En Sevilla, en España, santa Ángela de la Cruz Guerrero González, virgen, fundadora del Instituto de Hermanas de la Compañía de la Cruz, que no se reservó derecho ninguno para sí, sino que lo dejó todo para los pobres, a quienes acostumbraba a llamar sus «señores», sirviéndoles de verdad.
Nació en Sevilla en el seno de una familia humilde; eran 14 hermanos, su padre, Francisco José Guerrero, era cardador y su madre, Josefa, era costurera, pero ambos trabajaban como sirvientes del convento de los teatinos de Sevilla, su padre como cocinero, y su madre, les lavaba y cosía la ropa. De sus 14 hermanos, 8 murieron de enfermedad infantil. Desde su infancia se destacó por su inocencia y su virtud. Trabajó como aprediza en un taller de calzado, el de doña Antonia Maldonado, que servía a la alta sociedad sevillana; donde llegó a ser oficial de primera, y además se destacó por su ayuda a los necesitados y por sus dones taumaturgicas. Por su fama, el padre Torres Padilla, le sugirió entrar en la vida religiosa; lo intentó por dos veces: en las carmelitas descalzas de Sevilla y en las Hermanas de la Caridad, pero su salud le hizo volver al mundo.
Viendo que no podía ser religiosa conventual hizo votos privados. "Seré monja en el mundo". Sin apenas saber leer y escribir, proyectó fundar un instituto “haciéndose pobre con los pobres”, no ayudándoles desde fuera, sino siendo como ellos, experimentando la pobreza “desde dentro”, por eso fundó en 1875 la Compañía de las Hermanas de la Cruz para remediar la pobreza. Su obra se distingue por su humildad y su pobreza; a los pobres no les falta nada, a ellas sí. La Virgen será la superiora de la casa recién fundada.
La nueva fundación atrajo a muchas jóvenes y llamó la atención en Sevilla, en Madrid, en todas partes donde se abrieron camino: son humildes, visten pobremente, se preocupan por el desecho de la humanidad. Todos caben en sus casas. Roma aprobó su obra en 1908. Es lo que ella esperaba. Fue su mayor gozo.
Murió en Sevilla de una trombosis cerebral después de haber visto reconocida su obra por todos los estamentos políticos: el alcalde republicano, en sesión consistorial, con voto de la mayoría, deciden cambiar el nombre de la calle Alcázares, por el de sor Ángela de la Cruz. Durante los años negros de la quema de conventos durante la República, su casa sevillana, se salvó defendida por los propios sindicatos: "a las hermanitas nadie las toca, son de los nuestros".
Sevilla entera pasó durante tres días enteros por la capilla ardiente hasta que, por privilegio especial, fue sepultada en la cripta de la casa madre. Fue beatificada en Sevilla por el Papa Juan Pablo II el 5 de noviembre de 1982, y canonizada por el mismo en Madrid el 4 de mayo de 2003. Su cuerpo incorrupto reposa en su capilla de la casa madre.
Nació en Sevilla en el seno de una familia humilde; eran 14 hermanos, su padre, Francisco José Guerrero, era cardador y su madre, Josefa, era costurera, pero ambos trabajaban como sirvientes del convento de los teatinos de Sevilla, su padre como cocinero, y su madre, les lavaba y cosía la ropa. De sus 14 hermanos, 8 murieron de enfermedad infantil. Desde su infancia se destacó por su inocencia y su virtud. Trabajó como aprediza en un taller de calzado, el de doña Antonia Maldonado, que servía a la alta sociedad sevillana; donde llegó a ser oficial de primera, y además se destacó por su ayuda a los necesitados y por sus dones taumaturgicas. Por su fama, el padre Torres Padilla, le sugirió entrar en la vida religiosa; lo intentó por dos veces: en las carmelitas descalzas de Sevilla y en las Hermanas de la Caridad, pero su salud le hizo volver al mundo.
Viendo que no podía ser religiosa conventual hizo votos privados. "Seré monja en el mundo". Sin apenas saber leer y escribir, proyectó fundar un instituto “haciéndose pobre con los pobres”, no ayudándoles desde fuera, sino siendo como ellos, experimentando la pobreza “desde dentro”, por eso fundó en 1875 la Compañía de las Hermanas de la Cruz para remediar la pobreza. Su obra se distingue por su humildad y su pobreza; a los pobres no les falta nada, a ellas sí. La Virgen será la superiora de la casa recién fundada.
La nueva fundación atrajo a muchas jóvenes y llamó la atención en Sevilla, en Madrid, en todas partes donde se abrieron camino: son humildes, visten pobremente, se preocupan por el desecho de la humanidad. Todos caben en sus casas. Roma aprobó su obra en 1908. Es lo que ella esperaba. Fue su mayor gozo.
Murió en Sevilla de una trombosis cerebral después de haber visto reconocida su obra por todos los estamentos políticos: el alcalde republicano, en sesión consistorial, con voto de la mayoría, deciden cambiar el nombre de la calle Alcázares, por el de sor Ángela de la Cruz. Durante los años negros de la quema de conventos durante la República, su casa sevillana, se salvó defendida por los propios sindicatos: "a las hermanitas nadie las toca, son de los nuestros".
Sevilla entera pasó durante tres días enteros por la capilla ardiente hasta que, por privilegio especial, fue sepultada en la cripta de la casa madre. Fue beatificada en Sevilla por el Papa Juan Pablo II el 5 de noviembre de 1982, y canonizada por el mismo en Madrid el 4 de mayo de 2003. Su cuerpo incorrupto reposa en su capilla de la casa madre.
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