En Verona, de la región del Véneto, beata Vincenta María (Luisa) Poloni, virgen, fundadora, junto con el beato Carlos Steeb, del Instituto de Hermanas de la Misericordia, para ayuda de los afligidos, pobres y enfermos.
Luigia nació en Verona en el seno de una familia que vive del comercio de comestibles y herboristería. Última de 12 hermanos, de los cuales 9 murieron a tierna edad, Luigia creció en un clima familiar de sólidos principios religiosos y de un estilo de solidaridad hacia los más débiles (su padre pertenecía a la Asociación cívica conocida como “La Fratellanza”, que tenía como misión ayudar a las necesidades que se desprendían de los choques entre los soldados franceses y austriacos que sucedían por aquel entonces). De sus padres recibió el sentido de la fe, de la oración y del trabajo y recibió un grado de instrucción adecuado a su condición social.
Joven de abierto y vivaz ingenio, fue el brazo derecho de su madre en el cuidado de la casa, se entregó a la educación de los numerosos sobrinos, la asistente pronta de una cuñada a menudo enferma y la ayuda principal en el negocio del padre. Tras la muerte del padre, graves problemas económicos desequilibraron a la familia. Luigia entonces se puso a llevar la administración económica de la familia, sin descuidar la asistencia como voluntaria, en la Institución del Asilo de ancianos de la ciudad.
Bajo la dirección espiritual del beato Carlos Steeb su corazón buscaba las llamadas del Espíritu Santo que la conducían siempre a una mayor dedicación a la personas ancianas y enfermos crónicos. En 1836, durante una terrible epidemia de cólera, dio prueba de abnegación poniendo en peligro su vida por los enfermos.
El sacerdote beato Carlos Steeb, su director espiritual, que la apreciaba mucho y confiaba en sus cualidades, le dijo: “Hija mía, el Señor la quiere Fundadora de un Instituto de Hermanas de la Misericordia, ninguna dificultad la atemorice o la detenga, para Dios nada es imposible”. Luigia, segura de que su camino, ya marcado por una caridad insomne, va hacia un designio que solo Dios conoce, con sencillez y confianza filial en el Padre misericordioso, contesta: “Yo soy la más incapaz de todos pero el Señor se sirve, a veces, de los instrumentos más débiles para llevar a cabo sus designios: que se cumpla su voluntad”.
El 2 de noviembre de 1840, Luigia Poloni, avalada y acompañada por el padre Carlos Steeb, inicia el Instituto de Hermanas de la Misericordia. Su servicio humilde y precioso a las personas ancianas y a los huérfanos abandonados, encuentra su más alta expresión en el servicio de Madre y Maestra de numerosas jóvenes que, imitando su ejemplo, aprenden a donar en la humildad, sencillez y caridad su vida a Dios como hermanas de la Misericordia. Luigia Poloni, que al emitir los votos religiosos toma el nombre de hermana Vicenta María.
La Madre Vicenta María, en los 15 años que vivió después de la fundación del Instituto, ejerció con celo admirable su misión de asistencia a los ancianos, enfermos y niños huérfanos. Con la sabiduría que derivaba de su temperamento, de su experiencia de vida en familia y sobre todo de su fidelidad al Espíritu, rigió la Comunidad que, se iba expandiendo.
Con el ejemplo de vida y con la enseñanza, recomendaba a sus hijas la rectitud en el actuar, la ternura hacia los enfermos, la paciencia en las tribulaciones, la humildad en reconocer los propios errores, la caridad hacia el prójimo, sobre todo hacia los pobres. A menudo decía: “Los pobres son nuestros jefes: amémosles y sirvámosles como serviríamos al mismo Jesucristo en persona”.
Soportó con fe y confianza en la divina Providencia dificultades y sacrificios. Cultivó la oración, el amor a la Eucaristía, la devoción a la Dolorosa, a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Tuvo una especial devoción por san Vicente de Paúl, el santo en el que Carlos Steeb se inspiró para redactar la Regla para el Instituto que acababa de nacer.
En los últimos años de su vida se le desarrolló un tumor que, lentamente la consumía. Soportó el dolor en silencio para no ser un peso para las hermanas. Se sometió a una operación quirúrgica y la cura dolorosísima sin anestesia. Pasó los últimos 10 días de vida en edificante preparación a la muerte, confortada por su director espiritual, don Carlos Steeb, que le suministró la Unción de los enfermos; murió dejando como último testamento de su afecto hacia sus hermanas una sola cosa: La caridad.
Instituto Hermanas de la Misericordia de Verona, fundado el 2 de noviembre de 1840 en Verona, Italia, por el beato Carlos Steeb (su conmemoración el 15 de diciembre), y la beata Madre Vicenta María Poloni, el Instituto Hermanas de la Misericordia de Verona tiene como carisma honrar a Nuestro Señor Jesucristo, sirviéndolo corporal y espiritualmente en las personas de los pobres, niños, jóvenes, ancianos, enfermos, encarcelados y abandonados, mediante sus actividades y obras en escuelas, parroquias, hospitales, asilos para ancianos, salas de primeros auxilios en barrios necesitados, cárceles. Fue beatificada por SS Benedicto XVI el 21 de septiembre de 2008, en Verona (Italia).
Luigia nació en Verona en el seno de una familia que vive del comercio de comestibles y herboristería. Última de 12 hermanos, de los cuales 9 murieron a tierna edad, Luigia creció en un clima familiar de sólidos principios religiosos y de un estilo de solidaridad hacia los más débiles (su padre pertenecía a la Asociación cívica conocida como “La Fratellanza”, que tenía como misión ayudar a las necesidades que se desprendían de los choques entre los soldados franceses y austriacos que sucedían por aquel entonces). De sus padres recibió el sentido de la fe, de la oración y del trabajo y recibió un grado de instrucción adecuado a su condición social.
Joven de abierto y vivaz ingenio, fue el brazo derecho de su madre en el cuidado de la casa, se entregó a la educación de los numerosos sobrinos, la asistente pronta de una cuñada a menudo enferma y la ayuda principal en el negocio del padre. Tras la muerte del padre, graves problemas económicos desequilibraron a la familia. Luigia entonces se puso a llevar la administración económica de la familia, sin descuidar la asistencia como voluntaria, en la Institución del Asilo de ancianos de la ciudad.
Bajo la dirección espiritual del beato Carlos Steeb su corazón buscaba las llamadas del Espíritu Santo que la conducían siempre a una mayor dedicación a la personas ancianas y enfermos crónicos. En 1836, durante una terrible epidemia de cólera, dio prueba de abnegación poniendo en peligro su vida por los enfermos.
El sacerdote beato Carlos Steeb, su director espiritual, que la apreciaba mucho y confiaba en sus cualidades, le dijo: “Hija mía, el Señor la quiere Fundadora de un Instituto de Hermanas de la Misericordia, ninguna dificultad la atemorice o la detenga, para Dios nada es imposible”. Luigia, segura de que su camino, ya marcado por una caridad insomne, va hacia un designio que solo Dios conoce, con sencillez y confianza filial en el Padre misericordioso, contesta: “Yo soy la más incapaz de todos pero el Señor se sirve, a veces, de los instrumentos más débiles para llevar a cabo sus designios: que se cumpla su voluntad”.
El 2 de noviembre de 1840, Luigia Poloni, avalada y acompañada por el padre Carlos Steeb, inicia el Instituto de Hermanas de la Misericordia. Su servicio humilde y precioso a las personas ancianas y a los huérfanos abandonados, encuentra su más alta expresión en el servicio de Madre y Maestra de numerosas jóvenes que, imitando su ejemplo, aprenden a donar en la humildad, sencillez y caridad su vida a Dios como hermanas de la Misericordia. Luigia Poloni, que al emitir los votos religiosos toma el nombre de hermana Vicenta María.
La Madre Vicenta María, en los 15 años que vivió después de la fundación del Instituto, ejerció con celo admirable su misión de asistencia a los ancianos, enfermos y niños huérfanos. Con la sabiduría que derivaba de su temperamento, de su experiencia de vida en familia y sobre todo de su fidelidad al Espíritu, rigió la Comunidad que, se iba expandiendo.
Con el ejemplo de vida y con la enseñanza, recomendaba a sus hijas la rectitud en el actuar, la ternura hacia los enfermos, la paciencia en las tribulaciones, la humildad en reconocer los propios errores, la caridad hacia el prójimo, sobre todo hacia los pobres. A menudo decía: “Los pobres son nuestros jefes: amémosles y sirvámosles como serviríamos al mismo Jesucristo en persona”.
Soportó con fe y confianza en la divina Providencia dificultades y sacrificios. Cultivó la oración, el amor a la Eucaristía, la devoción a la Dolorosa, a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Tuvo una especial devoción por san Vicente de Paúl, el santo en el que Carlos Steeb se inspiró para redactar la Regla para el Instituto que acababa de nacer.
En los últimos años de su vida se le desarrolló un tumor que, lentamente la consumía. Soportó el dolor en silencio para no ser un peso para las hermanas. Se sometió a una operación quirúrgica y la cura dolorosísima sin anestesia. Pasó los últimos 10 días de vida en edificante preparación a la muerte, confortada por su director espiritual, don Carlos Steeb, que le suministró la Unción de los enfermos; murió dejando como último testamento de su afecto hacia sus hermanas una sola cosa: La caridad.
Instituto Hermanas de la Misericordia de Verona, fundado el 2 de noviembre de 1840 en Verona, Italia, por el beato Carlos Steeb (su conmemoración el 15 de diciembre), y la beata Madre Vicenta María Poloni, el Instituto Hermanas de la Misericordia de Verona tiene como carisma honrar a Nuestro Señor Jesucristo, sirviéndolo corporal y espiritualmente en las personas de los pobres, niños, jóvenes, ancianos, enfermos, encarcelados y abandonados, mediante sus actividades y obras en escuelas, parroquias, hospitales, asilos para ancianos, salas de primeros auxilios en barrios necesitados, cárceles. Fue beatificada por SS Benedicto XVI el 21 de septiembre de 2008, en Verona (Italia).
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