En Rivolta d'Adda, en el territorio de Cremona, en Italia, beato Francisco Spinelli, presbítero, el cual, a pesar de persistentes vejaciones y dificultades, soportadas siempre con paciencia, fundó y dirigió una congregación de Hermanas dedicadas a la adoración del Santísimo Sacramento.
Nació en Milán, Italia. Desde pequeño se interesó por los niños y organizó espectáculos públicos gratuitos de marionetas. Con el beneplácito de sus padres visitó a pobres y enfermos, a los cuales brindó apoyo moral y económico; esta generosidad fue una característica de su vida. Estudió en Pérgamo, y pronto decidió consagrar su vida a Dios, para lo cual ingresó en el seminario; se ordenó de sacerdote en 1875.
En su tierra natal se dedicó con celo y amor a la tarea educativa, y para ello se estableció en un local anexo al oratorio de don Palazzolo, su tío; así inició un apostolado en favor de los pobres. Simultáneamente, fue profesor del seminario, guía espiritual y consejero de varias comunidades femeninas de religiosas. En 1882 conoció a Catalina Comensoli, con quien fundaría la congregación de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento (Hermanas Sacramentionas de Bérgamo, no debe confundirse con las Adoratrices de Santa María Micaela, más conocidas en el mundo hispano), para lo cual fijó este objetivo: alimentar en el Santísimo Sacramento la llama de la caridad para con el prójimo. Recomendaba a sus hijas espirituales: «Caminad en la caridad; que se encienda por fin el fuego de la caridad en vuestras almas; amad a vuestro Dios, y no pongáis nada a Su nivel o por encima de Él». En diciembre de ese año ingresaron las primeras aspirantes.
Inspirado en el amor a Jesús en la Eucaristía, supo vencer adversidades y la oposición de quienes no creían en la consecución de su ideal e intentaron boicotear su obra calumniándolo; él es un modelo de cómo los cristianos debemos hacernos fuertes con la oración para soportar las injurias. Dejó una estela de amor y servicio al prójimo, además de ejemplar devoción al Santísimo Sacramento. Entregó su alma al Creador en Rivolta, Italia. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1992.
Nació en Milán, Italia. Desde pequeño se interesó por los niños y organizó espectáculos públicos gratuitos de marionetas. Con el beneplácito de sus padres visitó a pobres y enfermos, a los cuales brindó apoyo moral y económico; esta generosidad fue una característica de su vida. Estudió en Pérgamo, y pronto decidió consagrar su vida a Dios, para lo cual ingresó en el seminario; se ordenó de sacerdote en 1875.
En su tierra natal se dedicó con celo y amor a la tarea educativa, y para ello se estableció en un local anexo al oratorio de don Palazzolo, su tío; así inició un apostolado en favor de los pobres. Simultáneamente, fue profesor del seminario, guía espiritual y consejero de varias comunidades femeninas de religiosas. En 1882 conoció a Catalina Comensoli, con quien fundaría la congregación de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento (Hermanas Sacramentionas de Bérgamo, no debe confundirse con las Adoratrices de Santa María Micaela, más conocidas en el mundo hispano), para lo cual fijó este objetivo: alimentar en el Santísimo Sacramento la llama de la caridad para con el prójimo. Recomendaba a sus hijas espirituales: «Caminad en la caridad; que se encienda por fin el fuego de la caridad en vuestras almas; amad a vuestro Dios, y no pongáis nada a Su nivel o por encima de Él». En diciembre de ese año ingresaron las primeras aspirantes.
Inspirado en el amor a Jesús en la Eucaristía, supo vencer adversidades y la oposición de quienes no creían en la consecución de su ideal e intentaron boicotear su obra calumniándolo; él es un modelo de cómo los cristianos debemos hacernos fuertes con la oración para soportar las injurias. Dejó una estela de amor y servicio al prójimo, además de ejemplar devoción al Santísimo Sacramento. Entregó su alma al Creador en Rivolta, Italia. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1992.
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