P. Luis Variara nació en Viarigi (Asti, Italia). En 1856 había estado allí Don Bosco para predicar una misión. Y fue a Don Bosco a quíen el papá confió el hijo, llevándoselo a Valdocco el 1-X-1887. El Santo morirá cuatro meses más tarde, pero Luis llegó a conocerlo como para quedar marcado por toda la vida. Así recuerda él mismo el evento: «Estábamos en la estación de invierno. Jugábamos una tarde en el amplio patio del Oratorio, cuando de repente se oyó gritar de un lado a otro: ¡Don Bosco!... ¡Don Bosco! Instintivamente nos abalanzamos todos hacia el sitio donde aparecía nuestro buen Padre, a quien sacaban a dar un paseíto en un coche. Lo seguimos hasta llegar al lugar donde debía subir al vehículo. Pronto se vio Don Bosco rodeado de su querida turba infantil. Yo buscaba afanosamente el modo de situarme en algún punto donde pudiera verlo a mi gusto, pues deseaba ardientemente conocerlo. Me acerqué lo más que pude y, en el momento de ser ayudado a subir al coche, me dio una dulce mirada y sus ojos se fijaron detenidamente en mí; tenía la seguridad de haber conocido a un santo y que ese santo había leído en mi alma algo que sólo Dios y él pudieron saber».
Pidió hacerse salesiano: entró al noviciado el 17-VIII-1891 y lo concluyó el 2-X-1892 con los votos perpetuos en las manos del primer sucesor de Don Bosco, el Beato Miguel Rua, quien le susurró al oído: «Variara, no varíes». Hizo los estudios de filosofía en Valsálice, donde conoció al Venerable Andrés Beltrami. Por allí, en 1894, pasó el P. Unia, célebre misionero que poco antes había comenzado a trabajar entre los leprosos de Agua de Dios. «Cuál no sería mi asombro y alegría – narra el mismo P. Variara – cuando, entre los 188 compañeros que tenían la misma aspiración, fijando su mirada en mí, dijo: «Éste es el mío».
Llegó a Agua de Dios el 6 de agosto de 1894. La población contaba con 2000 habitantes, 800 de los cuales eran leprosos.Se sumergió totalmente en su misión. Valiéndose de sus capacidades musicales, organizó una banda instrumental que creó un clima de fiesta en la «ciudad del dolor».
El 24-IV-1898 fue ordenado sacerdote y pronto se reveló óptimo director espiritual. Entre sus penitentes estaban también las componentes de la Asociación de las Hijas de María, grupo de unas 200 muchachas, muchas de las cuales leprosas.El joven sacerdote descubrió que no pocas de ellas se hubieran consagrado con gusto al Señor. Pero se trataba de un sueño considerado irrealizable, porque ninguna Congregación aceptaba a una leprosa y ni siquiera a una hija de leprosos. Fue ante esta constatación como nació en él la primera idea de jóvenes consagradas aunque fueran leprosas. La Congregación de las «Hijas de los SS. Corazones de Jesús y de María» tuvo inicio el 7-V-1905.Hoy cuenta con 404 religiosas, presentes en diez naciones.
Era cada vez más entusiasta de su misión. Escribía: «Nunca como este año me he sentido contento de ser Salesiano y bendigo al Señor por haberme enviado a este lazareto, donde he aprendido a no dejarme robar el cielo». Se cumplían diez años desde su llegada a Agua de Dios, década feliz y rica de obras. Entre éstas, la ultimación del Asilo «P. Miguel Unia» que, pese a los atrasos causados por la guerra de los 1000 días, fue inaugurado el 7-V-1905. Pero entonces comenzó un período de sufrimientos e incomprensiones que duraría 18 años, es decir, hasta la muerte del generoso misionero. Tuvo que alejarse de Agua de Dios: Mosquera, Contratación, Bogotá y Barranquilla fueron los varios sitios que la obediencia le asignó.En 1921 fue enviado a Táriba, ciudad venezolana en el límite con Colombia, en donde su salud empeoró en forma preocupante. El médico aconsejó que, por razones de clima, lo llevaran a Cúcuta, en Colombia. Fue allá, pero sus condiciones precipitaron pronto. Murió el 1-II-1923 a los 49 años de edad y 24 de sacerdocio. Lo sepultaron en Cúcuta. En 1932 los restos mortales fueron trasladados a la capilla de sus Hijas en Agua de Dios, en donde todavía descansan.
Pidió hacerse salesiano: entró al noviciado el 17-VIII-1891 y lo concluyó el 2-X-1892 con los votos perpetuos en las manos del primer sucesor de Don Bosco, el Beato Miguel Rua, quien le susurró al oído: «Variara, no varíes». Hizo los estudios de filosofía en Valsálice, donde conoció al Venerable Andrés Beltrami. Por allí, en 1894, pasó el P. Unia, célebre misionero que poco antes había comenzado a trabajar entre los leprosos de Agua de Dios. «Cuál no sería mi asombro y alegría – narra el mismo P. Variara – cuando, entre los 188 compañeros que tenían la misma aspiración, fijando su mirada en mí, dijo: «Éste es el mío».
Llegó a Agua de Dios el 6 de agosto de 1894. La población contaba con 2000 habitantes, 800 de los cuales eran leprosos.Se sumergió totalmente en su misión. Valiéndose de sus capacidades musicales, organizó una banda instrumental que creó un clima de fiesta en la «ciudad del dolor».
El 24-IV-1898 fue ordenado sacerdote y pronto se reveló óptimo director espiritual. Entre sus penitentes estaban también las componentes de la Asociación de las Hijas de María, grupo de unas 200 muchachas, muchas de las cuales leprosas.El joven sacerdote descubrió que no pocas de ellas se hubieran consagrado con gusto al Señor. Pero se trataba de un sueño considerado irrealizable, porque ninguna Congregación aceptaba a una leprosa y ni siquiera a una hija de leprosos. Fue ante esta constatación como nació en él la primera idea de jóvenes consagradas aunque fueran leprosas. La Congregación de las «Hijas de los SS. Corazones de Jesús y de María» tuvo inicio el 7-V-1905.Hoy cuenta con 404 religiosas, presentes en diez naciones.
Era cada vez más entusiasta de su misión. Escribía: «Nunca como este año me he sentido contento de ser Salesiano y bendigo al Señor por haberme enviado a este lazareto, donde he aprendido a no dejarme robar el cielo». Se cumplían diez años desde su llegada a Agua de Dios, década feliz y rica de obras. Entre éstas, la ultimación del Asilo «P. Miguel Unia» que, pese a los atrasos causados por la guerra de los 1000 días, fue inaugurado el 7-V-1905. Pero entonces comenzó un período de sufrimientos e incomprensiones que duraría 18 años, es decir, hasta la muerte del generoso misionero. Tuvo que alejarse de Agua de Dios: Mosquera, Contratación, Bogotá y Barranquilla fueron los varios sitios que la obediencia le asignó.En 1921 fue enviado a Táriba, ciudad venezolana en el límite con Colombia, en donde su salud empeoró en forma preocupante. El médico aconsejó que, por razones de clima, lo llevaran a Cúcuta, en Colombia. Fue allá, pero sus condiciones precipitaron pronto. Murió el 1-II-1923 a los 49 años de edad y 24 de sacerdocio. Lo sepultaron en Cúcuta. En 1932 los restos mortales fueron trasladados a la capilla de sus Hijas en Agua de Dios, en donde todavía descansan.
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