Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: 
Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. 
Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: 
«Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» 
Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. 
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel - tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza -: 
«Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.» 
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: 
- «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.» 
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. 
Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. 
Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: 
- «Señor, ¿quién es?» 
Le contestó Jesús: 
- «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado.» 
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. 
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: 
- «Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.» 
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. 
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: 
- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: “Donde yo voy, vosotros no podéis ir”» 
Simón Pedro le dijo: 
- «Señor, ¿a dónde vas?» 
Jesús le respondió: 
- «Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.» 
Pedro replicó: 
- «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.» 
Jesús le contestó: 
- «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.» 
Palabra del Señor.



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