En aquellos días, Samuel dijo a Saúl:
- «Déjame que te cuente lo que el Señor me ha dicho esta noche.» Contestó Saúl:
- «Dímelo. »
Samuel dijo:
«Aunque te creas pequeño, eres la cabeza de las tribus de Israel, porque el Señor te ha nombrado rey de Israel. El Señor te envió a esta campaña con orden de exterminar a esos pecadores amalecitas, combatiendo hasta acabar con ellos. ¿Por qué no has obedecido al
Señor? ¿Por qué has echado mano a los despojos, haciendo lo que el Señor reprueba?»
Saúl replicó:
- « ¡Pero si he obedecido al Señor! He hecho la campaña a la que me envió, he traído a
Agag, rey de Amalec, y he exterminado a los amalecitas. Si la tropa tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, lo hizo para ofrecérselas en sacrificio al Señor, tu Dios, en Guilgal.»
Samuel contestó:
- «¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos, o quiere que obedezcan al Señor? Obedecer vale más que un sacrificio; ser dócil, más que la grasa de carneros. Pecado de adivinos es la rebeldía, crimen de idolatría es la obstinación. Por haber rechazado al Señor, el Señor te rechaza como rey.»
En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús:
- «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?»
Jesús les contestó:
- «¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar.
Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día si que ayunarán.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos. »
Palabra del Señor.
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