En Ronda, en Andalucía, región de España, beato Diego José de Cádiz (Francisco José) López-Caamaño, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador insigne y propugnador intrépido de la libertad de la Iglesia.
Llamado el "apóstol de Andalucía". Natural de Cádiz. Según cuenta así resumía su infancia: “En mis primeros años me dio el Señor un corazón dócil e inocente; seguí los estudios de gramática en Grazalema, pero con muy escaso aprovechamiento por mi natural rudeza e inaplicación; no obstante, a los doce años ya estaba estudiando súmulas, lógica y metafísica entre los padres dominicos de Ronda”.
En 1757 ingresó en el convento de capuchinos de Ubrique (Cádiz), donde residían sus padres; hizo el noviciado en Sevilla, con la profesión en el 1759. Estudió Filosofía en Écija y Teología en Cádiz. En 1767 fue ordenado sacerdote en Carmona, Sevilla. Recién ordenado sacerdote, quedó impresionado por los estragos que causaban en la Iglesia de España las corrientes enciclopedistas y regalistas, mezcladas con las teorías del obispo de Tréveris, Febronius, que negaba la constitución monárquica de la Iglesia, y afirmaba que el Papa estaba sujeto al concilio. Fue destinado a Ubrique, donde se preparó de manera intensiva estudiando a fondo Sagrada Escritura, así como todo cuanto le ayudara a predicar el Evangelio. La Cuaresma predicada en Estepona en 1771 marcó el punto de partida de una labor infatigable de misionero popular.
Nuestro beato ha sido comparado con san Vicente Ferrer y san Juan de Ávila. Dios le dio grandes dotes, y eso que lo rechazaron por fracasar en los estudios. Vivió 30 años de vida activísima como predicador exaltado que quería ir de misionero al Infierno. Predicó en toda España, especialmente en Andalucía, que se la recorrió a pié varias veces; predicó en Ceuta, Málaga, Ronda, Sevilla, Cádiz, Jerez de la Frontera, Puerto de Santa María.... No le faltaron pruebas y, como resultado de intrigas, se vio confinado a un convento de Cáceres. Rehabilitado, estuvo en Madrid, y después volvió a Andalucía. El cardenal Lorenzana escribía entusiasmado: "La entrada de fray Diego en Toledo ha sido tan magnífica como la de Jesús en Jerusalén". En las misiones populares hablaba varias horas al día ante muchedumbres de más de 50.000 personas, siempre al aire libre. Dedicaba varias horas a la oración, y escribía como si fuera un profesional de la pluma. Ideó la devoción al Trisagio. Su radio de acción se fue abriendo cada vez más: Valencia, Galicia, las dos Castillas, Aragón, Asturias, León, Murcia y Cataluña.
Se dice de él, que sólo de María, a la que llamaba "Pastora de las almas y de la paz", predicó más de 5.000 sermones; y en total pasaron de los 20.000 los sermones sobre todos los temas. Se cuenta que tuvo dones extraordinarios de Dios: profecía, éxtasis y milagros. Pero también tuvo que pasar por las tribulaciones. Cuenta que siendo estudiante se sentía atado por la inclinación afectuosa a una persona, lo que le tenía disperso y desconcentrado. "Clamé a Dios, corté aquellos apegos y todo cambió en mí". Tuvo tentaciones fuertes, sobre todo cansancio ante los fracasos; pero fue paciente, puso los medios y todas las superó.
Su director espiritual le repetía que Dios le había escogido para sembrar la luz por toda España, desde la Corte hasta la última aldea. En su misión de Aranjuez y Madrid quiso atraer al buen camino a la reina María Luisa, esposa de Carlos IV; no lo pudo conseguir, y menos por la influencia de Godoy. Su libertad evangélica a la hora de corregir, le trajo problemas. Estuvo un tiempo confinado por orden del gobierno. Fue denunciado a la Inquisición, que le mandó recortar sus audacias verbales. El siguió incansable su tarea de apóstol, mientras tuvo fuerzas. Se había desvivido por sus hermanos. Poco antes de morir en Ronda, Málaga, repitió: "Señor, Tú sabes que te amo". Fue beatificado por León XIII el 23 de abril de 1894.
Llamado el "apóstol de Andalucía". Natural de Cádiz. Según cuenta así resumía su infancia: “En mis primeros años me dio el Señor un corazón dócil e inocente; seguí los estudios de gramática en Grazalema, pero con muy escaso aprovechamiento por mi natural rudeza e inaplicación; no obstante, a los doce años ya estaba estudiando súmulas, lógica y metafísica entre los padres dominicos de Ronda”.
En 1757 ingresó en el convento de capuchinos de Ubrique (Cádiz), donde residían sus padres; hizo el noviciado en Sevilla, con la profesión en el 1759. Estudió Filosofía en Écija y Teología en Cádiz. En 1767 fue ordenado sacerdote en Carmona, Sevilla. Recién ordenado sacerdote, quedó impresionado por los estragos que causaban en la Iglesia de España las corrientes enciclopedistas y regalistas, mezcladas con las teorías del obispo de Tréveris, Febronius, que negaba la constitución monárquica de la Iglesia, y afirmaba que el Papa estaba sujeto al concilio. Fue destinado a Ubrique, donde se preparó de manera intensiva estudiando a fondo Sagrada Escritura, así como todo cuanto le ayudara a predicar el Evangelio. La Cuaresma predicada en Estepona en 1771 marcó el punto de partida de una labor infatigable de misionero popular.
Nuestro beato ha sido comparado con san Vicente Ferrer y san Juan de Ávila. Dios le dio grandes dotes, y eso que lo rechazaron por fracasar en los estudios. Vivió 30 años de vida activísima como predicador exaltado que quería ir de misionero al Infierno. Predicó en toda España, especialmente en Andalucía, que se la recorrió a pié varias veces; predicó en Ceuta, Málaga, Ronda, Sevilla, Cádiz, Jerez de la Frontera, Puerto de Santa María.... No le faltaron pruebas y, como resultado de intrigas, se vio confinado a un convento de Cáceres. Rehabilitado, estuvo en Madrid, y después volvió a Andalucía. El cardenal Lorenzana escribía entusiasmado: "La entrada de fray Diego en Toledo ha sido tan magnífica como la de Jesús en Jerusalén". En las misiones populares hablaba varias horas al día ante muchedumbres de más de 50.000 personas, siempre al aire libre. Dedicaba varias horas a la oración, y escribía como si fuera un profesional de la pluma. Ideó la devoción al Trisagio. Su radio de acción se fue abriendo cada vez más: Valencia, Galicia, las dos Castillas, Aragón, Asturias, León, Murcia y Cataluña.
Se dice de él, que sólo de María, a la que llamaba "Pastora de las almas y de la paz", predicó más de 5.000 sermones; y en total pasaron de los 20.000 los sermones sobre todos los temas. Se cuenta que tuvo dones extraordinarios de Dios: profecía, éxtasis y milagros. Pero también tuvo que pasar por las tribulaciones. Cuenta que siendo estudiante se sentía atado por la inclinación afectuosa a una persona, lo que le tenía disperso y desconcentrado. "Clamé a Dios, corté aquellos apegos y todo cambió en mí". Tuvo tentaciones fuertes, sobre todo cansancio ante los fracasos; pero fue paciente, puso los medios y todas las superó.
Su director espiritual le repetía que Dios le había escogido para sembrar la luz por toda España, desde la Corte hasta la última aldea. En su misión de Aranjuez y Madrid quiso atraer al buen camino a la reina María Luisa, esposa de Carlos IV; no lo pudo conseguir, y menos por la influencia de Godoy. Su libertad evangélica a la hora de corregir, le trajo problemas. Estuvo un tiempo confinado por orden del gobierno. Fue denunciado a la Inquisición, que le mandó recortar sus audacias verbales. El siguió incansable su tarea de apóstol, mientras tuvo fuerzas. Se había desvivido por sus hermanos. Poco antes de morir en Ronda, Málaga, repitió: "Señor, Tú sabes que te amo". Fue beatificado por León XIII el 23 de abril de 1894.
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