Retorna al Señor y abandona el pecado, reza ante su rostro y elimina los obstáculos.
Vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia y detesta con toda el alma de abominación.
Reconoce los justos juicios de Dios, permanece en la suerte que te ha asignado y en la oración al Dios altísimo.
En el Abismo, ¿quién alabará al Altísimo como lo hacen los vivos y quienes le dan gracias?
Para el muerto, como quien no existiera, desaparece la alabanza, solo el que está vivo y sano alaba al Señor.
¡Qué grande es la misericordia del Señor, y su perdón para los que retornan a él!
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó:
-«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde juventud». Jesús se le quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!» Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:
«Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». Ellos se espantaron y comentaban:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?» Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo»
Palabra del Señor.
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