El año 1400 se considera una fecha clave en la historia del arte: nacimiento del Renacimiento florentino y aparición del Humanismo cultural. Ese año nace en Vichio , Guido de Piero. Poco sabemos de su infancia. A los 17 años se enrola en un taller de miniaturas en Florencia. En ese tiempo siente la llamada a la vida religiosa probablemente atraído por la figura y la predicación del prior de los dominicos de Sta. María Novella, fray Juan Domínici. Hacia el 1420 ingresa con su hermano Benedettto en el recién inaugurado convento de Sto. Domingo de Fiésole. Con su profesión cambia su nombre por Fray Juan de Sto. Domingo de Fiésole. Allí alterna su vida como fraile, estudiante y artista. Entre 1427 - 1428 recibió la ordenación sacerdotal y se marca como objetivo de vida servirse del arte pictórico, como humanista cristiano, para predicar con la espiritualidad de su inspiración creadora.
Sus biógrafos dicen de él que “era no menos excelente pintor miniaturista que religioso” (Vasari G.). Trabajó como artista en los conventos de Fiésole, San Marcos de Florencia, en la catedral de Orvieto y en San Pedro del Vaticano. Decidió ingresar en la Orden de Predicadores para servir mejor a Dios. Fue fraile sencillo y santo en sus costumbres. Humanísimo y sobrio: Jamás tomaba la paleta y los pinceles sin recogerse antes en oración. Su pintura como su vida fue el fruto de la gran armonía entre una vida evangélica y el talento creativo que había recibido y cultivado.
Fray Angélico es un hombre de su tiempo que escucha su época y con su creatividad realiza una síntesis entre el humanismo intelectual y la visión cristiana sobre el ser humano. Estuvo abierto a las corrientes innovadores de la pintura, con ella da una respuesta cristiana a los interrogantes religiosos de los hombres y de la Belleza trascendental, excluye los valores que considera deshonestos para resaltar los valores del espíritu. Pinta a humanos y ángeles con una mirada luminosa y una visión profunda, resaltando el espíritu sobre la materia pero sin renegar de ella.
No permanece enclaustrado dentro de su convento sino que dialoga con las corrientes renacentistas incorporando a su pintura la belleza de lo divino, los valores del espíritu, la naturaleza como espedo de Dios, la transformación de la luz y el color en sus protagonistas. Con su arte afirma la dignidad humana revestida con la luz de la gracia. Su planteamiento artístico a contracorriente con el ideal de su época en la que el ser humano ocupa el centro y es exaltado como protagonista de la creación, muestra a Dios como centro del universo y creador del hombre, recordando a este su condición de ser creado a imagen de Dios y llamado a la semejanza con el prototipo, Cristo.
Fray Angélico en diálogo con los artistas de su tiempo nos invita hoy al debate sereno y a continuar proponiendo la verdad del ser humano en su dignidad e integridad. A no minusvalorar la falibilidad propia de la condición humana pero acentuando lo más sublime y propio de lo humano, capaz de Dios. El Beato nos propone adentrarnos en la “via pulchritudinis”, el camino de la belleza como medio pero no fin, que prepara el encuentro con “el más Bello de los hombres”.
Belleza, bondad y verdad que en cada época requiere ser transmitida en lenguajes accesibles a todos. El Angélico nos recuerda la necesidad de escuchar a los artistas y de “predicar la gracia” en el mundo del arte y la cultura conectado con la realidad social. Su modo de mirar y “contemplar” nos predispone a cultivar la interioridad y la creatividad al servicio de nuestros hermanos los hombres.
El Beato Angélico además de conocer, participaba de la espiritualidad y reforma de vida religiosa iniciada por Sta. Catalina de Siena, S. Raimundo de Capua y otros personajes de la Orden, cincuenta años antes de que él se hiciera fraile. Como testimonio de la interacción fecunda de los santos casi contemporáneos de la Familia Dominicana, proponemos esta oración de Sta. Catalina para conmemorar hoy la fiesta del Beato Angélico. En Familia, pedimos su intercesión para que renovemos nuestra opción de continuar predicando la verdad y la gracia en el mundo de las artes y la cultura.
“ Tú, Trinidad eterna, eres el Hacedor y yo la hechura, por lo que, iluminada por ti, conocí, en la recreación que de mí hiciste por medio de la sangre de tu Hijo unigénito, que estás amoroso de la belleza de tu hechura. ¡Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh mar profundo!: ¿podías darme algo más preciado que tú mismo? Tú eres el fuego que siempre arde sin consumir; tú eres el que consumes con tu calor los amores egoístas del alma. Tú eres también el fuego que disipa toda frialdad; tú iluminas las mentes con tu luz, en la que me has hecho conocer tu verdad. En el espejo de esta luz te conozco a ti, bien sumo, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría; pues tú mismo eres la sabiduría, tú, el pan de los ángeles, que por ardiente amor te has entregado a los hombres. Tú, el vestido que cubre mi desnudez; tú nos alimentas a nosotros, que estábamos hambrientos, con tu dulzura, tú que eres la dulzura sin amargor, ¡oh Trinidad eterna !” (Sta. Catalina de Siena)
Padre Dios, que diste al Beato Angélico contemplar y enseñar en su obra de modo maravilloso los misterios de tu Hijo; concédenos por su intercesión que, conociéndote ya por la fe, lleguemos a contemplar la belleza de tu Rostro y de tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Sus biógrafos dicen de él que “era no menos excelente pintor miniaturista que religioso” (Vasari G.). Trabajó como artista en los conventos de Fiésole, San Marcos de Florencia, en la catedral de Orvieto y en San Pedro del Vaticano. Decidió ingresar en la Orden de Predicadores para servir mejor a Dios. Fue fraile sencillo y santo en sus costumbres. Humanísimo y sobrio: Jamás tomaba la paleta y los pinceles sin recogerse antes en oración. Su pintura como su vida fue el fruto de la gran armonía entre una vida evangélica y el talento creativo que había recibido y cultivado.
Fray Angélico es un hombre de su tiempo que escucha su época y con su creatividad realiza una síntesis entre el humanismo intelectual y la visión cristiana sobre el ser humano. Estuvo abierto a las corrientes innovadores de la pintura, con ella da una respuesta cristiana a los interrogantes religiosos de los hombres y de la Belleza trascendental, excluye los valores que considera deshonestos para resaltar los valores del espíritu. Pinta a humanos y ángeles con una mirada luminosa y una visión profunda, resaltando el espíritu sobre la materia pero sin renegar de ella.
No permanece enclaustrado dentro de su convento sino que dialoga con las corrientes renacentistas incorporando a su pintura la belleza de lo divino, los valores del espíritu, la naturaleza como espedo de Dios, la transformación de la luz y el color en sus protagonistas. Con su arte afirma la dignidad humana revestida con la luz de la gracia. Su planteamiento artístico a contracorriente con el ideal de su época en la que el ser humano ocupa el centro y es exaltado como protagonista de la creación, muestra a Dios como centro del universo y creador del hombre, recordando a este su condición de ser creado a imagen de Dios y llamado a la semejanza con el prototipo, Cristo.
Fray Angélico en diálogo con los artistas de su tiempo nos invita hoy al debate sereno y a continuar proponiendo la verdad del ser humano en su dignidad e integridad. A no minusvalorar la falibilidad propia de la condición humana pero acentuando lo más sublime y propio de lo humano, capaz de Dios. El Beato nos propone adentrarnos en la “via pulchritudinis”, el camino de la belleza como medio pero no fin, que prepara el encuentro con “el más Bello de los hombres”.
Belleza, bondad y verdad que en cada época requiere ser transmitida en lenguajes accesibles a todos. El Angélico nos recuerda la necesidad de escuchar a los artistas y de “predicar la gracia” en el mundo del arte y la cultura conectado con la realidad social. Su modo de mirar y “contemplar” nos predispone a cultivar la interioridad y la creatividad al servicio de nuestros hermanos los hombres.
El Beato Angélico además de conocer, participaba de la espiritualidad y reforma de vida religiosa iniciada por Sta. Catalina de Siena, S. Raimundo de Capua y otros personajes de la Orden, cincuenta años antes de que él se hiciera fraile. Como testimonio de la interacción fecunda de los santos casi contemporáneos de la Familia Dominicana, proponemos esta oración de Sta. Catalina para conmemorar hoy la fiesta del Beato Angélico. En Familia, pedimos su intercesión para que renovemos nuestra opción de continuar predicando la verdad y la gracia en el mundo de las artes y la cultura.
“ Tú, Trinidad eterna, eres el Hacedor y yo la hechura, por lo que, iluminada por ti, conocí, en la recreación que de mí hiciste por medio de la sangre de tu Hijo unigénito, que estás amoroso de la belleza de tu hechura. ¡Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh mar profundo!: ¿podías darme algo más preciado que tú mismo? Tú eres el fuego que siempre arde sin consumir; tú eres el que consumes con tu calor los amores egoístas del alma. Tú eres también el fuego que disipa toda frialdad; tú iluminas las mentes con tu luz, en la que me has hecho conocer tu verdad. En el espejo de esta luz te conozco a ti, bien sumo, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría; pues tú mismo eres la sabiduría, tú, el pan de los ángeles, que por ardiente amor te has entregado a los hombres. Tú, el vestido que cubre mi desnudez; tú nos alimentas a nosotros, que estábamos hambrientos, con tu dulzura, tú que eres la dulzura sin amargor, ¡oh Trinidad eterna !” (Sta. Catalina de Siena)
Padre Dios, que diste al Beato Angélico contemplar y enseñar en su obra de modo maravilloso los misterios de tu Hijo; concédenos por su intercesión que, conociéndote ya por la fe, lleguemos a contemplar la belleza de tu Rostro y de tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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