Así dice el Señor: «Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos.
Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los más pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar y, con trampas, al que defiende en el tribunal, y por nada hunden al inocente.»
Así dice a la casa de Jacob el Señor, que rescató a Abrahán: «Ya no se avergonzará Jacob, ya no se sonrojará su cara, pues, cuando vea mis acciones en medio de él, santificará mi nombre, santificará al Santo de Jacob y temerá al Dios de Israel.
Los que habían perdido la cabeza comprenderán, y los que protestaban aprenderán la enseñanza.
En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: - «Ten compasión de nosotros, hijo de David.»
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: - «¿Creéis que puedo hacerlo?»
Contestaron: - «Sí, Señor.»
Entonces les tocó los ojos, diciendo: - «Que os suceda conforme a vuestra fe.»
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: - «¡Cuidado con que lo sepa alguien!»
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca
Palabra del Señor.
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