerrero en medio de una batalla.
El fracaso del emperador germánico en su enfrentamiento con el Papado, dejó a Ladislao libre para extender sus dominios hacia el sur (el Bajo Danubio para los húngaros) y hacia los Cárpatos orientales. En su juventud luchó contra los pechenegos y en 1089 contra los cumanos, que ocupaban Moldavia y Valaquia más allá del río Olt. Construyó las fortalezas de Szörényvár y Gyulafehérvár.
Estableció a los Székely en Transilvania. Posteriormente intentó conquistar otras partes de Croacia tras la muerte del marido de su hermana, el rey croata Dmitar Zvonimir, aunque su autoridad era cuestionada por la nobleza croata, el Papa, la República de Venecia y el Imperio Bizantino. Ladislao efectuó una incursión en las tierras croatas en 1091 y nombró virrey a su sobrino Álmos.
Ladislao cayó enfermo repentinamente y al no tener hijos a los que dejar el trono mandó llamar a su sobrino Colomán, que era obispo y se encontraba en Polonia y al que nombró su heredero. Colomán era hijo de Geza I de Hungría y había sido educado por Ladislao. Sería coronado rey como Colomán I de Hungría, conocido como el Bibliófilo.
Ladislao murió repentinamente en 1095 cuando estaba a punto de participar en la Primera Cruzada. Ningún otro rey húngaro ha sido tan ampliamente amado. Toda la nación guardó luto por su muerte durante tres años y le recordaron como un santo mucho tiempo antes de que fuera canonizado. Hay un ciclo completo de leyendas alrededor de este monarca.
Entre sus labores principales a favor del cristianismo esta la fundación del obispado de Sarajevo, así como la creación de la abadía de Szend Egyed bécses, e incontables templos a lo largo y ancho de su reino. En 1094 fundó las diócesis de Várad y de Zagreb como un nuevo foco del catolicismo en el sur de Hungría y en las zonas entre el Drava y el Sava.
En 1192, el rey húngaro Bela III de Hungría hizo la petición al Papa para que Ladislao I fuera canonizado, y así Ladislao I, pasó a ser San Ladislao. Fue canonizado el 27 de junio de 1192.
Ladislao nació en Polonia, donde se padre había buscado refugio. Su nombre, Ladislao, le fue impuesto siguiendo las tradiciones eslavas de su madre. En 1047 fue llamado por su tío Andrés I.
Tras la muerte de su hermano mayor Géza I en 1077, Ladislao ascendió al trono y continuó su labor cristianizadora. Se ganó una reputación parecida a la de Esteban I, nacionalizando el cristianismo y sentando las bases de la grandeza política de Hungría. Ladislao, reconociendo que el Sacro Imperio Romano Germánico era un enemigo natural de su reino, formó una estrecha alianza con el Papa y otros enemigos del emperador Enrique IV, entre los que se encontraba Rodolfo de Rheinfeld y Güelfo I de Baviera.
Ladislao contrajo matrimonio con la hija de Rodolfo, Adelaida de Suabia, con la que tuvo un hijo y tres hijas. Su hija Santa Piroska de Hungría o conocida también como Irene, se casó con el emperador de Bizancio Juan II Comneno.
Ya desde joven fue conocido por sus hazañas como caballero medieval y hábil guerrero. Ladislao contaba con una constitución imponente, era alto y estaba bien entrenado en las artes de la guerra, así pues, su figura era intimidante e inspiraba respeto. Luchó contra tribus paganas que invadían el reino de Hungría, e inclusive han quedado varias leyendas donde rescata a una damisela húngara que había sido raptada por un guerrero en medio de una batalla.
El fracaso del emperador germánico en su enfrentamiento con el Papado, dejó a Ladislao libre para extender sus dominios hacia el sur (el Bajo Danubio para los húngaros) y hacia los Cárpatos orientales. En su juventud luchó contra los pechenegos y en 1089 contra los cumanos, que ocupaban Moldavia y Valaquia más allá del río Olt. Construyó las fortalezas de Szörényvár y Gyulafehérvár.
Estableció a los Székely en Transilvania. Posteriormente intentó conquistar otras partes de Croacia tras la muerte del marido de su hermana, el rey croata Dmitar Zvonimir, aunque su autoridad era cuestionada por la nobleza croata, el Papa, la República de Venecia y el Imperio Bizantino. Ladislao efectuó una incursión en las tierras croatas en 1091 y nombró virrey a su sobrino Álmos.
Ladislao cayó enfermo repentinamente y al no tener hijos a los que dejar el trono mandó llamar a su sobrino Colomán, que era obispo y se encontraba en Polonia y al que nombró su heredero. Colomán era hijo de Geza I de Hungría y había sido educado por Ladislao. Sería coronado rey como Colomán I de Hungría, conocido como el Bibliófilo.
Ladislao murió repentinamente en 1095 cuando estaba a punto de participar en la Primera Cruzada. Ningún otro rey húngaro ha sido tan ampliamente amado. Toda la nación guardó luto por su muerte durante tres años y le recordaron como un santo mucho tiempo antes de que fuera canonizado. Hay un ciclo completo de leyendas alrededor de este monarca.
Entre sus labores principales a favor del cristianismo esta la fundación del obispado de Sarajevo, así como la creación de la abadía de Szend Egyed bécses, e incontables templos a lo largo y ancho de su reino. En 1094 fundó las diócesis de Várad y de Zagreb como un nuevo foco del catolicismo en el sur de Hungría y en las zonas entre el Drava y el Sava.
En 1192, el rey húngaro Bela III de Hungría hizo la petición al Papa para que Ladislao I fuera canonizado, y así Ladislao I, pasó a ser San Ladislao. Fue canonizado el 27 de junio de 1192.
jueves, 26 de junio de 2025
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