Yolanda, nacida en 1235, fue una princesa de Polonia, hija de Bela IV, rey de Hungría, y María Lascaris, de la casa imperial griega. Hermana de Cunegunda, también venerada como santa, Yolanda provenía de una familia con raíces en la santidad, incluyendo a Santa Eduviges, San Esteban rey y San Ladislao. Su padre era Terciario franciscano, fortaleciendo aún más los lazos de la familia con la espiritualidad franciscana.
Cuando aún era una niña, Yolanda fue encomendada a su hermana Cunegunda, quien se había casado con Boleslao el Casto, rey de Polonia. Yolanda, al crecer, contrajo matrimonio con Boleslao el Pío, duque de Kalisz, continuando así su conexión con Polonia y siendo amada como en su propia patria.
La duración del reinado de Yolanda y Boleslao no fue larga, ya que pronto enviudó. Tras la muerte de su esposo, Yolanda, junto con su hija que aspiraba a la vida religiosa, abandonó todos los bienes temporales y profesó la vida monástica en la Orden de las Clarisas. Se retiró al modesto convento de las clarisas en Sandeck, donde también vivía su hermana, la viuda reina Cunegunda, fundadora del mismo.
En 1292, tras la muerte de Cunegunda y para evitar las incursiones bárbaras, Yolanda se trasladó a otro convento más al occidente, el convento de las clarisas de Gniezno, fundado por su difunto esposo Boleslao el Pío.
A pesar de ser superiora, Yolanda actuaba como si fuera inferior a todas, practicando intensamente las virtudes cristianas y religiosas, especialmente la humildad, la oración y la meditación de la pasión de Cristo. Se dice que tuvo revelaciones y apariciones de Jesús crucificado.
Fue un ejemplo de generosidad constante, liderando a sus cohermanas en la práctica de la penitencia y la contemplación. A pesar de la soledad del claustro, se ocupaba de los pobres, proporcionándoles alimentos y ofrendas generosas.
En 1298, Yolanda enfermó gravemente y predijo la hora de su muerte. En su lecho de enferma, exhortó a sus cohermanas a la fidelidad en la observancia de la regla y a la perseverancia en el desprecio de las cosas terrenas. Les habló de la magnífica recompensa que les esperaba en el cielo. Fortalecida con los últimos sacramentos, Yolanda de Polonia falleció el 11 de junio de 1298, a la edad de 63 años.
El culto a la Beata Yolanda fue aprobado por León XII el 26 de septiembre de 1827. Su vida ejemplar, marcada por la renuncia a los bienes temporales, la vida monástica devota y sus actos de caridad, la han convertido en objeto de veneración y fuente de inspiración para quienes siguen la espiritualidad franciscana.
Cuando aún era una niña, Yolanda fue encomendada a su hermana Cunegunda, quien se había casado con Boleslao el Casto, rey de Polonia. Yolanda, al crecer, contrajo matrimonio con Boleslao el Pío, duque de Kalisz, continuando así su conexión con Polonia y siendo amada como en su propia patria.
La duración del reinado de Yolanda y Boleslao no fue larga, ya que pronto enviudó. Tras la muerte de su esposo, Yolanda, junto con su hija que aspiraba a la vida religiosa, abandonó todos los bienes temporales y profesó la vida monástica en la Orden de las Clarisas. Se retiró al modesto convento de las clarisas en Sandeck, donde también vivía su hermana, la viuda reina Cunegunda, fundadora del mismo.
En 1292, tras la muerte de Cunegunda y para evitar las incursiones bárbaras, Yolanda se trasladó a otro convento más al occidente, el convento de las clarisas de Gniezno, fundado por su difunto esposo Boleslao el Pío.
A pesar de ser superiora, Yolanda actuaba como si fuera inferior a todas, practicando intensamente las virtudes cristianas y religiosas, especialmente la humildad, la oración y la meditación de la pasión de Cristo. Se dice que tuvo revelaciones y apariciones de Jesús crucificado.
Fue un ejemplo de generosidad constante, liderando a sus cohermanas en la práctica de la penitencia y la contemplación. A pesar de la soledad del claustro, se ocupaba de los pobres, proporcionándoles alimentos y ofrendas generosas.
En 1298, Yolanda enfermó gravemente y predijo la hora de su muerte. En su lecho de enferma, exhortó a sus cohermanas a la fidelidad en la observancia de la regla y a la perseverancia en el desprecio de las cosas terrenas. Les habló de la magnífica recompensa que les esperaba en el cielo. Fortalecida con los últimos sacramentos, Yolanda de Polonia falleció el 11 de junio de 1298, a la edad de 63 años.
El culto a la Beata Yolanda fue aprobado por León XII el 26 de septiembre de 1827. Su vida ejemplar, marcada por la renuncia a los bienes temporales, la vida monástica devota y sus actos de caridad, la han convertido en objeto de veneración y fuente de inspiración para quienes siguen la espiritualidad franciscana.
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