San Jerónimo Emiliani, que en su juventud se dejó llevar por la cólera y la lujuria, pero, tras ser encarcelado por sus enemigos, se convirtió a Dios y se entregó al cuidado de los más necesitados, especialmente de los huérfanos y enfermos.
Junto con los compañeros que logró reunir, dio inicio a la Congregación llamada de los Clérigos Regulares de Somasca, y después, mientras atendía a los enfermos en esa misma población de Somasca, cerca de Bérgamo, en Lombardía, contrajo la peste y falleció piadosamente.
Nació en Venecia, en el seno de la noble familia de los Miani o Emiliani, llevó una juventud disoluta, al margen de su profesión militar. Tenía un defecto que le costó mucho arrancarlo de su corazón durante toda su vida: era la ira, el genio fuerte que en tantas ocasiones le traicionaba... Los malos amigos le llevaron por malos caminos. A los 15 años era soldado, y a los 25 vistió el traje de senador.
Emiliani fue encargado, como gobernador, defender la plaza fuerte de Caltelnovo di Quero sul Piave frente a Luis XII de Francia, se resistió hasta el fin con gran valentía y cayó prisionero. En la cárcel meditó sobre su vida, y decidió consagrarla a Dios y a los pobres. Invocando a María continuamente logró salir pronto de su encierro: "Madre, pide perdón a vuestro Hijo de todos mis pecados y concédeme la gracia de mostrarme cuál es el camino que debo seguir para serle fiel a Él y a Vos"... Por ello, en Treviso, hizo voto de entregarse al servicio de María. Durante tres años, el tiempo en el que estuvo al mando del municipio de Castelnuovo sul Piave, se preparó para este servicio mariano. Para ello se dedicó a las obras de caridad, y en la carestía y epidemia de 1528, se prodigó en socorrer a los desvalidos, con dinero de su propio bolsillo, al mismo tiempo que cuidó de sus sobrinos huérfanos. Fue tanta su entrega que cayó enfermo. Curado de esta enfermedad, empezó a recoger en su casa a los huérfanos. Mantuvo relaciones con miembros de la Compañía del Divino Amor, fundada por san Cayetano de Thiene.
En 1531 abandonó todos sus bienes en favor de sus sobrinos, y se dedicó a atender y vivir con los niños de la calle de las localidades de Bersaglio, Bérgamo, Milán, Pavía. Fundó en Somasca la Compañía de los Servidores de los Pobres (que después se llamará Sociedad de los Somascos), formada de laicos y de presbíteros, aunque él fue siempre laico. También fundó las Compañías de los Huérfanos, o sea, un grupo de voluntarios organizados al estilo de una comunidad religiosa, con una fuerte vida espiritual y sacramental, que se ocuparon del cuidado material de los huérfanos y huérfanas y de la gestión económica. Vio la necesidad de la formación de los sacerdotes, y después de la Contrarreforma, sus miembros serán los que dirigieron los primeros seminarios. Contemporáneos suyos hubo otros dos fundadores que crearon Institutos parecidos: san Antonio María Zacarías y san Cayetano. El principal objetivo de sus fundaciones fueron la instrucción y ayuda al clero, la asistencia a los necesitados, y la educación de los jóvenes. San Cayetano fue uno de sus consejeros.
Jerónimo pensó en los huérfanos y fundó el primer orfanato dirigido con concepciones modernas, donde los muchachos además de ser acogidos y mantenidos se les daba una enseñanza para aprender un oficio y de esta manera afrontar la vida a la par que repetía la frase paulina: "El que no trabaje que no coma" (2Tes 3,10). Después de los hospicios creo casas de acogida para prostitutas; entre las que andaba siempre compartiendo su penuria y su comida; y organizándoles residencias desde Somasca, Bérgamo y Brescia, a Venecia y Verona. Según un biógrafo "Parecía que tenía el Paraíso en las manos, y enamoraba y embriagaba del amor de Cristo, a todo el que le miraba". Atendiendo a los contagiados de peste, adquirió la misma enfermedad y murió en Somasca.
Tres años después de su muerte, en 1540, su congregación fue declarada Orden religiosa por el papa Pablo III y confirmada bajo la regla de san Agustín. Fue beatificado el 29 de septiembre de 1747 por Benedicto XIV y canonizado el 16 de julio de 1767 por Clemente XIII.
Junto con los compañeros que logró reunir, dio inicio a la Congregación llamada de los Clérigos Regulares de Somasca, y después, mientras atendía a los enfermos en esa misma población de Somasca, cerca de Bérgamo, en Lombardía, contrajo la peste y falleció piadosamente.
Nació en Venecia, en el seno de la noble familia de los Miani o Emiliani, llevó una juventud disoluta, al margen de su profesión militar. Tenía un defecto que le costó mucho arrancarlo de su corazón durante toda su vida: era la ira, el genio fuerte que en tantas ocasiones le traicionaba... Los malos amigos le llevaron por malos caminos. A los 15 años era soldado, y a los 25 vistió el traje de senador.
Emiliani fue encargado, como gobernador, defender la plaza fuerte de Caltelnovo di Quero sul Piave frente a Luis XII de Francia, se resistió hasta el fin con gran valentía y cayó prisionero. En la cárcel meditó sobre su vida, y decidió consagrarla a Dios y a los pobres. Invocando a María continuamente logró salir pronto de su encierro: "Madre, pide perdón a vuestro Hijo de todos mis pecados y concédeme la gracia de mostrarme cuál es el camino que debo seguir para serle fiel a Él y a Vos"... Por ello, en Treviso, hizo voto de entregarse al servicio de María. Durante tres años, el tiempo en el que estuvo al mando del municipio de Castelnuovo sul Piave, se preparó para este servicio mariano. Para ello se dedicó a las obras de caridad, y en la carestía y epidemia de 1528, se prodigó en socorrer a los desvalidos, con dinero de su propio bolsillo, al mismo tiempo que cuidó de sus sobrinos huérfanos. Fue tanta su entrega que cayó enfermo. Curado de esta enfermedad, empezó a recoger en su casa a los huérfanos. Mantuvo relaciones con miembros de la Compañía del Divino Amor, fundada por san Cayetano de Thiene.
En 1531 abandonó todos sus bienes en favor de sus sobrinos, y se dedicó a atender y vivir con los niños de la calle de las localidades de Bersaglio, Bérgamo, Milán, Pavía. Fundó en Somasca la Compañía de los Servidores de los Pobres (que después se llamará Sociedad de los Somascos), formada de laicos y de presbíteros, aunque él fue siempre laico. También fundó las Compañías de los Huérfanos, o sea, un grupo de voluntarios organizados al estilo de una comunidad religiosa, con una fuerte vida espiritual y sacramental, que se ocuparon del cuidado material de los huérfanos y huérfanas y de la gestión económica. Vio la necesidad de la formación de los sacerdotes, y después de la Contrarreforma, sus miembros serán los que dirigieron los primeros seminarios. Contemporáneos suyos hubo otros dos fundadores que crearon Institutos parecidos: san Antonio María Zacarías y san Cayetano. El principal objetivo de sus fundaciones fueron la instrucción y ayuda al clero, la asistencia a los necesitados, y la educación de los jóvenes. San Cayetano fue uno de sus consejeros.
Jerónimo pensó en los huérfanos y fundó el primer orfanato dirigido con concepciones modernas, donde los muchachos además de ser acogidos y mantenidos se les daba una enseñanza para aprender un oficio y de esta manera afrontar la vida a la par que repetía la frase paulina: "El que no trabaje que no coma" (2Tes 3,10). Después de los hospicios creo casas de acogida para prostitutas; entre las que andaba siempre compartiendo su penuria y su comida; y organizándoles residencias desde Somasca, Bérgamo y Brescia, a Venecia y Verona. Según un biógrafo "Parecía que tenía el Paraíso en las manos, y enamoraba y embriagaba del amor de Cristo, a todo el que le miraba". Atendiendo a los contagiados de peste, adquirió la misma enfermedad y murió en Somasca.
Tres años después de su muerte, en 1540, su congregación fue declarada Orden religiosa por el papa Pablo III y confirmada bajo la regla de san Agustín. Fue beatificado el 29 de septiembre de 1747 por Benedicto XIV y canonizado el 16 de julio de 1767 por Clemente XIII.
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