En Roma, beata María de Jesús Buen Pastor (Francisca Siedliska), virgen, que dejó Polonia por los problemas con los gobernantes y fundó el Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, al servicio de los emigrantes de su patria († 1902).
Hoy, festividad de la Presentación de la Virgen María, la Iglesia también celebra la vida de Franciszka Anna Józef. Nació el 12 de noviembre de 1842 en el castillo polaco de Roszkowa Wola, lugar cercano a Varsovia. Era la primogénita del matrimonio de terratenientes compuesto por Adolf Siedliska y Cecilia Mariana Morawska. Los Siedliska tenían lazos de parentesco con aristócratas polacos que se hallaban en la zona rusa. El abuelo materno de la beata era ministro de finanzas.
El ambiente que rodeó su infancia, tal como le ocurrió a la mayoría de sus contemporáneos, cedía al influjo de las ideologías políticas del momento. El aire que se respiraba en su hogar estaba teñido por un cierto liberalismo en el que la fe ocupaba un papel muy secundario. Ella y su hermano Adam simplemente recibieron la educación que correspondía a su alcurnia. Sin embargo, Franciszka no era ajena al hecho religioso. Su institutriz le había familiarizado con la oración, y de alguna forma fue su guía hasta que se produjo su muerte. Con esta sensibilidad espiritual en carne viva, cuando tenía 9 años al ver a su madre gravemente enferma no dudó en solicitar insistentemente la gracia de su curación a la Virgen de Czestochowa. Y poco tiempo después, en 1854, tuvo la fortuna de tomar contacto con el padre Leander Lendzian, un capuchino lituano que residía en Varsovia, ciudad en la que Cecilia se encontraba en periodo de restablecimiento, residiendo en casa de sus padres.
Este religioso, que tuvo gran influencia en la vida de Franciszka (fue su director espiritual hasta 1879), la preparó para recibir los sacramentos de la comunión y la confirmación, momento en que decidió consagrarse. La noticia cayó como un jarro de agua fría en el hogar de los Siedliska; sus padres tenían planes diametralmente opuestos a los suyos. En particular, su progenitor no le daba otra alternativa que la de contraer matrimonio con una persona de similar posición. Aparentemente la joven se plegaba a su voluntad; les acompañó en un largo viaje por Europa en el transcurso del cual se perfilaron claramente los puntos de vista de uno y de otra. Adolf, su padre, insistió hasta la saciedad en la tesis del ventajoso matrimonio, y ella, que había heredado su fuerte carácter, replicó mostrando su férrea decisión de seguir a Cristo.
Tanta carga de tensión emocional terminó por afectarle a su madre y a ella. En su caso se temió que hubiera podido contraer la tuberculosis. Mientras visitaban médicos afamados y recibía tratamientos en balnearios de Alemania, Austria, Francia y Suiza, hubo una insurrección que obligó a su padre a dejar Polonia. Fue el momento de la conversión de la beata. Su hermano Adam falleció en 1860, parece que a consecuencia de un accidente. Cuatro años más tarde, hallándose en Cannes a la espera de que su padre la autorizara a ingresar en la vida religiosa, Franciszka privadamente consagró a Cristo su castidad. Cuando pudieron regresar a su domicilio se comprometió como terciaria franciscana. Adolf murió en 1870 y ella tenía vía libre para materializar su consagración, alentada por Lendzian. Nuevo veto, en este caso debido a su precaria salud, le impidió dar el paso que anhelaba. En abril de 1873 por sugerencia de este capuchino, que veía clara la voluntad de Dios sobre ella, inició la fundación de la Congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia.
Fue secundada por su madre y dos terciarias franciscanas de avanzada edad. Iniciaron una labor catequética teniendo como centro de su consagración la adoración de Jesús Sacramentado. En otoño, una vez que vio frustrados los intentos de poner en marcha la obra en Polonia y en Lourdes, contando con la ayuda del padre Piotr Semenenko, superior general de los resurreccionistas, viajó a Roma y recibió la bendición de Pío IX, quien les dio vía libre para que pudieran establecerse allí. La fundación vio la luz en 1875. El padre Semenenko contribuyó también con su experiencia a la redacción de los estatutos. Ambos asistían a los emigrantes. El lema de Franciszka fue el fiat: «hágase tu voluntad». La primera comunidad tenía como modelo a la Sagrada Familia, con un claro compromiso eclesial de unión con el Santo Padre y la determinación a vivir la caridad que debía plasmarse en la acción apostólica. El padre Semenenko las asistía espiritualmente.
En 1881 Franciszka fundó en Cracovia, y tres años más tarde profesó tomando el nombre de María de Jesús, el Buen Pastor. Las religiosas se dedicaban a enseñar el catecismo, preparando a los niños para recibir los sacramentos. Progresivamente fueron abriendo otros campos: la dirección de residencias e internados, el trabajo en escuelas, en el ámbito sanitario, ayuda a los emigrantes e incluso la acogida y crianza de niños de diversas nacionalidades, entre otras acciones. En 1885 se fundó Chicago respondiendo a la petición de prelados y sacerdotes para que asistieran a compatriotas polacos. Cuando Franciszka murió el 21 de noviembre de 1902 a causa de una peritonitis, dejaba 28 casas extendidas por distintos países, entre ellos, además de los Estados Unidos, las ciudades de París y Londres. Fue beatificada por Juan Pablo II el 23 de abril de 1989. En 1996 fue proclamada patrona de la misión católica polaca en Inglaterra y Gales.
Hoy, festividad de la Presentación de la Virgen María, la Iglesia también celebra la vida de Franciszka Anna Józef. Nació el 12 de noviembre de 1842 en el castillo polaco de Roszkowa Wola, lugar cercano a Varsovia. Era la primogénita del matrimonio de terratenientes compuesto por Adolf Siedliska y Cecilia Mariana Morawska. Los Siedliska tenían lazos de parentesco con aristócratas polacos que se hallaban en la zona rusa. El abuelo materno de la beata era ministro de finanzas.
El ambiente que rodeó su infancia, tal como le ocurrió a la mayoría de sus contemporáneos, cedía al influjo de las ideologías políticas del momento. El aire que se respiraba en su hogar estaba teñido por un cierto liberalismo en el que la fe ocupaba un papel muy secundario. Ella y su hermano Adam simplemente recibieron la educación que correspondía a su alcurnia. Sin embargo, Franciszka no era ajena al hecho religioso. Su institutriz le había familiarizado con la oración, y de alguna forma fue su guía hasta que se produjo su muerte. Con esta sensibilidad espiritual en carne viva, cuando tenía 9 años al ver a su madre gravemente enferma no dudó en solicitar insistentemente la gracia de su curación a la Virgen de Czestochowa. Y poco tiempo después, en 1854, tuvo la fortuna de tomar contacto con el padre Leander Lendzian, un capuchino lituano que residía en Varsovia, ciudad en la que Cecilia se encontraba en periodo de restablecimiento, residiendo en casa de sus padres.
Este religioso, que tuvo gran influencia en la vida de Franciszka (fue su director espiritual hasta 1879), la preparó para recibir los sacramentos de la comunión y la confirmación, momento en que decidió consagrarse. La noticia cayó como un jarro de agua fría en el hogar de los Siedliska; sus padres tenían planes diametralmente opuestos a los suyos. En particular, su progenitor no le daba otra alternativa que la de contraer matrimonio con una persona de similar posición. Aparentemente la joven se plegaba a su voluntad; les acompañó en un largo viaje por Europa en el transcurso del cual se perfilaron claramente los puntos de vista de uno y de otra. Adolf, su padre, insistió hasta la saciedad en la tesis del ventajoso matrimonio, y ella, que había heredado su fuerte carácter, replicó mostrando su férrea decisión de seguir a Cristo.
Tanta carga de tensión emocional terminó por afectarle a su madre y a ella. En su caso se temió que hubiera podido contraer la tuberculosis. Mientras visitaban médicos afamados y recibía tratamientos en balnearios de Alemania, Austria, Francia y Suiza, hubo una insurrección que obligó a su padre a dejar Polonia. Fue el momento de la conversión de la beata. Su hermano Adam falleció en 1860, parece que a consecuencia de un accidente. Cuatro años más tarde, hallándose en Cannes a la espera de que su padre la autorizara a ingresar en la vida religiosa, Franciszka privadamente consagró a Cristo su castidad. Cuando pudieron regresar a su domicilio se comprometió como terciaria franciscana. Adolf murió en 1870 y ella tenía vía libre para materializar su consagración, alentada por Lendzian. Nuevo veto, en este caso debido a su precaria salud, le impidió dar el paso que anhelaba. En abril de 1873 por sugerencia de este capuchino, que veía clara la voluntad de Dios sobre ella, inició la fundación de la Congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia.
Fue secundada por su madre y dos terciarias franciscanas de avanzada edad. Iniciaron una labor catequética teniendo como centro de su consagración la adoración de Jesús Sacramentado. En otoño, una vez que vio frustrados los intentos de poner en marcha la obra en Polonia y en Lourdes, contando con la ayuda del padre Piotr Semenenko, superior general de los resurreccionistas, viajó a Roma y recibió la bendición de Pío IX, quien les dio vía libre para que pudieran establecerse allí. La fundación vio la luz en 1875. El padre Semenenko contribuyó también con su experiencia a la redacción de los estatutos. Ambos asistían a los emigrantes. El lema de Franciszka fue el fiat: «hágase tu voluntad». La primera comunidad tenía como modelo a la Sagrada Familia, con un claro compromiso eclesial de unión con el Santo Padre y la determinación a vivir la caridad que debía plasmarse en la acción apostólica. El padre Semenenko las asistía espiritualmente.
En 1881 Franciszka fundó en Cracovia, y tres años más tarde profesó tomando el nombre de María de Jesús, el Buen Pastor. Las religiosas se dedicaban a enseñar el catecismo, preparando a los niños para recibir los sacramentos. Progresivamente fueron abriendo otros campos: la dirección de residencias e internados, el trabajo en escuelas, en el ámbito sanitario, ayuda a los emigrantes e incluso la acogida y crianza de niños de diversas nacionalidades, entre otras acciones. En 1885 se fundó Chicago respondiendo a la petición de prelados y sacerdotes para que asistieran a compatriotas polacos. Cuando Franciszka murió el 21 de noviembre de 1902 a causa de una peritonitis, dejaba 28 casas extendidas por distintos países, entre ellos, además de los Estados Unidos, las ciudades de París y Londres. Fue beatificada por Juan Pablo II el 23 de abril de 1989. En 1996 fue proclamada patrona de la misión católica polaca en Inglaterra y Gales.
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