La leyenda dice que era una jovencita de Alejandría en Egipto, que transcurrió toda su vida en un convento masculino, haciéndose pasar por monje, porque su padre, Eugenio, al enviudar, y ella ser hija única, la hizo ingresar en el mismo convento y vestirse con ropas masculinas, y la hizo pasar por Marino. La niña creció en la práctica de todas las virtudes monásticas, e incluso después de la muerte de su padre, siguió ocultando su identidad y progresando en la ascesis, ocultando a todos su identidad.
Un día el hegúmeno le ordenó que acompañara a algunos monjes a un viaje fuera del monasterio. A lo largo del camino pernoctaron en una posada, y precisamente aquella noche, la hija del posadero fue seducida por un soldado y quedó en cinta. La joven acusó a Marino de ser el responsable, y el padre fue al monasterio a acusarla y ella con humildad, no se justificó y aceptó la penitencia de verse expulsada del monasterio. Sin embargo, permaneció en las proximidades del monasterio trabajando como jornalero y pidiendo limosna durante varios años, y criando a su supuesto hijo que el posadero le había entregado; los monjes se apiadaron de él y le permitieron regresar.
Pero en adelante tuvo que realizar las tareas más inferiores, cosa que hizo con gran alegría, humildad y paciencia; pero sólo cuando murió su nombre se transformó de Marino en Marina. La hija del posadero, poseída por el diablo, fue a la tumba de la santa, y arrepentida se curó y convirtió. La leyenda de Marina figura junto a las de santas Pelagia, Eugenia y Eufrosina, que tratan el mismo tema. Se piensa que es un desdoblamiento de santa Margarita de Antioquía.
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