miércoles, 2 de diciembre de 2020

San Eusebio, Aurelia y compañeros

Eusebio era presbítero. Mártir en Roma, junto con Marcelo, diácono de Eusebio, Hipólito, Máximo, Adria, Paulina, Neón, María, Martana. Todos ellos murieron en Roma durante la persecución de Valeriano. Eusebio, Marcelo, Neón y María murieron decapitados; Adria e Hipólito murieron a latigazos; Paulina en la cámara de tortura y Máximo fue tirado al Tiber. La leyenda dice que después de que le cortaran la lengua siguió hablando. 

También se dice que Aurelia nació en Alejandría de Egipto y murió mártir durante la persecución de Valeriano, junto a numerosos miembros de su familia: cuatro sobrinos: Adria, Paulina, Neón y María, su madre Martana y una tía. Del padre no se sabe nada, quizás porque muriera cuando ella era una niña, pero sabemos que su madre fue su única educadora en la virtud y la religión cristiana.

Les llegó a la madre y a la hija, en Alejandría la noticia que los primos Adria y Paulina, con sus hijos, habían muerto mártires en Roma e inmediatamente las dos mujeres, finiquitando sus negocios en Alejandría, se pusieron en marcha hacia la capital del Imperio, animadas con el deseo de honrar a aquellos gloriosos campeones de la fe y establecer su casa entre sus sepulcros, en las catacumbas de San Sebastián.

Entre los que frecuentaban estas catacumbas estaba un joven romano, todavía pagano, de nombre Clodio Dionisio, de noble estirpe, que tenía entre su estirpe caballeros y senadores. Fascinado por la belleza y virtud de Aurelia, la pidió como esposa.  Los tratos entre la madre de ella Martana -a cuyo sabio consejo se había sometido- y los padres de Clodio Dionisio fueron, finiquitados en pocos días, y Aurelia recibió de las manos de Dios aquel joven que el Señor le destinaba como esposo.

Aurelia no tenía más de 16 años, según sabemos por los documentos históricos. Su marido todavía era pagano y poco después de su matrimonio, recibió el bautismo y también él se hizo cristiano. Quizás por envidia o por cualquier otra causa contra Clodio, antes que Galieno pusiera fin a la persecución contra los cristianos, Aurelia, junto a su madre y una tía, fue acusada de profesar el credo cristiano. Fue llevada al tribunal, delante del juez Secundiando, el cual no pudo obligarla a que sacrificara a los dioses y por ello fue condenada a muerte por decapitación. Antes de que se cumpliera la sentencia, tuvo que asistir a la decapitación de su madre y de su tía. Ella murió al día siguiente.

Clodio Dionisio, obtuvo a peso de oro el cuerpo de su esposa, lo colocó en una bella tumba de mármol blanco, en el cementerio de Priscila, junto una ampolla llena de sangre de Aurelia, como entonces era usual, como signo que había sufrido martirio. La tumba fue objeto de peregrinación. Actualmente el cuerpo se encuentra en la iglesia parroquial de Montanaro.

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