En aquellos días, fue David y llevó el arca de Dios desde la casa de Obededom a la Ciudad de David, haciendo fiesta.
Cuando los portadores del arca del Señor avanzaron seis pasos, sacrificó un toro y un ternero cebado.
E iba danzando ante el Señor con todo entusiasmo, vestido sólo con un roquete de lino.
Así iban llevando David y los israelitas el arca del Señor entre vítores y al sonido de las trompetas.
Metieron el arca del Señor y la instalaron en su sitio, en el centro de la tienda que David le había preparado.
David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión al Señor y, cuando terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en el nombre del Señor de los ejércitos; luego repartió a todos, hombres y mujeres de la multitud israelita, un bollo de pan, una tajada de carne y un pastel de uvas pasas a cada uno.
Después se marcharon todos, cada cual su casa.
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenia sentada alrededor le dijo:
- «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. »
Les contestó:
- «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?»
Y, paseando la mirada por el corro, dijo:
- «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»
Palabra del Señor.
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